Golpe y contragolpe en Grecia, “la solución Rajoy”

El presidente francés, Sarkozy, se declaró “sorprendido” por la decisión del gobierno de Grecia de llamar a un referendo sobre los planes de austeridad que le impone -sin remedio, desde hace dos años- la ‘troika’ compuesta por el Banco Central Europeo, la Unión Europea y el FMI. El último referendo en Europa, hace unos veinte meses, decidió anular la deuda externa de Islandia -por 98 contra 2 por ciento.

El nuevo paquete que debía aprobar Grecia estaba varias veces envenenado, pues le exigía despedir a treinta mil empleados del Estado, privatizar industrias y servicios, y para colmo hacerse cargo de ‘nacionalizar’ la banca griega, la cual se encuentra quebrada (o sea: se deben hacer cargo de la pérdida). El canje ofrecido por la ‘troika’ para esta dosis de ‘austeridad’ era igual a cero, porque la prometida reducción de un 50% no pasa de un proyecto vago -el cual no pone remedio a la situación de quiebra de las finanzas públicas- y porque la creación de un Fondo de Rescate de hasta un billón de euros no ha salido de la fase imaginativa. Políticamente, la exigencia de la ‘troika’ tenía un solo y único significado: despachar al gobierno que encabeza Papandreu, disolver el Parlamento y transferir el gobierno a la derecha por medio de nuevas elecciones. Papandreu respondió a esta iniciativa golpista con la convocatoria a referendo, pero sin ponerle fecha. Con este planteo, ha pedido un “voto de confianza” al Parlamento. El viernes podría pasar a mejor vida si pierde la votación. Lo único que ataja el temor a destituirlo, luego del llamado al referendo, es que detone una rebelión popular. Grecia viene coqueteando desde hace tiempo con una crisis revolucionaria -quizá logre su propósito.

No debe pensarse, sin embargo, que Papandreu no tiene quién lo respalde. La salida de Grecia de la zona euro podría ser bien vista por Gran Bretaña y por otros gobiernos de la Unión Europea que no participan de la moneda común. Las propuestas para que los países que sí están en la zona euro converjan en un Tesoro común, el cual estaría condicionado por Alemania, son vistas fuera del continente como un acaparamiento del mercado europeo en perjuicio de los países de la Unión Europa que han conservado sus monedas nacionales. Esta situación ya ha desatado una conspiración por parte de la derecha de los conservadores británicos, quienes reclaman un referendo para decidir si siguen en la Unión Europea. Los griegos suelen comparar, por estos días, la ignominiosa ocupación nazi-alemana de su país con los ‘planes’ que les quiere imponer la germana Merkel; pero Grecia ha sido ocasionalmente una colonia alemana y, en forma permanente, una de Inglaterra, que incluso impuso su independencia entre 1825 y 1830 (luego fue relevada por Estados Unidos a partir de los años ’50 del siglo pasado). Otro respaldo a Papandreu parece venir de Estados Unidos, que interpreta la extorsión de los griegos a la ‘troika’ como un factor que podría forzar a Francia y Alemania a lanzar el Fondo de Rescate de Europa, cuyo financiamiento se haría con la colocación de deuda pública conjunta en los fondos de inversión norteamericanos. El episodio del referendo griego se juega en el tablero de una disputa mundial. Los chinos ya han dicho que no financiarán ese Fondo Europeo si Europa no le otorga ventajas comerciales y la posibilidad de comprar empresas y bancos europeos. La Cámara de la Industria de Alemania y los bancos ya han respondido con un civilizado ‘niemand’.

La ‘operación Rajoy’ es una fantasía de la ‘troika’ que visualiza a la transición entre el ‘socialista’ Rodríguez Zapatero y el franquista Rajoy como un modelo para ‘gestionar’ en toda Europa la crisis política que emerge como consecuencia de la bancarrota capitalista. Los italianos, concretamente, no saben cómo usarla, pues la oposición a Berlusconi está fragmentada y carece de apoyo social, mientras los aliados del proxeneta no quieren saber nada de una ‘unión nacional’ con ella. La ‘troika’ podría descubrir también que su operación española podría naufragar por completo inmediatamente después de que asuma Rajoy, dado el implacable descenso de la economía española a los infiernos y la tendencia de su juventud a la rebelión.

La tendencia a la declaración de bancarrota del capital continúa, por otra parte, implacable. La elevación de la tasa de interés de la deuda pública de Italia a nivel de quiebra (400 puntos de riesgo-país sobre Alemania) está paralizando las transacciones financieras, que a ese nivel de riesgo reclaman mayores garantías (las que nadie, sin embargo, puede ofrecer). El mismo efecto está produciendo, pero en Estados Unidos, la quiebra de una firma corredora de Bolsa fuertemente comprometida con la deuda europea, que ocurrió la semana pasada. Aún se teme que pueda desencadenar una onda de quiebras.

Aunque la crisis europea y el derrumbe de las Bolsas ocupa la atención de la prensa internacional, el plato fuerte lo ha servido China con el anuncio del derrape del precio del cobre. Esta materia prima es el indicador más fuerte del nivel de inversión industrial de ese país, el que obviamente se ha derrumbado como consecuencia, entre otras cosas, de la crisis inmobiliaria (construcción). Esta caída forzó una renegociación de todos los contratos de compra, en especial por parte de la siderurgia, y el pasaje a un régimen de contratos al día (‘spot’). La novedad golpeó a la minera más importante del mundo, Vale do Rio Doce, cuyos ingresos son la principal fuente de financiamiento de la economía brasileña. Los apologistas del capitalismo han venido contraponiendo la ‘bancarrota capitalista” en los países desarrollados a la ‘explosión de desarrollo capitalista’ de los países rezagados, e imaginan un futuro del capitalismo arrastrado por estos últimos. Los acontecimientos van zanjando el veredicto sobre esta contraposición de caracterizaciones. Al cabo de veinte años de restauración capitalista en naciones tan decisivas como China y Rusia, resulta claro que su condición de salida para la sobreproducción capitalista mundial ha ido paralela con una intensificación de esa sobreproducción como resultado de su incorporación al mercado mundial. Estamos en el siglo XXI, en plena declinación histórica del capitalismo; no en los siglos XVIII y XIX, cuando la ampliación de la frontera geográfica del capitalismo era impulsada por un sistema social que tenía adelante todo por hacer. Antes de revigorizar las posibilidades de esas economías en transición como una salida para el capital, la economía mundial deberá atravesar una purga gigantesca -preñada de crisis políticas, guerras y revoluciones.

Aquella contraposición entre bancarrotas y desarrollos nos lleva a otra: mientras que en los países avanzados el proletariado asimila en forma pasiva la crisis y recula ante la ofensiva del capital, en China se registra una persistente ofensiva obrera que ha dejado ya importantes conquistas (desde aumentos salariales imponentes hasta el reconocimiento de las organizaciones sindicales autónomas en numerosas empresas). El aliento del proletariado sopla con mayor intensidad en los países que ‘crecen’ que en los países que ‘retroceden’, pero el capital teme por su cabeza más en estos últimos, porque la crisis arrastra a la miseria al conjunto de la población. Se trata, claro, de diapositivas diferentes de una misma película.