Hay un programa para Uruguay y Argentina

Nacionalización de las papeleras y de las industrias que contaminan


La oposición popular en Uruguay contra la instalación de las papeleras es enorme.


 


Para impedir que se manifieste, el gobierno frenteamplista lanzó una amplia campaña de censura contra las organizaciones y personalidades que se oponen a la instalación de las plantas.


 


“A los ambientalistas y a otros opositores a las papeleras les cuesta cada vez más hacerse oír. Grupos como Guayubirá o el Motvides de Fray Bentos se quejan de que ocupan cada vez menos tiempo de antena o de prensa y sostienen que han comenzado a padecer las presiones ejercidas desde el poder” (Brecha, 16/2).


 


En otro episodio, el maestro Gonzalo Abella, opositor a las plantas, fue invitado a la Radio Imparcial para explicar su posición. “En una de las tandas, la periodista Liliana Gallup volvió con la cara desencajada y le dijo que la directora de la emisora le había reprochado haber llevado a ‘ese hombre que habla contra las plantas de celulosa cuando el gobierno había pedido expresamente colaboración en las radios en una cruzada nacional’…”. Abella ya no pudo seguir hablando (Brecha, 16/2).


 


Julia Cóccaro, de Motvides, organización ambientalista de Fray Bentos, confirma que “hay una buena parte de la población que se opone a las plantas, pero el escenario en el que nos tenemos que mover es de mucha hostilidad …” (La Nación, 20/2).


 


Pero la censura no logra acallar las voces de oposición.


 


Eduardo Rubio, dirigente del Movimiento 26 de Marzo (integrante del FA), denunció que “las plantas de celulosa obedecen a un modelo impulsado por las multinacionales, el Banco Mundial y el FMI [que alienta] las plantaciones de eucaliptos, concentradas en pocas manos”. Rubio recordó a Artigas cuando dijo que “me siento hermano de los entrerrianos” (Página/12, 19/2).


 


Una declaración elaborada por el Centro de Estudios del MPP, el partido más votado del FA, afirma que “no existe posibilidad de realizar un control eficiente y riguroso de efluentes y emanaciones de las plantas”; que el régimen de zonas francas que beneficia a las papeleras significa “una resignación de soberanía” que provocará “una pérdida de recaudación fiscal”; que el monocultivo forestal de eucaliptos (para las plantas) lleva a “la despersonalización, la extranjerización y la concentración del régimen de propiedad de la tierra” (www.cadesyc.org). La declaración del Centro de Estudios del MPP choca frontalmente con la cerrada defensa de las papeleras que han expresado los principales dirigentes de esa organización, en particular José Mujica, ministro de Agricultura.


 


En los tablados del carnaval, las principales murgas critican a las papeleras, con una impresionante repercusión popular. Este es, sin la menor duda, uno de los índices más confiables del rechazo popular a las papeleras.


 


Pero hay todavía más.


 


Adriana Marquisio, titular de la Federación de Funcionarios de Obras Sanitarias, denunció que las plantas “consumirán 80 millones de agua por día (…) se trata de un modelo desarrollista mercantil basado en la sobreexplotación de los recursos naturales (…) donde aumenta el producto a costa de la desertificación” (ídem).


 


Daniel Panario, titular de la cátedra de Geomorfología de la Universidad de la República, denunció que el monocultivo de eucalipto lleva a “la expulsión de gente del campo” (ídem).


 


Estas declaraciones se suman a las de otras decenas de organizaciones —como la Asamblea Ciudadana de Fray Bentos—, dirigentes de agrupamientos de chacareros, sindicalistas, profesionales universitarios y partidos de izquierda (una parte de las cuales reprodujimos en la última edición de Prensa Obrera).


 


Podemos ganar


 


De los dos lados del río, el pueblo está contra las papeleras.


 


Los dos pueblos, unidos y movilizados, podemos reclamar como primer paso la estatización de las papeleras ya instaladas en Argentina.


 


Los dos pueblos, unidos y movilizados, podemos parar la construcción de las plantas en Uruguay.


 


Por la nacionalización de las papeleras y de los recursos forestales en Argentina y en Uruguay.


 


Por la nacionalización de todas las industrias contaminantes, en primer lugar la minería.


 


Para que ningún obrero papelero pierda el empleo y para que ninguna población sea envenenada: que las plantas sean puestas a funcionar bajo el control conjunto de las organizaciones populares de ambos países.


 


Por la unidad de los pueblos de Uruguay y Argentina en la lucha contra el imperialismo y los gobiernos que lo defienden.