Fuera la ‘Chiracaille’

Por una huelga política de masas


La juventud francesa está en pie de guerra contra el gobierno derechista de Chirac, Villepin y Sarkozy.


 


Un millón de jóvenes —respaldados por los trabajadores convocados por los sindicatos— manifestaron el 7 de marzo en París y en otras 175 ciudades. Cincuenta universidades están ocupadas. Las asambleas, los piquetes y las manifestaciones son cotidianas y se realizan con el apoyo activo, en muchos casos, de los trabajadores docentes y no docentes. Los secundarios participan activamente en las movilizaciones y se anuncia la inminencia de su entrada en huelga. Un plenario de representantes de las 64 universidades de Francia aprobó la realización de nuevas jornadas nacionales de acción para el 16, el 18 y el 23 de marzo.


 


Esta gigantesca movilización nacional de la juventud tiene una consigna central: la derogación del “contrato primer empleo” (CPE) y de la “Ley de igualdad de oportunidades” que acaba de hacer aprobar el gobierno. El CPE es un nuevo tipo de “contrato basura” por el cual todo joven menor de 26 años podrá ser contratado “a prueba” por un período de dos años, en los cuales podrá ser despedido sin ninguna causa ni indemnización. La “Ley de igualdad de oportunidades”, en la que está incluido el CPE, establece además la autorización para contratar aprendices desde los 14 años y la autorización del trabajo nocturno a partir de los 15…


 


Mediante este nuevo “contrato basura” (similar a otros que ya existen desde hace treinta años) y las nuevas normas sobre el “aprendizaje” y el trabajo juvenil nocturno, Villepin pretende extender, todavía más, la precarización del empleo. Existen en Francia cuatro millones de precarizados, la mayoría jóvenes. La desocupación —que entre los jóvenes llega al 25% (y hasta el 40% entre los no calificados)— fuerza a los trabajadores a aceptar empleos temporarios, precarios, basura, con salarios por debajo del nivel de la pobreza: el 80% de los nuevos empleos que se crea es en condiciones de precariedad.


 


Contra esto se han rebelado los jóvenes. Ahora en las universidades y en los colegios; en noviembre pasado, en los suburbios que rodean París. No se trata, sin embargo, de una rebelión puramente juvenil. Los jóvenes en la calle son la expresión más activa de una población explotada harta de la precariedad, la miseria y el desempleo. La movilización juvenil es tan fuerte que los propios presidentes de las universidades han reclamado la anulación del CPE.


 


Para echar leña al fuego, Villepin mandó a la policía a desalojar a los estudiantes que habían ocupado la universidad de La Sorbona y anunció que, pese a las protestas, mantendrá el CPE y la “Ley de igualdad”. No es la primera vez que un primer ministro se comporta como un matón frente a las movilizaciones populares; antes que Villepin lo intentaron Balladour (en 1994) y Juppé (un año después): todos cayeron derrotados.


 


La movilización de los jóvenes es un nuevo golpe demoledor a un régimen masivamente repudiado. En noviembre, la juventud de los suburbios en la calle; en mayo, los trabajadores con su voto por el No en el referéndum sobre la Constitución europea, mostraron que el gobierno está acabado quince meses antes de las elecciones. Es en este cuadro político que deben entenderse las comparaciones de la prensa del actual movimiento juvenil con el de mayo de 1968.


 


La rebelión juvenil es un poderoso llamado de atención a la izquierda, cuya principal preocupación política es la determinación de la candidatura para las presidenciales de 2007.


 


Para terminar con la precarización y el desempleo hay que terminar con el régimen político que los promueven: ¡Fuera el CPE! ¡Fuera la “Ley de igualdad de oportunidades”! ¡Fuera Chirac!