Grecia ante la “izquierda radical”


La velocidad que ha adquirido el desarrollo de la crisis mundial ha hecho olvidar que el detonante de esta nueva fase no se limitó a la caída del precio internacional del petróleo o de la significativa Bolsa de Shangai: la de Atenas, en esa ocasión, cayó un 13% en un solo día. Volvía a la agenda la posibilidad de que el país se viera obligado a abandonar la “zona euro”. Lo que desató 'el infierno' fue la inocua propuesta del gobierno heleno de dar por concluido el 'rescate' del FMI y la Unión Europea, con el propósito de dilatar los ajustes presupuestarios y las 'reformas' laborales que tenía todavía comprometidos. Luego de un rescate internacional que aportó 240 mil millones de dólares a Grecia, la deuda pública del país se encuentra en el punto más alto de la crisis -un 180% del PBI- y con una caída del producto y un nivel de desocupación que superan el 25 por ciento. Con los nuevos desenvolvimientos de la crisis a nivel internacional, el 'rescate' de Grecia ha perdido su base de sustentación.


 


La precipitación del gobierno de Grecia para reclamar la cancelación del paquete del 'rescate' obedecía a una cuestión precisa: la certeza de que, en las condiciones actuales, perderá en forma irremediable ante Syriza las elecciones previstas para el primer trimestre de 2015 (el acrónimo griego de “coalición de la izquierda radical”). Los comicios deberían adelantarse debido a una cuestión de procedimiento: a saber, que el oficialismo no reuniría los votos necesarios, en el parlamento, para elegir a un nuevo Presidente de la Nación. Necesita 180 votos y cuenta con 155. Las encuestas advierten que Syriza lleva la delantera, según algunas estimaciones, por diez puntos. La primera votación parlamentaria tendrá lugar el 17 de diciembre y la tercera y última el 29. Syriza tuvo un salto electoral espectacular en 2012, desde un anterior 4%, y estuvo a punto de ganar las elecciones.


 


 


El sapo


 


¿Cuán 'radical' es la “izquierda radical”? Hace dos años, Syriza reivindicaba la anulación del memorando de austeridad firmado con el FMI y la UE; la suspensión del pago de la deuda externa, condicionada a una auditoría, y su renegociación; el control público de los bancos y la reposición de las conquistas perdidas por los trabajadores. Sostenía que este programa era compatible con la permanencia de Grecia en la UE y en la 'zona euro'. Políticamente, planteaba la formación de “un gobierno de izquierda”, especialmente con el Partido Comunista, aunque no excluía a fracciones disidentes de centroizquierda que se escindieron de la coalición. Este planteo ha quedado reducido, en la actualidad, a poner fin al plan de rescate y renegociar la deuda (sin suspensión de pagos); y a reponer reivindicaciones menores de trabajadores y jubilados. Fundada en la reestructuración de la deuda, Syriza impulsa un plan de relanzamiento de la economía por medio de un incremento del gasto público. A la salida de una reunión de emisarios de Syriza con fondos internacionales y bancos de inversión, uno de los asistentes denunció que el programa que había oído era “peor que el programa comunista”.


 


Desde la gran crisis político-electoral de 2012, Syriza ha ido ajustando su programa a los desafíos de formar gobierno en un marco capitalista y dentro de la Unión Europea. Ha disciplinado fuertemente a la organización, que es un frente de más de una decena de organizaciones, y desarrollado una intensa relación con los gobiernos de la UE y la banca internacional. 


 


Ha seguido la línea tradicional de estas tendencias en circunstancias similares. Como interpeló Lula al Congreso del PT, en 2002: “¿Voces querem a gente chegar ao governo?” Cuando los delegados le respondieron con un Sí sonoro, Lula les replicó: “Entao vao ter que tragar muitos sapos”. Lula acabó firmando un acuerdo con el FMI antes de llegar al gobierno, lo que ocurrió en enero de 2003.


 


 


“La izquierda tiene razón”


 


Las instituciones internacionales insisten, sin embargo, en la necesidad de un mayor ajuste, e incluso visualizan, como una extorsión, que una salida temporaria de Grecia de la zona euro no tendría los efectos que se temían en el pasado. El sapo que tendría que tragarse el jefe de Syriza, Alexei Tsipras, parece que es más grande que el que le tocó a Lula. Pierre Moscovici, el canciller ¡'socialista'! de Francia, acaba de finalizar una visita a Atenas con fuertes ataques a la 'izquierda radical', para inclinar al parlamento a votar positivamente un nuevo presidente del país y evitar así el adelanto electoral.


 


No es sólo mierda, sin embargo, todo lo que desborda la tormenta. Uno de los columnistas más influyentes del Financial Times publicó el mes pasado un artículo con un título por demás provocativo: “La izquierda radical tiene razón acerca de la deuda en Europa” (Wolfgang Münchau, 24/11). Münchau encuentra 'razonable' que se refinancie una deuda que no se puede pagar, como lo plantean el español Podemos y Syriza, y pone como ejemplo negativo, precisamente, la política hacia Grecia, que hoy debe más que antes y tiene una economía devastada. El columnista la tiene, además, muy clara, porque luego de recomendar una renegociación de plazos, reducción de intereses e incluso quita de deuda, sin tocar la austeridad, advierte que lo que importa es ofrecer un contexto político a esta refinanciación. Es así que plantea que la 'izquierda radical' desenvuelva una alianza con la socialdemocracia a nivel de la UE. Esta es, precisamente, la línea de Syriza: garantías políticas a la UE. Münchau, curiosamente, deja de lado, en esta ocasión, su convicción reiterada de que Italia o incluso Francia no tendrían salida si no abandonan el euro -esto para poder devaluar la moneda.


Syriza se balancea, entonces, entre el 'programa comunista' que le adjudican los banqueros y la razonabilidad que le adjudican los portavoces intelectuales de esos mismos banqueros. Algunos voceros de Syriza anunciaron que el control público de la banca consistiría en la presencia de directores estatales en los tres bancos que se encuentran bajo tutela por el rescate. Con relación a la deuda, algunos de sus economistas propugnan convertir gran parte de la misma en una suerte de cupón ligado al PBI, en forma similar a lo aplicado a Alemania en 1953 (Reuters, 13/11) y otros transferir el pago de la deuda al Banco Central Europeo.


 


 


De nuevo, la crisis política


 


Más allá de todas estas escaramuzas, la burguesía internacional parece presentar un frente único contra una victoria de Syriza. Por de pronto hay una fuerte 'presión' sobre los parlamentarios para obtener la mayoría requerida para la elección del presidente y evitar así las generales. Hay indicios de que diputados de centroizquierda ya habrían cambiado de posición. Se han formado nuevos grupos parlamentarios de derecha que podrían votar un nuevo presidente. Al mismo tiempo hay una enorme campaña psicológica contra el caos que provocaría el adelantamiento de las elecciones y una victoria 'radical'. De todos modos, en la primera votación, el miércoles 17, el gobierno obtuvo 160 votos, lejos de los que necesita.


 


En esta ocasión, Syriza no plantea la formación de un gobierno de izquierdas ni ejerce una política de presión sobre el Partido Comunista -que desarrolla, de todos modos, una política de provocaciones contra Syriza. Con alrededor del 30% de las intenciones de votos, la 'izquierda radical' se vería ante la cuestión de formar una coalición con partidos que se encuentran a su derecha y en cuyas filas actúan destacados representantes de la burguesía. Estaríamos ante un gobierno en última instancia antiobrero, no ante un gobierno antiimperialista. Esta orientación enfrenta un reavivamiento de la movilización popular en gran escala: huelgas generales en el sector público y las universidades, una huelga general y manifestaciones de masas en el aniversario de la toma del Politécnico en 1974, así como enormes movilizaciones de apoyo a la huelga de hambre de un militante anarquista, amigo de un estudiante asesinado por la policía en 2008. Numerosos voceros del imperialismo han admitido que el problema de un gobierno encabezado por Syriza no lo constituiría el programa de la coalición sino el movimiento de fondo de las masas.


 


Esta caracterización de conjunto subraya la necesidad de evitar el abordaje de una victoria de Syriza con cierto fatalismo, o sea con la expectativa de que un fracaso inevitable de Syriza colabore para crear una situación revolucionaria. En América Latina hemos seguido un curso de posgrado sobre el inmovilismo que produce esta expectativa política, que predomina en algunas de las tendencias que actúan dentro de Syriza e incluso en sectores a la izquierda de ella, de características chavistas.


 


La crisis de Grecia plantea de conjunto la dictadura del proletariado. Es la estrategia de nuestro partido en Grecia, el EEK, el partido obrero revolucionario. Para eso será necesario superar el kerenskysmo que encarna la 'izquierda radical' a través de la experiencia de las masas. Pensamos que habría que retomar los viejos buenos manuales de política revolucionaria y reclamar que Syriza y el PC rompan con la burguesía, el FMI y la Unión Europea; y planteen un gobierno de la izquierda y el movimiento obrero, junto con los sindicatos y las numerosas organizaciones populares que se han desarrollado en la lucha contra el gobierno capitalista del FMI y la UE. O sea por un gobierno obrero, no el gobierno de conciliación de clases con el imperialismo que tienen en las gateras. No hay crítica más lapidaria a las direcciones capitualadoras que confrontarlas con las aspiraciones elementales de los trabajadores y el método de lucha de clases de esos mismos trabajadores.