Gran Bretaña: rebelión obrera contra Blair

Un millón de empleados municipales de toda Gran Bretaña –docentes, de la salud, de los consejos municipales, recolectores de residuos, bibliotecarios, etc.– protagonizaron el miércoles 17 la primera huelga nacional en los últimos veinte años. La paralización fue enorme, al punto que fue descripta como “la mayor huelga en Gran Bretaña desde la huelga general de 1926” (London Evening Standard, 18/7). La comparación es significativa: la de 1926 fue la mayor huelga de la historia del movimiento obrero británico.


Un día antes del miércoles 17, la huelga de los trabajadores del subterráneo había paralizado Londres. Días más tarde, una huelga de camioneros dejó sin nafta a las estaciones de servicio en todo el país. También los metalúrgicos, los postales y los ferroviarios amenazan con ir a la huelga.


Estas “huelgas en serie” están provocando un terremoto político porque revelan que la “paz social” se terminó: son huelgas “duras” (Le Monde, 19/7) que reflejan un rechazo obrero al laborismo “nunca visto desde mediados de los años 80” (Financial Times, 18/7). La prensa destaca un giro profundo en el estado de ánimo de los trabajadores: “hartos” de la política de flexibilización, rebaja salarial y privatizaciones y “exasperados” y “rabiosos” por los intentos oficiales de profundizarla. Los trabajadores del subte pararon contra el plan oficial de privatización; los municipales, además del reclamo salarial, pararon contra los planes gubernamentales de privatización parcial de la salud y la educación públicas; los ferroviarios reclaman la renacionalización del servicio; los metalúrgicos repudian los planes oficiales de “reforma jubilatoria”.


La rebelión obrera contra el gobierno se manifiesta al interior de los sindicatos: en los últimos meses, fueron desplazados viejos burócratas “blairistas” en ferroviarios (RTM), empleados públicos (PCS), correo y telecomunicaciones (CWU), periodistas (NUJ), y en el sindicato de bomberos; su lugar fue ocupado por una nueva camada de dirigentes, “más izquierdista, radical y partidaria del enfrentamiento con el gobierno” (Financial Times , 18/7). En otro gran sindicato, el del transporte (T&GWU), militantes de izquierda han ganado posiciones relevantes en recientes elecciones parciales.


En la misma semana de la huelga municipal, este “giro a la izquierda” (Financial Times, 18/7) en el interior de los sindicatos ganó un impulso espectacular con la derrota de Ken Jackson, considerado como el burócrata “favorito” de Tony Blair, a manos de Derek Simpsom, un ex afiliado al partido comunista, en el curso de una durísima batalla electoral por la dirección de Amicus, el mayor sindicato de la actividad privada, con un millón de afiliados. Bajo la dirección de Jackson, Amicus se había colocado en la extrema derecha del movimiento sindical, desarrolló una política de “asociación” con las patronales y fue uno de los principales impulsores del respaldo del movimiento sindical a la política de Blair. El primer ministro le recompensó estos servicios nombrándolo “caballero del reino” (Sir) por su contribución al “mejoramiento de las relaciones industriales”.


La rebelión obrera contra el gobierno y la colaboración con las patronales liquidó a Jackson: en una elección disputada voto a voto, una publicidad televisiva en la que el propio Blair llamaba a votar por su “favorito” decidió la contienda… a favor de su oponente. La derrota de Jackson es un golpe demoledor para el gobierno.


El ascenso de nuevas direcciones sindicales y el temor de muchos burócratas a quedar “pegados” al gobierno, está provocando una crisis sin precedentes en las relaciones entre los sindicatos y el Partido Laborista. Exactamente en el momento en que Blair pide a los sindicatos un aporte extraordinario para hacer frente a la bancarrota financiera de su partido, muchos congresos sindicales votan, por abrumadora mayoría, reducir al mínimo o directamente cancelar sus aportes al laborismo. En el Congreso de los ferroviarios, su secretario general, Bob Crow, advirtió en medio de una ovación que “esta es la última oportunidad del gobierno (…) si siguen adelante con la privatización del subterráneo, el año próximo discutiremos si seguimos o no en el Partido Laborista” (The Socialist, 12/7).


Esta rebelión obrera empalma con el ascenso de las luchas obreras en Europa puesto de manifiesto en las excepcionales huelgas generales de Italia y España.