Frente Revolucionario en crisis

Se formó en Brasil, hace más de un año, un Frente Revolucionario compuesto por todas las tendencias que fueron expulsadas del PT o que tuvieron que abandonarlo, con excepción de Causa Operaria (la primera en plantear la necesidad del Frente) y el grupo de obediencia lorista, vetados por Convergencia Socialista. El problema es que este Frente no ha hecho absolutamente nada desde su “fundación”, ni tampoco lo tiene previsto, lo cual es naturalmente peor.


La razón principal (aunque de ningún modo la única) de esta criminal parálisis es que Convergencia Socialista ha decidido convertirlo en un club de discusión que no discute nada, como un método para seleccionar quienes podrán incorporarse luego a un partido revolucionario común, que no sería otro que la propia CS. Pero mientras imagina las combinaciones que puedan cunducirla a tan buen puerto, la propia CS se divide en forma bastante regular y pierde militantes, a pesar de las condiciones favorables que la crisis del PT ha creado para la izquierda revolucionaria. Los demás sectores que integran el Frente han sido incapaces de responder políticamente a esta parálisis, y todo hace suponer que se estarían preparando para romper el Frente en función de construir un Frente-partido de características centristas.


Es necesario destacar que, durante todo este tiempo, la CS ha cometido gigantescas pifiadas estratégicas (aunque parezcan tácticas en su forma). Con el pretexto de que el PT es la referencia fundamental de las masas brasileñas, la CS se puso a la rastra de la burocracia que comanda Lula, sin percibir la descomunal crisis que atraviesa al PT y que lo condena a nuevas escisiones. En las recientes elecciones municipales, la CS llamó a votar al PT, incluso a sus candidatos de derecha (que hoy apoyan el ingreso de Erundina al gobierno), e incluso a los candidatos patronales en las ciudades donde el PT había establecido alianzas con los partidos burgueses. El resto del Frente Revolucionario no apoyó esta política, aunque tampoco fue capaz de criticarla y superarla, y llamó a anular el voto, en un Frente con Causa Operaria. También en el terreno sindical, la CS procura el frente con las agrupaciones de la burocracia de la CUT en las elecciones donde existe una oposición clasista.


Aunque pueda sorprender, la CS se ha manifestado ahora en favor del régimen parlamentario, dentro de la controversia entre presidencialismo y parlamentarismo que opone a las distintas fracciones políticas con vista al plebiscito que se celebrará en el mes de abril. La CS ha hecho la salvedad, sin embargo, de que exige que las características que hacen a un régimen parlamentario sean votadas antes del plebiscito, como por ejemplo, la completa libertad de partidos, la representación proporcional pura o la igualdad en la representación de los diferentes estados de la Federación. Con esta restricción, la CS cree precaverse de la posibilidad de que una vez aprobado el parlamentarismo mediante el voto popular, el Congreso establezca, mediante diversas leyes, una variante altamente restrictiva. Si no se cumplen estas condiciones, y sólo en este caso, la CS podría llamar al “voto nulo”.


De todos modos, está claro que un régimen parlamentario, por más “puro” que sea, no pasaría de una ficción política, ya que lo que domina al Estado moderno es la burocracia civil y el aparato militar-policial. Sin la destrucción de esta maquinaria, la existencia de un régimen democrático es simplemente imposible. La CS no pretenderá que el Congreso de mayoría “collorida” le vote los consejos de soldados en las fuerzas armadas; o el establecimiento de comisarios elegidos por el pueblo en sus guarniciones; ni la elegibilidad y revocabilidad del poder judicial por medio del sufragio universal; o el control de la administración pública por los trabajadores o por representantes revocables del propio parlamento. La destrucción de la burocracia significa también el achicamiento del aparato del Estado, cuyo desarrollo ha sido esencialmente parasitario, para devolver a la sociedad las funciones que aquel cumple, por ejemplo, en la educación o las empresas nacionalizadas. La gestión obrera de éstas y la gestión docente-estudiantil en la primera, son reivindicaciones que desarrollan la destrucción de la maquinaria burocrática.


En una palabra, el parlamentarismo no es otra cosa que la dictadura del capital, y el Congreso “collorido”, cuya disolución la CS no reclama, votará después del plebiscito todas las restricciones necesarias para su fortalecimiento y para cumplir las exigencias del FMI.


Está claro que estos planteamientos políticos de la CS no servirán jamás para desarrollar un Frente Revolucionario. Los compañeros de la dirección de la CS deberían avenirse a discutirlos y a someterse al voto mayoritario en el Frente Revolucionario (que así dejará de ser un club), del que no debería excluirse a ninguna tendencia revolucionaria, incluida la inofensiva secta lorista.