Fusilamientos en Cuba

Nadie desconoce, no ya el bloqueo económico que dura cuarenta años, sino las provocaciones constantes del imperialismo norteamericano contra Cuba. Estas provocaciones tienen ahora una dimensión aun más peligrosa como consecuencia de la invasión norteamericana a Irak. Mientras restringe la inmigración legal a los Estados Unidos, el gobierno yanqui estimula la que tiene un carácter clandestino, al punto que otorga de inmediato la ciudadanía a aquéllos que llegan a sus orillas mediante la salida ilegal de Cuba e incluso cuando apelan a la extorsión y al secuestro.


Estas provocaciones se han acentuado en el último tiempo como consecuencia de las acciones del representante norteamericano en Cuba, que se dedica a estimular y financiar la disidencia con el gobierno de la Isla.


Nada de esto, sin embargo, justifica el fusilamiento de tres personas que secuestraron un barco para escapar de Cuba, ni las penas de decenas de años que se les dio a los disidentes. Un secuestro sin víctimas no justifica el ajusticiamiento, ni la disidencia política justifica la cárcel. Cuba no se encuentra en guerra civil y su gobierno ejerce plenamente la dominación política legal y real. La provocación yanqui debe ser enfrentada políticamente: echando al representante yanqui, denunciando en todos los foros internacionales sus provocaciones, exigiendo el pronunciamiento de los gobiernos y de las organizaciones populares. En Cuba, el clero católico realiza una campaña sistemática contra la revolución, pero no sufre sanciones porque está amparado por los acuerdos con el Vaticano luego de la visita, hace dos años, del Papa.


Independientemente de la acción de unos y de las opiniones de los otros, los fusilamientos y las abusivas penas de prisión equivalen a victimizar al pueblo cubano por las provocaciones del imperialismo y por el callejón sin salida de la propia política del gobierno cubano.


A diferencia del escritor stalinista Saramago, nosotros no decimos “hasta aquí llegamos”, porque nunca fuimos incondicionales del régimen burocrático y bonapartista de Cuba, pero sí defensores incondicionales de la revolución cubana y del Estado que protege varias de las conquistas fundamentales de esa revolución.