Guatemala prerrevolucionaria

Una de las medidas que tomaron los golpistas guatemaltecos en las primeras horas del autogolpe que encabezara el ex presidente Serrano, fue rodear con tanques la casa de Ramiro de León, procurador de los derechos humanos, para amenazarlo de muerte. Pocos días después, y en medio de un brutal vacío de poder, De León se convertía en presidente de Guatemala con el voto unánime del Congreso, la aprobación del Tribunal Constitucional y el apoyo de las centrales empresaria, sindical y estudiantil… y hasta de las propias fuerzas armadas golpistas que lo querían limpiar”.


La suerte personal de De León, amenazado de muerte y proscripto se transformó en presidente, retrata el espectacular giro de la situación guatemalteca: el intento de un “golpe videliano ” protagonizado por el presidente Serrano y el alto mando militar terminó alumbrando un “gobierno camporista”, es decir, un gobierno impuesto “por el clamor de la calle”, pero no para dar satisfacción a sus reclamos sino para frustrarlos “democráticamente”.


La prensa, en particular la argentina, ha tratado con extrema superficialidad la crisis guatemalteca Precisamente por eso no ha captado que los sucesos guatemaltecos, el rápido hundimiento de los golpistas, las manifestaciones populares contra el golpe y la imperiosa necesidad —frente a esas manifestaciones populares— de un “gobierno de unidad nacional” para salvar al aparato del Estado, contiene una enseñanza de escala continental: el fracaso de los intentos de salvataje del Estado por medios fujimoristas”.


El golpe se “derrite”


El golpe de Serrano fue un recurso extremo de las FF.AA. Días antes del golpe. Serrano mandó los tanques a reprimir violentas manifestaciones obrero-estudiantes que protestaban contra los aumentos de precios; las huelgas proliferaban por todo el país. El partido de Serrano había quedado reducido a una minoría parlamentaria había formalizado una denuncia penal contra Serrano, “aparentemente fundada” (La Nación. 28/5), por malversación de fondos públicos. En las elecciones municipales celebradas en los primeros días de mayo, la abstención llegó al 65%.


Pero el golpe comenzó a “derretirse “pocas horas después de lanzado. Ni la censura ni la movilización de tropas y tanques evitaron las manifestaciones obrero-estudiantiles. Pero un régimen que pretende gobernar por el terror… y no aterroriza a nadie, es absolutamente inservible. Entonces, “el pronóstico (de la inteligencia militar) de un horizonte de violencia incontrolable” (Clarín, 2/6) llevó a los golpistas a abandonar a Serrano.


El imperialismo norteamericano planteó de entrada nomás una política de rechazo a la salida golpista y de “defensa de la constitucionalidad”: funcionarios del Departamento de Estado se comunicaron directamente con Serrano y los golpistas para exigirles la renuncia y amenazaron con el corte de la “ayuda” y, peor aún, con la “posibilidad de cortar los beneficios comerciales (otorgados) bajo el generalizado sistema de preferencias, lo que podría afectar exportaciones por 200 millones de dólares” (The Economist, 2/ 6). La amenaza aterrorizó a la burguesía que pasó, casi de inmediato, al bloque “constitucionalista”. También la OEA, el “ministerio de colonias” norteamericano, “apretó” a los golpistas en la línea de la “defensa de las instituciones.


La presión imperialista no minimiza sino que realza la caracterización de que el golpe se derritió bajo la presión de “la calle” y la amenaza de las movilizaciones populares. La misma carta en Perú y en Haití no lograron forzar a Fujimori o Cedrás, al menos por ahora, a abandonar el poder. Si, a diferencia de los casos de Perú y Haití, la burguesía guatemalteca se pasó al ‘‘frente constitucionalista”, fue por su temor compartido con el imperialismo, de que “la calle” dictara su salida a la crisis.


El vacío de poder que siguió durante varios días a la fuga de Serrano reveló que no había nadie capaz de evitar “el juicio y castigo a los golpistas que reclama la calle” (La República, 13/6)… a excepción de las propias victimas del golpe militar.


“Unidad nacional” para salvar a las FF.AA. y al Estado


El ex procurador y ex proscripto De León asumió la presidencia a la cabeza de un operativo de salvataje del Estado. El imperialismo, los golpistas, las centrales sindical y empresaria, los partidos opositores y la Iglesia, todos apoyaron a De León. Incluso la Unión Nacional Guatemalteca (UNG), el grupo guerrillero que viene combatiendo desde hace 30 años a los gobiernos militaros, le ofreció a De León una tregua unilateral… que fue rápidamente aceptada


De León ya ha anunciado que amnistiará a los golpistas. “No es mi misión — declaró— castigar a nadie… yo tengo que lograr la estabilidad, no contribuir a lo contrario… para el retomo de la democracia necesitamos del apoyo de todos los sectores, entre ellos el Ejército”. Rigoberta Menchú, la dirigente indígena recientemente nominada premio Nobel de la Paz, ha denunciado la amnistía.


El salvataje no se detiene en las FF.AA. sino que se extiende a todos los poderes del Estado, particularmente a aquéllos más sospechosos de corrupción y connivencia con el narcotráfico, el Congreso y la Corte Suprema. De León aclaró que “debo respetuoso de esas instituciones (el Congreso y la Corte) con las que estoy obligado a mantener una interrelación” (La República, 13/6).


Guatemala confirma así otra experiencia, también de escala continental, acerca del carácter contrarrevolucionario del centroizquierda continental.