¡Fuera las tropas imperialistas de Irak!

¡Apoyo total a la resistencia popular iraquí por el fin de la ocupación!

1 La caída de Bagdad y del régimen del partido Baath marca un punto de viraje pero no pone un punto final a la guerra entre el imperialismo y las masas oprimidas.


La más poderosa maquinaria bélica del mundo, las fuerzas armadas imperialistas de los Estados Unidos asistidas por las tropas británicas, después de tres semanas de operaciones militares masivas y de bombardeos indiscriminados contra poblaciones civiles, finalmente entraron en la capital de un antiguo país colonial. Irak es un país cuyo PBI equivale al 15% del PBI del Estado de Washington. Y su presupuesto anual de defensa era de 1.400 millones de dólares, comparado con los 400.000 millones de los Estados Unidos. “Sólo los moralmente atrofiados pueden regocijarse con semejante victoria”, escribió correctamente Anthony R. Robison, “o presentarla, como hizo el vicepresidente norteamericano Cheney, como ‘una de las mayores campañas militares de la historia’” (Seattle Post-Intelligencer, 18 de abril de 2003).


Después de una gran victoria, las fuerzas del orden contrarrevolucionario acostumbraban declarar triunfalmente que “el orden reina”… en Varsovia, en París, en Berlín. Washington y Londres declararon después de que las tropas invasoras entraron en la capital iraquí, que habían traído “libertad” y “orden democrático” a sus víctimas. Realmente, ellos trajeron terror y caos. Después de que colapsó su ridículo intento de montar una patética “bienvenida de los liberados locales”, los invasores dieron la luz verde a los saqueadores y luego a los incendiarios: la capital de la civilización árabe vio sus invalorables tesoros culturales, monumentos, museos y bibliotecas vandalizados e incendiados bajo la supervisión de las hordas invasoras del nuevo Genghis Khan. El objetivo es obvio: los bárbaros yanquis buscan desmoralizar a la población iraquí y a sus defensores en todo el mundo. Pero sólo los impresionistas y los apologistas pueden aceptar la propaganda oficial del Pentágono norteamericano.


El nuevo orden imperialista mundial no reina en Bagdad.


2 Manifestaciones de odio popular y hostilidad a las fuerzas de ocupación se multiplican en cada lugar, en cada ciudad, desde Mosul a Basora, desde Bagdad a Nasiriya.


En la capital de Irak, sólo unos días después de la ocupación de la ciudad, una multitud manifestó reclamando “pan para todos, elecciones ya”. Manifestaciones diarias con la consigna “¡Yanquis go home!” (“¡Norteamericanos, vuelvan a su país!”) están teniendo lugar frente al Hotel Palestina, en Bagdad, el edificio usado como cuartel general por las fuerzas de ocupación norteamericanas, y hasta hace poco usado por los periodistas extranjeros, deliberadamente atacado por un tanque norteamericano.


Los soldados norteamericanos han abierto fuego para dispersar una manifestación en Mosul; veinte mil manifestaron en Nasiriya contra la reunión de los colaboracionistas con la ocupación organizada por los imperialistas; los Quislings1 iraquíes son enfrentados tanto por una multitud rebelada que los insulta, por ejemplo en el caso del títere Chalabi, como por los puñales del pueblo – en el caso del clérigo shiíta colaboracionista ejecutado en el interior de una mezquita en Najaf – . Ataques suicidas con bombas en los retenes y actos de guerrilla son reportados en todos lados, todos los días (por al Jazeera y otras cadenas árabes; Fox, CNN y las otras principales cadenas imperialistas prefieren mantener un bloqueo informativo sobre las novedades en el campo de batalla).


Las fuerzas de ocupación descubrieron la amarga verdad de que era mucho más fácil derrocar militarmente al régimen de Saddam que enfrentar y sojuzgar a todo un pueblo que odia a los asesinos seriales de sus niños y ancianos. Es extremadamente actual la declaración realizada por León Trotsky el 30 de junio de 1940, cuando las tropas de Hitler ocuparon la mayor parte de Europa: “De todas las formas de dictadura, la dictadura totalitaria de un conquistador extranjero es la más intolerable (…) un ejército de ocupación es desmoralizado en una atmósfera de hostilidad universal (…) Uno puede esperar con seguridad la rápida transformación de todos los países conquistados en depósitos de pólvora”.2


La desmoralización en el ejército de ocupación imperialista comenzó durante la propia guerra. El Christian Science Monitor (17/4) citó a un soldado de la Tercera División de Infantería que declaraba que “a falta de una palabra mejor, me siento casi culpable por la masacre. Matamos y arruinamos a un montón de gente. Eso te hace preguntarte cuántos eran inocentes. Eso nos quita algo de nuestro orgullo. Ganamos, pero ¿a qué precio?”.


Irak se ha transformado actualmente en un barril de pólvora y con él, toda la región de Medio Oriente. El imperialismo norteamericano deberá enfrentar una Intifada a escala iraquí, que puede superar lo que las fuerzas sionistas de ocupación ya han experimentado en Cisjordania y Gaza.


Un proyecto neo-colonizador no puede sino seguir las líneas de fragmentación, de acuerdo con las líneas étnicas, de este país árabe multiétnico y multicultural; al mismo tiempo, la opresión colonial crea condiciones para una lucha unificada, donde todos los grupos étnicos oprimidos se unan para combatir al enemigo común. La mayoría shiíta, no sólo en el sur y en la heroica resistencia de Basora sino también en Bagdad, ya ha mostrado su hostilidad a los invasores anglo-norteamericanos y compite con la de los sunnitas. Una multitud de shiítas y sunnitas se suma a las manifestaciones diarias en la capital. También el norte está desestabilizado. Los kurdos pagarán otra vez un alto precio por la capitulación de sus direcciones que actuaron como mercenarios de Bush y Blair en nombre de las legítimas aspiraciones nacionales kurdas, que ahora son traicionadas una vez más. El régimen de ocupación norteamericano ha puesto bajo control militar Mosul, Kirkuk y los otros campos petroleros y actuará para abolir incluso la relativa autonomía hasta ahora existente en el Kurdistán. Washington busca un nuevo “entendimiento” con Ankara por el futuro de la región, cerrando la brecha abierta por la guerra. Si no se alcanza un acuerdo, entonces Turquía, un bastión mayor de la hegemonía norteamericana en Medio Oriente, los Balcanes y el Cáucaso, y el eje Ankara-Tel Aviv, están en peligro, en el momento en que la pesadamente endeudada economía turca está en bancarrota y su sistema político está en crisis. En caso de un acuerdo, el choque de las fuerzas norteamericanas y turcas con los kurdos es inevitable, con graves implicaciones tanto en Irak como en Turquía.


Los invasores anglo-norteamericanos, en la primera fase de la guerra, pagaron un alto precio por el hecho de haber fetichizado sus armamentos de alta tecnología y haber subestimado políticamente el “factor humano”, a su enemigo y las reacciones populares. Ahora están enredados en un laberinto de contradicciones políticas insolubles tanto en Irak como en toda la región.


La masiva presencia militar del imperialismo norteamericano en el corazón de Medio Oriente no resolverá por sí misma estas contradicciones. La guerra todavía continúa en la devastada Afganistán, más de un año después de que las tropas norteamericanas declararon la victoria y establecieron un gobierno fanta sma, que no controla más que una parte de Kabul. El control militar de Irak será mucho más difícil. Los límites de la eficiencia de la maquinaria bélica imperialista quedaron demostrados más allá de toda duda, incluso en la batalla por el control de las más pequeñas ciudades árabes de Irak, como el puerto de Um Qasr. La parte más difícil para los invasores comienza después de su victoria provisional y parcial.


3 Al ocupar Irak, el imperialismo norteamericano plantea redibujar todo el mapa político de Medio Oriente, un proyecto mucho más ambicioso, arrogante y difícil que la conquista y control de un país árabe. La arrogancia ciega: el gobierno de Bush, inmediatamente después de la caída de Bagdad, comenzó con sus amenazas de guerra y presiones sobre Damasco.


El objetivo directo es llevar a la capitulación al régimen sirio, obligándolo a terminar con cualquier apoyo a los luchadores del Hezbollah en Líbano, que han echado de su país tanto a las tropas norteamericanas como a los sionistas, así como también rendirlo a los términos sionistas en las cuestiones palestina y de los Altos del Golán.


Una guerra contra Siria no puede desarrollarse sin involucrar a Israel, algo que tanto Bush padre como hijo intentaron evitar en las guerras contra Irak, tanto en la de 1991 como en la de 2003. Si el ejército sionista interviene directamente, la “hoja de ruta para un Estado palestino” prometida por Bush (h) al comienzo de la guerra para esparcir ilusiones entre los árabes y para intentar terminar con la Intifada palestina a través de una suerte de proceso de Oslo II, estará comprometida; sobre todo, una confrontación con Siria no puede sino extenderse a una nueva confrontación generalizada en Medio Oriente, con consecuencias desconocidas.


Antes que poner un punto final a la Intifada, el nuevo estadío de la agresión norteamericana en la región desestabiliza todos los regímenes árabes tradicionales proimperialistas y a las clases dominantes locales, en particular en Egipto, Arabia Saudita y el protectorado sionista de Jordania. Después de la nueva guerra, las divisiones dentro de los regímenes árabes y entre estos regímenes y los pueblos se están profundizando rápidamente en toda Arabia Oriental y en Irán, tradicional enemigo de Irak así como también socio en el “eje del mal” de Bush.


La “paz” imperialista no es más que la continuación de la guerra por otros medios. La Doctrina Bush que declara una “guerra indefinida contra el terrorismo” está llevando a más guerras coloniales, guerras civiles, levantamientos antimperialistas y rebeliones populares que abrazan a toda la región y que se extienden internacionalmente.


4 En el actual período interino de “paz” imperialista, todos los buitres del capital, en primer lugar los imperialistas “pacifistas” franceses y alemanes y la Unión Europea, vienen a reclamar su participación en los despojos de la guerra en nombre de la “reconstrucción” de Irak y bajo la cobertura de un papel “humanitario” central para las Naciones Unidas.


Schroëder se reunió con Blair en Hanover para enterrar (para los tiempos por venir) las disputas del pasado y hacer un acuerdo para el futuro; Chirac mantuvo una conversación telefónica de veinte minutos con Bush intentando persuadirlo acerca del “enfoque pragmático” de Francia; y la reunión de la Unión Europea en Atenas, que celebraba su extensión a diez nuevos miembros, incluyendo los satélites pro-norteamericanos de Europa Oriental, lanzó una declaración de la presidencia, nominalmente en manos del gobierno griego de Simitis, que fue realmente bosquejada, y acordada por Francia, Gran Bretaña, Alemania y España e impuesta a todos los otros estados miembros de la UE, enterrando los viejos desacuerdos sobre la guerra y pidiendo una participación en el pillaje de la posguerra.


Arrogantemente, Estados Unidos rechaza cualquier concesión y reclama a Alemania, Francia y Rusia “cancelar sus reclamos sobre la deuda iraquí como una contribución a la reconstrucción del país…”. Los antagonismos interimperialistas, que emergieron antes de la guerra y que son manifestaciones de la crisis sistémica que los ha generado, no han desaparecido sino que, bajo una forma encubierta, continúan desarrollándose y agudizándose.


El cínico papel del “eje de la paz” franco-alemán y la subordinación política de la internamente dividida Unión Europea a los Estados Unidos desnuda a todos aquellos en la izquierda europea y en la “extrema izquierda” – incluyendo a la élite reformista que organiza el Foro Social Europeo, Attac, el ala derecha del movimiento contra la globalización capitalista, y sus aliados en el Secretariado Unificado – , que alabaron el papel “pacifista” de la Unión Europea e intentaron atar al movimiento a la cola del imperialismo europeo. La guerra ha expuesto a aquellos que, como Bernard Cassen, el fundador de Attac-Francia y todavía figura dominante en él, deploraron el hecho de que la lucha contra la guerra y no la “visión de una nueva Europa social y democrática” dominaron la reunión del Foro Social Europeo de Florencia (Italia), y la marcha de un millón de manifestantes del 7 de noviembre de 2002; o a aquellos que, como Michael Hardt, coautor de Imperio, criticaron el hecho de que el movimiento contra la globalización se encuentra fundido y haya sido superado por el movimiento contra la guerra y el imperialismo norteamericano.


5 Un acontecimiento de significación histórica fue precisamente la emergencia de un movimiento contra la guerra sin precedentes, que envolvió a decenas de millones de personas, particularmente entre la generación más joven, en una acción política constante. Siguiendo al hito histórico de las manifestaciones mundiales del 15 de febrero, el movimiento contra la guerra también dio expresión a todas las ofensas y a toda la bronca social por el devastador impacto de la prolongada crisis capitalistas sobre los empleos, los salarios, las jubilaciones, la educación, las condiciones de vida de la clase trabajadora, la juventud y las masas populares en todos los países capitalistas, tanto en el “centro” como en la “periferia”. Es esta profundidad social lo que le dio ímpetu a la mayor rebelión contra la guerra desde los tiempos de Vietnam, e incluso desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Este movimiento ha llegado para quedarse y necesita ser desarrollado hacia una lucha revolucionaria de las más amplias masas para derrocar a los gobiernos capitalistas y al sistema que genera esta ola de guerras bárbaras y cada vez más catastróficas.


Las causas de la guerra y de la rebelión social contra ella no son coyunturales sino estructurales, profundamente enclavadas en las contradicciones mundiales del capitalismo que hunden a todo el sistema de conjunto, incluyendo su parte más fuerte y hegemónica, el capitalismo norteamericano, en la crisis y en la declinación histórica.


6 El robo masivo de la riqueza petrolera iraquí no puede dar una salida a la crisis de sobreacumulación de capital sin precedentes que golpea a los Estados Unidos, Europa y Japón y alimenta las tendencias a la depresión y a la deflación. Cuando el valor ficticio total de los derivados financieros en la ec onomía norteamericana alcanza el techo de 128 billones de dólares y cuando el producto bruto norteamericano es de alrededor de 10 billones, esta distancia cercana a las doce veces es un indicador de la declinación y el parasitismo del capitalismo norteamericano en la economía mundial. Da también una imagen de la urgente necesidad que lleva al imperialismo norteamericano a imponer una nueva forma de dominación mundial en el caótico mundo de la posguerra fría contra todos sus competidores y sus rivales potenciales. El delirio del llamado “Proyecto por un nuevo siglo norteamericano” (PNAC, según su sigla en inglés) de la mafia “neo-conservadora” de Pearle, Wolfowitz, Rumsfeld y Cheney, cuyo bosquejo fue terminado alrededor de 1997, el año del crash mundial centrado en Asia, tiene una lógica en su locura: la lógica de un sistema social que se ha vuelto históricamente agotado e irracional. No es un accidente que incluso en los círculos de Wall Street, informa el Financial Times, la cruzada de los Estados Unidos por la hegemonía mundial es calificada como “decadencia hegemónica”.


Como ha enfatizado el Movimiento por la Refundación de la IV Internacional desde el comienzo, la “serie indefinida de guerras” prometida por el gobierno de Bush hijo está causada por la crisis capitalista mundial. No es ni una manifestación del “ascenso irresistible de una superpotencia mundial única, sin rivales” ni “una reacción iniciada por los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington”. El 11 de septiembre aceleró los acontecimientos; no cambió su dirección. La burbuja financiera había estallado en Wall Street mucho antes y la debacle de la Enron, coincidiendo con el default de Argentina, el mayor en la historia mundial del capitalismo, demostró claramente que la crisis capitalista mundial había entrado en una nueva e irreversible fase, así como también que el centro de la crisis mundial estaba en los propios Estados Unidos. La “guerra contra el terror de duración indefinida” del imperialismo norteamericano es un intento de rediseñar todas las relaciones entre las clases y entre los Estados de acuerdo a las urgentes necesidades y a la declinación del capitalismo norteamericano y mundial. Y la crisis se profundizará más en el próximo período, como ha anunciado oficialmente el FMI.


7 Esta incesante campaña guerrera es acompañada por una represión estatal permanente, por medio de una guerra contra las libertades civiles y todos los derechos democráticos y sociales de los trabajadores y los explotados en los propios Estados Unidos. La “Ley Patriótica II” está en la agenda en los Estados Unidos y una nueva serie de leyes “antiterroristas” están siendo introducidas en los países de la Unión Europea. Como muestra el caso del gobierno “socialista” de Grecia, los nombres y las huellas digitales de los jóvenes, particularmente de los niños en edad escolar, arrestados durante las recientes manifestaciones contra la guerra, fueron inmediatamente comunicados a la Interpol, a todas las agencias de inteligencia europeas y al FBI. Indudablemente, es un signo de los preparativos del Estado capitalista y de la burguesía para enfrentar, en una lucha de c lases internacional que se agudiza, a las nuevas fuerzas que se han sumado masivamente a la actividad política en el último período.


La clase obrera, y particularmente su vanguardia revolucionaria, también deben prepararse.


Más de una década después del colapso de la Unión Soviética, el capitalismo mundial no puede rejuvenecerse, resolver su crisis ni abrir una nueva etapa de desarrollo histórico, que supere su declinación histórica. La globalización financiera ha fracasado en detener el desenvolvimiento de las contradicciones capitalistas y su explosión, que lleva a una interminable serie de devastadoras catástrofes bélicas, desde la previa guerra en el Golfo y las guerras que destruyeron Yugoslavia hasta Afganistán, Irak y más allá.


Desde su reunión de Génova, en 1997, los partidos y organizaciones trotskistas que lanzaron la campaña por la refundación de la IV Internacional, enfatizaron la necesidad de responder a la intensificación de la crisis capitalista por medio de la lucha por el reagrupamiento de la vanguardia en todo el mundo en una Internacional revolucionaria de los trabajadores, que lucha por continuar y completar la tarea iniciada por la Revolución de Octubre de 1917, el primer acto de la revolución socialista mundial.


La guerra actual y la lucha en curso en Medio Oriente e internacionalmente hace esta tarea aún más urgente que antes.


• Fin de la ocupación de Irak. Fuera las tropas imperialistas de Irak y de todo Medio Oriente.


• Desmantelamiento de todas las bases norteamericanas, de la Otan e imperialistas.


• Solidaridad y apoyo total a la resistencia iraquí. No a la colonización. Abajo el gobierno de los Quisling iraquíes. Por un gobierno de los trabajadores y los campesinos en Irak.


• Abajo la colaboración de las direcciones kurdas con el imperialismo. Sólo la unidad en la lucha con el pueblo iraquí para derrotar a los invasores puede asegurar el derecho a la autodeterminación del pueblo kurdo.


• Por la rebelión del pueblo árabe. Por la unidad de todas las masas oprimidas en todo Medio Oriente, del Atlántico al Golfo, de Palestina y el Kurdistán a la Península Arábiga e Irán para derrotar al imperialismo. Por una Federación Socialista de Medio Oriente.


• Abajo el sionismo. Por la victoria de la Intifada. Abajo todos los esquemas imperialistas para estrangular al movimiento de liberación palestino y fragmentar al pueblo palestino en Bantustanes.3 Por el derecho a la autodeterminación nacional del pueblo palestino. Por una Palestina laica y socialista en todo su territorio histórico, donde árabes palestinos y judíos puedan vivir juntos en paz.


• Defensa de Corea del Norte, Siria e Irán frente a la intervención imperialista.


• Desmantelamiento de la base y prisión de Guantánamo. Libertad a todos los prisioneros del imperialismo. Abajo la “ley patriótica”, todas las legislaciones “terroristas” y los Estados policiales. Fuera las manos de las libertades civiles y de los derechos sociales de los pueblos.


• Por la independencia política de la clase obrera y sus aliados en el movimiento contra la guerra de todos los imperialismos y las agencias burguesas. Abajo el imperialismo norteamericano y europeo. Abajo la Otan y la Unión Europea. Por los Estados Unidos Socialistas de Europa.


• Derrotar las intervenciones norteamericanas en América Latina. No al “Plan Colombia”. Defender la revolución venezolana. Derrotar las provocaciones imperialistas norteamericanas contra la revolución cubana. Por un nuevo Argentinazo. Por la extensión de la revolución argentina a toda América Latina y su unidad socialista.


• Abajo todos los gobiernos capitalistas de los guerreristas y sus cómplices. Por el poder de los trabajadores, única garantía de la paz.


• Por la revolución socialista mundial, la única alternativa a la barbarie del capitalismo en decadencia.


• Por la refundación de la IV Internacional, el partido mundial de la revolución socialista.


 


18 de abril de 2003