Hong Kong sigue en manos del imperialismo

Cuando esta edición de Prensa Obrera esté en la calle, Hong Kong ya habrá pasado a manos chinas. Los lectores habrán podido observar entonces el reemplazo de la bandera británica por la de Hong Kong (no la china) y las fastuosas ceremonias del ‘cambio de mano’, en las que participarán el primer ministro británico Tony Blair y el príncipe Carlos, heredero de la Corona británica; la secretaria de Estado norteamericana, Madeleine Albright, y presidentes y primeros ministros de las principales potencias mundiales. Como se ha podido ver en los días recientes, el ‘traspaso’ cuenta con el ostentoso respaldo del imperialismo mundial.


Incluso la mínima ‘protesta’ británica de boicotear el acto de asunción de la nueva Legislatura designada a dedo por Pekín, ha terminado en un completo fracaso. Estados Unidos, “que inicialmente se había sumado al boicot británico, dio un vuelco en su actitud al anunciar, cinco días antes de la restitución de Hong Kong a China, que su cónsul general en el territorio representará oficialmente a Washington en la ceremonia (…) La participación de Estados Unidos en las ceremonias aportó un respaldo diplomático inesperado al futuro jefe del Ejecutivo (de Hong Kong)” (El Cronista, 26/6). Por las mismas horas, el gobierno norteamericano anunció la decisión de renovar a China el status comercial de ‘nación más favorecida’, reclamado por los principales pulpos y, casi sin excepción, por la gran prensa.


También Japón, Australia y los miembros de la Unión Europea boicotearon el ‘boicot’ británico. El motivo es obvio: “el territorio es considerado la puerta de entrada al gigantesco mercado chino” (ídem) y a la superexplotación de su muy abundante ‘mano de obra barata’.


El colmo de la farsa es que el primer ministro británico, Tony Blair, y el presidente chino, Jian Zeming, mantendrán una exclusiva ‘cumbre’ “que podría ir más allá del simbolismo y marcar el inicio de una nueva relación (entre los dos países)” (La Nación, 25/6).


Semejante respaldo no debería extrañar. Los grandes capitalistas ya han obtenido suficientes ‘garantías’ de China: la continuidad de la burocracia estatal (el llamado ‘civil service’) y judicial de los ingleses; la vigencia de los códigos penal y civil de los tiempos de la dominación colonial y la instauración de una Constitución de Hong Kong —la llamada ‘Ley Fundamental’— de acuerdo a los términos del tratado firmado en 1984 por la Thatcher y Deng Xiaoping. Está, además, la asociación económica cada vez más estrecha entre los capitalistas y la burocracia china.


Varios corresponsales han hecho notar que el régimen político que regirá en Hong Kong a partir del 1° de julio es similar al que rige a otros países asiáticos, por ejemplo Singapur. ¿Por qué el imperialismo mundial habría de rechazar en Hong Kong lo que defiende en Singapur? Mucho más, cuando los intereses económicos que están en juego son sustancialmente más importantes en Hong Kong que en Singapur.


El ‘cambio de mano’ no consagra la recuperación de Hong Kong por China, sino la recuperación de China por el imperialismo mundial.


¿Quién ‘perdió’ a Hong Kong?


El semanario británicoThe Economist (17/5) acaba de publicar un revelador informe acerca de las negociaciones que llevaron al acuerdo chino-británico de 1984 sobre Hong Kong.


“En esa época —recuerda hoy Huang Wenfang, durante cuarenta años uno de los encargados de la oficina de la agencia noticiosa china en Hong Kong, que funcionaba como la embajada de facto de Pekín— no teníamos planeado recuperar Hong Kong”.


De estas declaraciones, The Economist infiere que al término del arrendamiento de una parte del territorio colonial, en 1997, “los dirigentes chinos parecían dispuestos a repetir (en Hong Kong) el ‘modelo’ del acuerdo entre Portugal y China sobre Macao (…) En ese acuerdo, Portugal reconoció que Macao era parte de China; que Macao era una cuestión pospuesta por la historia y, en consecuencia, su futuro sería negociado en un momento ‘oportuno’. El acuerdo era, en otras palabras, una invitación a Portugal para continuar la administración de la tierra que ocupa desde 1557 en reciprocidad a no reclamar su soberanía”.


El acuerdo de Macao, firmado en 1979, revela que China no tenía ningún interés en la recuperación práctica de Hong Kong; por el contrario, estaba dispuesta a aceptar la continuidad de la ocupación británica, bajo la forma de una administración directa, a cambio de un reconocimiento formal de su soberanía.


El acuerdo con Portugal revela también que la burocracia estaba dispuesta a aceptar el principio de ‘un país, dos sistemas’ incluso en un caso, el de Macao, en el que no estaba en juego el tema soberanía, ya que Macao estaba bajo arriendo y no, como Hong Kong, entregada a perpetuidad. La burocracia china promovió la continuidad de la administración portuguesa por su propia voluntad, porque le servía para reforzar sus propios intereses restauracionistas.


“En esa época —reitera el mencionado Huang— la dirección no tenía política para 1997 (fecha de vencimiento de los tratados del siglo XIX) y no quería discutir la cuestión”. La diplomacia británica, sin embargo, no quiso reemplazar su dominio a perpetuidad de Hong Kong por un arrendamiento; el insistir en la defensa de la soberanía británica obligó a China a reclamar su devolución integral. “Una negativa tan directa a considerar Hong Kong como territorio chino fue inaceptable para nosotros”, recuerda Huang. “Entonces, a fines de 1981, la dirección decidió recuperar Hong Kong”.


El acuerdo por el cual China recupera Hong Kong, es decir la soberanía, fue virtualmente ‘impuesto’ por los británicos. La burocracia pekinesa, en cambio, hubiera preferido el ‘modelo de Macao’, es decir, la continuidad de la administración extranjera.


¿El mundo del revés? Ciertamente, no.


Para la burocracia, Macao y Hong Kong son apenas etapas en la reunificación de China, que debe culminar con la ‘recuperación’ de Taiwán. El ‘modelo Macao’ —es decir, la aceptación teórica de la soberanía china, mientras continúa efectivamente la administración de una potencia extranjera y la integración económica avanza a todo vapor— se adapta mejor a un acuerdo con la burguesía de Taiwán que la ‘recuperación’ según el ‘modelo Hong Kong’.


Por eso, Hong Kong tampoco hoy se integra por completo a China, ya que adopta el ‘status’ de “entidad política autónoma”.