¡Fuera Toledo!

El pasado 15 de julio, se realizó la huelga nacional convocada por la Central General de Trabajadores de Perú (CGTP). La jornada fue un día de lucha que abarcó a todo el país, especialmente a las ciudades del interior, con corte de rutas, quema de gomas y actos en las principales plazas de los centros políticos del país.


Antes del paro, el odio popular a Toledo se verificaba en que contaba sólo con el apoyo del 6 por ciento de la población peruana. Todo el aparato represivo (Policía y Ejército) fue movilizado para amedrentar a los huelguistas y a los manifestantes. A pesar de ello, “la mayoría de los colegios de Lima estaban vacíos y las calles de la capital se parecían a los de los días feriados”. El paro convocó al 75 por ciento de la población limeña y al 90 por ciento de los trabajadores de las ciudades del interior del país.


La huelga, que inicialmente se convocó para que el “neoliberal” de Toledo “cambiara la política económica”, culminó con el reclamo de las masas movilizadas de “Toledo, lárgate ya”. Efectivamente, “la dimisión del Presidente no figuraba en la lista de reivindicaciones” (La República, 16/7), pero fue impuesta por el reclamo de los huelguistas movilizados. Los manifestantes, “que no tenían por qué atender a prudencias tácticas, sí que pedían la dimisión del mandatario” (El País, de Madrid, 16/7).


La CGTP plantea convocar a una Asamblea Constituyente “para modificar la Constitución heredada del gobierno autoritario del ahora prófugo ex presidente Alberto Fujimori”.


Para los diarios peruanos, el paro ha abierto una nueva etapa política, en la que “Perú se encamina peligrosamente por el sendero que transitan varios países latinoamericanos como Bolivia, Ecuador o Venezuela, donde la demanda nacional, por encima de las reivindicaciones específicas, es la renuncia del Presidente” (La República, ídem).


Toledo ha comenzado a transitar el camino de Sánchez de Lozada en Bolivia, y antes, de De la Rúa en la Argentina.


La burguesía peruana y el imperialismo buscan cerrar filas y emplazar a la oposición, incluyendo a la CGTP y a la izquierda, para que se encuadre detrás de una salida política a la crisis, que preserve al régimen político.


La burguesía exige que Toledo acabe su mandato, “porque son las urnas y no las huelgas las que nombran Presidente”.


Las masas, por su lado, reclaman la intensificación de la lucha, hasta la renuncia de Toledo.


La huelga y la movilización de los trabajadores peruanos han abierto una crisis política en la que se plantea la caída de Toledo.