Fuera el imperialismo de Haití

Con el desembarco de un contigente de 50 marines en Puerto Príncipe debutó la intervención militar de los norteamericanos en Haití. Los hombres de Bush alegan que se trata "sólo" de una medida de emergencia para "proteger" su embajada en la capital haitiana. Hasta el último fin de semana el capo del Departamento de Estado –Colin Powell– venía insistiendo en que "no estaban dadas las condiciones" para una presencia en regla de fuerzas militares externas. Lo cierto es que esto parece inevitable, pero todavía no hay acuerdo en los centros del imperialismo sobre su carácter y su alcance.


Los yanquis pretenden que el primer paso sea un pacto entre Aristide y la oposición liberal centroizquierdista para una suerte de gobierno provisional que anuncie una salida al colapso actual. Incluiría el llamado a elecciones y, en primer lugar, el desarme de los rebeldes que avanzan sobre la capital. La oposición, a su turno, exige la renuncia del propio Aristide para el mismo propósito, que de otra manera considera inviable. El imperialismo francés aceptaría esta variante que, por supuesto, se complementaría con la presencia militar de las potencias capitalistas (El País, 18/2: "Francia y EE.UU. discrepan sobre Haití"). Según La Nación, sin embargo, el gobierno de Canadá no apoyaría el envío de uniformados. Con tales divergencias, la "misión" que estuvo en Haití el sábado pasado, integrada justamente por delegados de EE.UU., Francia, Canadá y la OEA, "no consiguió destrabar la crisis" (Clarín, 22/2).


La intervención directa del imperialismo está vinculada al dato clave de todo el escenario: un extendido levantamiento popular descolocó a la oposición patronal centroizquierdista que, impotente, viene reclamando una salida "ordenada y pacífica", pactada con la camarilla gobernante. La impotencia opositora y su hostilidad a la acción directa explica por qué se encaramó al frente del levantamiento un sector escindido del propio aparato policial de Aristide, al cual se habría sumado en los últimos días otro grupo, heredero del de la dictadura duvalierista.


Claro que en la oposición nucleada en partido "Plataforma Democrática" (PD) también está la burguesía que sostuvo a Francois Duvalier y a su hijo Jean Claude en la década del ‘80. Una de sus principales cabezas es Andy Apaid, de la Asociación de Industriales de Haití, cuyo padre, al frente de la camára patronal, era uno de los sostenedores de la dictadura de los "tontonmacoutes" (Corriere della Sera, 18/2). Apaid es uno de los dirigentes de PD y "está totalmente controlado y mantenido por los Estados Unidos" (Brecha, 13/2).


Esta oposición reivindica no tener ningún contacto con los líderes de la "rebelión violenta" y reclama el apoyo imperialista para desarmar a los grupos militares que la encabezan. El reclamo, sin embargo, va más allá de las imputaciones a los caudillos armados y su tenebroso pasado: "Temen que las puebladas acaben imponiéndose como herramienta de la alternancia en América Latina" (Página/12, 14/2). Es que por detrás de la descomposición del aparato militar del actual gobierno, lo que hay es una gigantesca pueblada, con manifestaciones sin precedentes que recorren el país, tal cual lo reconoció la misma oposición "constitucional".


Mientras tanto, los gobiernos caribeños son peones de Washington, y sus colegas del Sur del continente presentarán su intervención de fachada como una solución "latinoamericana" a la crisis. El gobierno de Jamaica, que dirigió días atrás una reunión de los países del Caribe por la crisis haitiana, "advirtió a la oposición que no fuerce las cosas (porque) cualquier cese inconstitucional del gobierno tendrá como resultado el no reconocimiento de aquel que lo sustituya" (Página/12, 14/2). Como en Bolivia, las "transiciones democráticas" son el recurso político para enfrentar y hacer retroceder a la revolución popular. Viva el levantamiento del pueblo de Haití. Fuera Aristide. Fuera la intervención imperialista.