Honduras: crisis de los golpistas e impotencia (crónica) del nacionalismo burgués

A ocho años del golpe, elecciones fraudulentas y una multitudinaria movilización popular.

Las elecciones del 26 de noviembre en Honduras pusieron de manifiesto que el gobierno derechista surgido del golpe parlamentario del 2009 sigue siendo incapaz de lograr una victoria por medio del voto popular. Los comicios tuvieron lugar en un contexto de censura y persecución política a la oposición y el proceso electoral se desarrolló mediante un fraude desembozado.


A pesar de la fuerte regimentación del proceso electoral por parte del oficialista Partido Nacional –que incluyó la compra de votos y la manipulación de los resultados en regiones enteras–, con el 60% de las urnas ya escrutadas el candidato opositor Salvador Nasralla le estaba ganando al actual presidente y candidato a la reelección Juan Orlando Hernández por casi 5 puntos de diferencia. A partir de ese momento, un corte de luz y “un problema en el sistema de cómputos” hizo caer la información del escrutinio, para volver 12 horas después con un resultado dado vuelta en favor de Hernández.


Semejante estafa desató movilizaciones multitudinarias y frenó el escrutinio por más de una semana. El gobierno llamó al toque de queda y la represión ya se cobró 11 muertos, además de cientos de heridos y detenidos.


Economía de guerra y régimen de excepción


Tras el golpe que destituyó a Manuel Zelaya la derecha emprendió no una, sino ocho ofensivas de ajuste contra el pueblo trabajador. Las medidas se popularizaron con el nombre de “paquetazos” –una combinación de tarifazos, privatizaciones y endeudamiento–, que fueron aplicados a expensas de una enorme resistencia popular.


La constante  suba de tarifas e impuestos que implicaron los paquetazos, con el consecuente traslado a toda la cadena de precios, representó una gran pérdida de poder adquisitivo para el conjunto de los trabajadores. El alcance de las privatizaciones incluyó decenas de empresas estatales, la educación, la salud y los recursos naturales. Tras nueve años de gobierno, el resultado de este plan económico “al servicio de la inversión” -macrismo extremo- está bien en las antípodas del “hambre cero” y el pleno empleo. Por el contrario en Honduras hay un déficit fiscal y comercial estructural, una pobreza del 66% (la segunda más alta en América después de Haití) y la mitad de la población está desocupada o subempleada. Un panorama desolador que contrasta con los beneficios que se embolsaron los bancos gracias a la fortuna puesta por el Estado en el pago de intereses y refinanciamiento de deuda (para el 2018 se proyectó el 14% del presupuesto para este rubro).


Pero el ítem del presupuesto público con un mayor aumento en estos años fue el gasto militar: entre 2010 y 2016 el presupuesto en Defensa aumentó 160% y el de Seguridad 102%. Es y que los “paquetazos” no vinieron solos sino que fueron implementados por medio de un régimen de excepción, fuertemente represivo e incapaz de respetar las garantías democráticas más básicas. Según Amnistía Internacional “la situación de los derechos humanos en Honduras se deteriora a un ritmo escalofriante”. Human Right Watch advierte que “el país presenta una de las tasas de homicidios más altas del mundo” y que “entre los más vulnerables a actos de violencia se incluyen periodistas, activistas campesinos y defensores de derechos LGTBI”. Entre 2014 y 2015, 21 periodistas fueron asesinados por sicarios y muchos otros perseguidos por la justicia y censurados (Ariel D´Vicente fue condenado a tres años de prisión por “difamación”). El año pasado el asesinato de Berta Cáceres, una destacada militante indígena-campesina, generó una gran conmoción y puso sobre el tapete la lucha que se libra en el campo contra las “Zonas Especiales de Desarrollo” –un eufemismo que refiere a la entrega lisa y llana de tierras y recursos naturales que afectan a comunidades enteras, fundamentalmente indígenas.


Las tasas de criminalidad en Honduras son entre 6 y 10 veces más altas que el promedio mundial. Las denuncias contra la policía y el ejército por abusos –incluidos asesinatos, secuestros, tortura y violaciones– no pueden ser disociadas de su estrecho vínculo con el narcotráfico, que en general se encuentra entrelazado con todas las instituciones del Estado. En octubre de 2016 capitanes del ejército, alcaldes, jueces, empresarios y funcionarios fueron incluidos en una lista de la justicia norteamericana como sospechosos de estar asociados al cártel del Atlántico. La investigación envolvió al propio hermano del presidente “Tony” Hernández.


Meses antes de las elecciones el FMI dio sus congratulaciones a la marcha de la economía hondureña. Claramente los bancos y el gran capital internacional, junto a los narcos y la oligarquía, son la principal base de sustentación del régimen.


¿Tropezar tres veces con la misma piedra?


Igual que en el 2009, la Organización de los Estados Americanos (OEA) oficia de mediadora entre ambos bandos y puso a la cabeza de su misión diplomática al ex-presidente boliviano “Tuto” Quiroga, un tipo con la versatilidad suficiente como para denunciar la reelección de Evo Morales en Bolivia como un acto tiránico y defender en simultáneo una reelección fraudulenta de Hernández en Honduras en aras de la “pacificación nacional”.


La OEA –definida por el Che Guevara como el “ministerio de colonias del imperio yanqui”– jugó un rol crucial en la estabilización del golpe en 2009. Haciendo supuestas gestiones para reponer a Zelaya en el gobierno, fue el medio fundamental para imponer la victoria política de sus adversarios golpistas. El líder nacionalista accedió en 2010 a bajarse de las aspiraciones presidenciales gracias a un “acuerdo de reconciliación democrática”, dándole la espalda a las grandes luchas populares de resistencia contra el golpe. Repitió esta misma conducta en 2013, cuando aceptó el fraude que dio como ganador al actual presidente Hernández.


Para las elecciones de este año, Zelaya conformó la Alianza de Oposición Contra la Dictadura, cuyo candidato a presidente, Nasralla, es un outsider conocido como “el señor de la televisión” (muy popular como periodista deportivo y como maestro de ceremonias de concursos de belleza) que antes de las elecciones se definía “como una persona de centro que tomo todo lo mejor de la ideología socialista, pero no los extremos. Y tomo todo lo mejor de la derecha, por ejemplo la libre empresa, el libre mercado”. Las declaraciones de este Scioli hondureño van en la línea estratégica que trazó Zelaya en el manifiesto de convocatoria a la Alianza, cuyo principal énfasis está puesto en que “los empresarios deben ser parte de esta cruzada democratizadora (…) donde pueden encontrar un ambiente para ver crecer su iniciativa creadora”. ¡Pero esos mismos empresarios fueron los que actuaron como promotores directos del golpe!


En este contexto no es de sorprender que el zelayismo y sus aliados por tercera vez consecutiva le den la espalda al enorme estallido social generado contra el fraude y el gobierno, y opten nuevamente por una salida “pacífica”, negociada con la OEA, que allana el camino para una nueva capitulación. Esta semana el Tribunal Superior Electoral ya anunció el final del conteo de votos a favor de Hernández, aunque aceptó demorar la proclamación presidencial en aras de un acuerdo político con la Alianza de Oposición.


El balance de la experiencia hondureña es fundamental para los trabajadores de todo el continente, ya que se trató de un laboratorio para la implementación de los golpes de Estado por la vía parlamentaria para desplazar los gobiernos nac & pop latinoamericanos y sustituirlos por regímenes derechistas. Analizado en detalle, el proceso hondureño pone de manifiesto las miserias de unos y de otros.


Más que nunca la derrota de la derecha y los golpistas depende de la capacidad de las masas de desarrollar una movilización independiente. “La ‘gobernabilidad’, en América Latina, se asienta, en lo fundamental, en la crisis de dirección de los explotados” (Jorge Altamira, Contribución a la 4° Conferencia Euro-Mediterránea, 21/05).


¡Abajo el fraude! ¡Fuera Hernández! Anulación de todas las contra-reformas y paquetazos impuestos por los golpistas.