La primera ronda de negociaciones en El Cairo fracasó por la negativa israelí a conceder cualquiera de las demandas de la delegación palestina, inclusive las más elementales. Esto redundó en un reinicio de los bombardeos y ataques contra el pueblo de Gaza, en tanto que Hamas demostró que conserva poder de fuego al lanzar más de 60 cohetes en pocas horas.

El radio de resistencia a la agresión sionista, mientras tanto, se ha ampliado. El 7 de agosto hubo nuevas protestas en Cisjordania, cuya represión dejó un muerto y más de 50 heridos. En Amman, capital de Jordania (país de población mayoritariamente palestina), 15.000 personas se movilizaron en apoyo a Hamas y al pueblo gazatí, convocadas por los Hermanos Musulmanes. La simpatía se extiende a los jordanos no palestinos y, al igual que en Egipto, se registran en el país colectas populares de alimentos y dinero para los gazatíes.

Cerco y sometimiento

Israel exigió en las reuniones de El Cairo el desarme de Hamas. Estos, por su parte (que integran la delegación palestina junto a Al Fatah y la Jihad Islámica), reclamaron el levantamiento del bloqueo israelí (y egipcio), la liberación de presos y la construcción de un puerto marítimo para Gaza. Para algunos círculos, incluso sionistas, este plan debería quedar bajo el control de la Autoridad Palestina (AP). Según un observador, “la AP en la frontera podría ser esgrimida como una ganancia para todos: Hamas rompe el bloqueo; la AP vuelve a estar en funciones en la Franja; Israel no cede demasiado; los habitantes de Gaza tienen un respiro, y Egipto es el héroe” (La Nación, 31/7). El columnista sionista, Thomas Friedman, propone que se reconozca un gobierno de unidad en la Franja bajo la dirección de la Autoridad Palestina. El diario israelí Haaretz plantea lo mismo, incluyendo a Cisjordania en el paquete. El régimen sionista, por el contrario, lanzó la invasión para quebrar la unidad de Hamas y Fatah. Lo mueve la expulsión de la población árabe y la colonización entera de Palestina. Asimismo, la Autoridad Palestina se encuentra desacreditada por su colaboracionismo. Obama ha reconocido que el conflicto la ha “debilitado” y que podría haber perdido la confianza de su población. “Tenemos que reconstruir eso”, enfatizó (El País, 7/8).

Gustavo Montenegro