Internacionales
10/11/1993|407
Grandes huelgas en Chile
Seguir
Aunque la campaña electoral por la presidencia de Chile se encuentra en pleno desarrollo, con candidatos “vendiéndose como dentífricos”, la “noticia” es, sin embargo, el movimiento obrero: una seguidilla de impresionantes y muy combativas huelgas obreras por el salario y contra los despidos viene ocupando el centro de la escena política chilena.
La gran huelga docente
La asamblea nacional de delegados docentes, reunida a fines de agosto, votó el reclamo “irrenunciable” de un salario mínimo de $ 150.000 (450 dólares) (hoy el promedio es de $ 80.000- 250 dólares). Los delegados de base traían mandato por la huelga indefinida pero la burocracia del gremio docente, stalinista, logró “muñequear” para que saliera, apenas, un paro “dominguero”. Apoyándose en esto, el gobierno recurrió entonces a la provocación: “los docentes cobrarán $ 150.000 a fin de siglo”, declaró el subsecretario de Educación.
Pero al día siguiente del paro “dominguero”, y en oposición a la burocracia, cinco regiones (provincias), salieron después de asambleas multitudinarias, al paro por tiempo indeterminado. El movimiento amenazaba con tornarse incontrolable: cuando los burócratas llamaron a levantar los paros de las regiones —a los que calificaban de “divisionistas”— para “reorientarlos en una estrategia nacional”, las asambleas de las regiones de Santiago y Valparaíso, que no estaban parando, votaron el apoyo a los huelguistas y, además, reclamaron la expulsión del sindicato de sus principales dirigentes.
El gobierno salió en socorro de la burocracia, otorgó un aumento salarial que estaba lejos del reclamo ($ 100.000), pero que sirvió para que la burocracia lo presentara como “un paso adelante” y lo aceptara rápidamente. Pero el “salvataje” oficial no fue gratuito: la “mejora” salarial “conseguida” por la burocracia está atada al “desempeño profesional” y a la formación de un “fondo de excelencia” que recibirá aportes de empresas (exentos de impuestos) y particulares … con destino a escuelas y zonas específicas. La burocracia ha aceptado así la privatización, subsidiada por el Estado, de la educación, ya que las “donaciones” de cada padre irán a parar, lógicamente, a aquellas en que estudian sus hijos: las escuelas de los barrios de la burguesía tendrán fondos en abundancia y sus docentes mejores salarios; las escuelas de los barrios obreros, por el contrario, van a la lona. La burocracia stalinista ha puesto su firma, nada menos, que a la liquidación de la escuela estatal, es decir, única.
Otra gran huelga: la salud
Durante los primeros veinte días de octubre, apenas concluida la huelga docente, la salud pública fue paralizada por la huelga de sus 40.000 servidores. Los reclamos fundamentales de la huelga, que se desarrolló mediante asambleas y manifestaciones multitudinarias, eran el salario y la reducción de la edad jubilatoria a 50 años.
La burocracia del gremio (también stalinista) anunció, aún antes de comenzar la huelga, que estaba dispuesta a “flexibilizar” el pliego, pero el gobierno de Aylwin se negó a cualquier negociación, tratando de quebrar la huelga mediante despidos y sumarios y el empleo de las fuerzas armadas como rompehuelgas (como hizo María Julia durante la gran huelga telefónica argentina). Pero la huelga no retrocedido; al contrario, se sumaron nuevos hospitales y regiones, y la lucha se radicalizó. Ante el ascenso de la huelga, el gobierno aceptó negociar … a lo que la burocracia respondió con una “flexibilización” unilateral del pliego (sustancial reducción del reclamo salarial, eliminación del reclamo de jubilación a los 50 años).
La dirección DC-PS de la Cut (central sindical) so–metió la huelga a un aislamiento feroz, algo que repitió en cada uno de los conflictos. Pero en el caso de la salud fue todavía más lejos, al proponerse como “me–diadora” entre el gobierno y el sindicato, es decir, ne–gándose a apoyar, la huelga siquiera formalmente…
La política de aislamiento de la CUT y la burocracia del gremio de la salud, sumada a las presiones gubernamentales -que no recibieron ninguna oposición del sindicato- llevaron la huelga al desgaste. Pero aún así, la burocracia sindical no se atrevió a poner a votación de los trabajadores el levantamiento de la huelga, que fue resuelto “por unanimidad” … de la directiva sindical entre cuatro paredes.
Mineros del carbón
Con la lucha de la salud en su apogeo, entraron en huelga los 10.000 mineros del carbón en reclamo de aumentos salariales. La huelga, que duró nueve días, fue enormemente combativa: los piquetes bloquearon los accesos a las minas e incluso cortaron —durante casi un día— la ruta entre Concepción y Arauco. Detrás de las barricadas que cortaban la ruta, los piquetes de huelga esperaron —”armados” con palos y piedras— el ataque de los carabineros que rodeaban las minas.
También aquí, la burocracia (PC-PS) hizo lo imposible por “desinflar” el paro, incluso antes de que comenzara: el pliego de reclamos fijado por el sindicato era “trucho”, ya que estaba lejos de los planteos volcados por los trabajadores en las asambleas. Bastó que la empresa (estatal) anunciara su decisión de “negociar” para que la burocracia ordenara el levantamiento del paro. La asamblea cuestionó el acuerdo firmado por la burocracia —que deja el salario promedio en $ 45.000— muy lejos de los reclamos iniciales, pero los burócratas lo defendieron con el “argumento” de que “la empresa está en crisis y da pérdidas” … cuando la realidad es que el gobierno está siguiendo una política de liquidación de la producción de carbón, superabundante, y que se consigue a precios de remate en el mercado mundial.
Ascenso obrero
Durante y después de las grandes huelgas de la salud, la educación y el carbón, se desarrollaron decenas y decenas de huelgas fabriles en casi todas las ramas industriales, algunas de gran dureza y combatividad, como la de la textil Sumar, que duró 77 días. En otras grandes concentraciones obreras —como la siderúrgica de Huachipato— la burocracia y el gobierno lograron evitar “por un pelito” que los trabajadores salieran a la huelga.
La posibilidad de la confluencia de las huelgas de los docentes, la salud, los mineros, junto al reguero de luchas fabriles, planteaba objetivamente una situación de huelga general de hecho, es decir, a pesar de la burocracia. Se hubiera planteado así un giro político fundamental: la quiebra de la política de miseria salarial y desocupación de la “concertación” DC-PS, apoyada por la derecha pinochetista y la “izquierda” stalinista.
Una expresión del vigor del ascenso obrero es que el gobierno no pudo derrumbarlo directamente mediante la represión -y cuando lo hizo (salud) fracasó. Debió enfrentarlo con una combinación de represiones y concesiones parciales y, sobretodo, apelando a fondo a la complicidad de la burocracia sindical.
La burocracia DC-PS de la Cut y, particularmente, la burocracia stalinista de los gremios docente y de la salud, confirmaron así que juegan un papel clave en la “gobernabilidad” del régimen hambreador demo-stalino-pinochetista chileno. Pero precisamente por esto, son enormemente sintomáticas las tendencias de oposición antiburocrática que empiezan a surgir en el seno del movimiento obrero y que se pusieron de manifiesto en las huelgas docentes “regionales” y en la recuperación del sindicato pesquero de Talcahuano por una lista antiburocrática.
El nuevo gobierno debutará enfrentando un ascenso obrero que está muy lejos de haberse agotado.