Golpe imperialista en Haití

El derrocamiento del presidente Aristide ha dado lugar a una crisis de alcance internacional de características inesperadas. Haití ha sido ocupada por fuerzas militares norteamericanas, francesas, canadienses y latinoamericanas. Mientras que la versión diplomática oficial de los acontecimientos, hasta la víspera del desenlace, presentaba a la intervención extranjera como una demanda de Aristide para detener la marcha de un golpe (en una variante de lo que hiciera el ex presidente de EE.UU., Clinton, que repuso a Aristide en el gobierno con el respaldo de 20.000 ‘marines’), la intervención tuvo finalmente lugar para echar a Aristide del gobierno. Solamente en las horas previas a lo que ya era un resultado cantado, el llamado "bloque negro" del Congreso norteamericano pidió una audiencia a Bush para reclamarle que no derroque a Aristide. Del lado del partido Demócrata intervinieron a favor del destituido personas destacadas como Kerry y Edwards, además de una campaña previa de la diputada Walters y del diputado Rangel. La pequeña Haití se convirtió, de este modo, en un nuevo punto de conflicto en la campaña electoral norteamericana, en la cual la oposición acusa al oficialismo de "unilateralismo" y "desprecio" por la "convivencia internacional".


Que Haití se ha transformado en una caja de resonancia de una crisis al interior del propio imperialismo lo prueba un furibundo artículo de Jeffrey Sachs, un economista con gran difusión mediática que se destacó en la aplicación de los planes ‘neo-liberales’ en Bolivia, a finales de los 80, y que fue una de las principales espadas de la privatización en masa en la ex Unión Soviética. Pues bien, este Sachs denuncia a la ‘mafia’ del gobierno republicano, integrada por los anti-castristas Otto Reich y Manuel Noriega, de haber conspirado durante casi dos años contra Aristide y de haber financiado tanto a la "oposición democrática" como a los bandidos que ingresaron desde la República Dominicana para ir asaltando comisarías y pueblos en el oeste del país. La afirmación del presidente Hugo Chávez de que él no era "un Aristide" convirtió a la tesis de un golpe fascista motorizado por Bush en la posición más o menos general de la izquierda latinoamericana y en una delimitación internacional concreta. De acuerdo con Sachs, el golpe pretende convertir a Haití en una plataforma exportadora de productos de poco valor agregado, que se serviría de un régimen laboral y salarial lindante con la esclavitud (‘sweats-shops’).


A lo dicho se añade el igualmente sorprendente protagonismo francés, que incluso dio la impresión de haber ’empujado’ a los yanquis a intervenir. No faltaron los comentarios que señalaron la reconciliación franco-norteamericana luego de la crisis por Irak. Es claro que Francia es una potencia imperialista en las Antillas, pues domina Martinica y Guadalupe y tiene intereses en Haití. Habría que ver si estas son razones suficientes para apoyar un golpe calificado de fascista en las vísperas de las elecciones francesas del mes que viene.


Para agregar un poco de confusión, si no a los acontecimientos a la versión que corre de ellos, izquierdistas como el norteamericano James Petras han sido citados en Página/12 sosteniendo que Aristide era un gobierno antiobrero y proimperialista, repuesto en el poder por los ‘marines’ y con algunos acuerdos firmados con el FMI. En la llamada "oposición democrática" no solamente participan empresarios negreros y fondomonetaristas, sino también una "coordinadora" de sindicatos, centros de estudiantes y numerosos desertores del partido de Aristide, Lavalas.


Sea como fuere, la intervención extranjera tiene un carácter imperialista, no solamente para Haití sino para toda América Latina. De la misma manera, la presencia de la centroizquierda en la oposición a Aristide no le da a ésta un carácter progresista; en este aspecto Haití también se parece a Venezuela, donde una parte del centroizquierdismo y hasta del maoísmo milita en el campo de los fascistas ‘escuálidos’. Algunos sectores centroizquierdistas plantean que hay que reclamar la reposición de Aristide, lo que supone que la vigencia del mandato constitucional podría suscitar una movilización contra la invasión. No parece ser ésta, sin embargo, una apreciación realista de la situación política y del pueblo. El fracaso y desprestigio de Aristide conjuntamente con los atropellos de la derecha, nos llevan a plantear la expulsión del imperialismo y de los fascistas y la convocatoria de una asamblea constituyente.


La denuncia de Aristide de que fue secuestrado por militares yanquis y la falta de cohesión de la oposición, que amenaza derivar en un gobierno de ‘grupo de tareas’, ha puesto de manifiesto las enormes contradicciones de la ocupación militar, en especial por su repercusión en los países latinoamericanos, en Francia y en Estados Unidos. Las Naciones Unidas votaron la intervención sin que se escuchara la oposición de los ‘amantes de la patria’, o sea Lula y en especial Kirchner. El gobierno argentino declaró, en un principio, que es cuando por otra parte importan estas declaraciones, que podría mandar tropas a Haití en el marco de la ONU. Sin embargo, si el imperialismo no encauza la crisis es más que probable que el dúo argentino-brasileño sea llamado a sacarle las papas del fuego.