Huelga general contra Yeltsin

Más de veinte millones de trabajadores respondieron al llamado a la huelga y a manifestar contra el gobierno de Boris Yeltsin, en reclamo del pago de los salarios atrasados. Según la Federación Sindical independiente, que convocó a la protesta, más de 29.000 empresas, en 700 grandes ciudades rusas, a todo lo ancho de doce husos horarios, fueron paralizadas por la huelga.


La suma de 12.000 millones de dólares (con salarios promedio de 100 dólares mensuales), que el régimen restauracionista adeuda a sus trabajadores, da una exacta medida, a la vez, del derrumbe económico ruso y del carácter confiscatorio del proceso de la restauración capitalista.


Según las informaciones periodísticas, los manifestantes reclamaron, además, la renuncia de Yeltsin y la caída del gobierno encabezado por el primer ministro Chernomyrdin y el llamado ‘regente’ Anatoly Chubais, el hombre que llevó adelante el proceso ‘privatizador’ y entregó –a precios de regalo– los grandes medios de producción rusos a un pequeño puñado de bancos.


Hace unas pocas semanas, precisamente, fue reestructurado el gabinete y Chubais fue, otra vez, promovido al cargo de responsable de la economía con el objeto de elevar la recaudación impositiva, castigando a los grandes pulpos de la energía, hasta ahora virtualmente exentos de impuestos; el representante del gran monopolio gasífero Gazprom en el mismo gabinete es, sintomáticamente, el primer ministro Chernomyrdin. El ascenso de Chubais (al gabinete) significa que varios colosos económicos –empezando por el Gazprom, la electricidad y los transportes– se dividirán, como ocurrió en 1992 con el petróleo … se recuerda que varias de (estas) sociedades petroleras fueron vendidas a precios de saldo a Boris Berezovski y sus congéneres (banqueros asociados a Chubais), y se puede estar seguro que las nuevas empresas de gas y electricidad no se les escaparán a los mismos compradores y también a bajo costo” (K. S. Karol, especialista francés en cuestiones del Este de Europa, en El País, 16/3). Mientras el país se hunde y los trabajadores se levantan, la lucha por la propiedad entre las distintas mafias restauracionistas se hace más furiosa que nunca.


Rusia y el ‘síndrome albanés’


La masividad de la huelga general y el vigor de los piquetes y las manifestaciones populares indican la ‘pesadez’ del ‘ambiente’ social en Rusia, y revelan que se incuba un gigantesco levantamiento popular contra los restauracionistas.


Tres semanas atrás, a las pocas horas del levantamiento popular albanés, en Prensa Obrera señalamos que “los puntos de contacto entre la situación en Albania y en Rusia son evidentes” y que la insurrección popular en Albania “está revelando la dirección que pueden tomar los acontecimientos rusos” (n° 530, 13/3). No fuimos, sin embargo, los únicos que encontramos un ‘paralelo’ entre ambos países.


” … ‘¿Conocerá Rusia en un futuro próximo una revuelta antigubernamental como la de Albania?’ Esta pregunta –informa el ya citado K. S. Karol– se la planteó el diario Izvestia, incluso antes de que Boris Yeltsin, tras 246 días de ausencia, dirigiera el pasado 6(de marzo) un colérico mensaje a las dos cámaras del Parlamento y decidiera desafiar a la opinión pública nombrando al frente del gobierno a Anatoly Chubais, el hombre más odiado del país. La hipótesis planteada por Izvestia toma cuerpo porque en Rusia, como en Tirana, hay un presidente elegido de mala manera, poco considerado y que piensa que todo le está permitido, mostrando con ello que sólo una explosión popular puede hacerle entrar en razón … Es cierto que los rusos tienen más paciencia que los albaneses … pero da la impresión de que ya no están dispuestos a seguir esperando una mejora de sus vidas que se les promete con regularidad y que no llega jamás” (El País, 16/3).


“¿Es posible un escenario albanés en Rusia?” vuelve a preguntarse Karol. “Un periodista de Izvestia –sigue informando– ha interrogado a los responsables militares y a los del FSB (ex KGB) sobre la seguridad de los depósitos de armamentos, sobre todo en el sur, donde las divisiones que se han retirado de Chechenia siguen viviendo en tiendas de campaña y en condiciones deplorables. Le han respondido al unísono que todo está bajo control por doquier. (El periodista de Izvestia) ha publicado finalmente estas declaraciones añadiendo una frase: ‘en agosto de 1996, los mismos responsables me aseguraron que los chechenos no tenían ninguna posibilidad de recuperar Grozny y todo el mundo sabe lo que pasó’ … Al leer –concluye Karol– es fácil comprender que ‘el contagio del síndrome albanés’ es de gran actualidad en Rusia” (ídem).


La preocupación del diario ruso revela que en las entrañas de la propia burocracia gobernante anida un enorme temor a la irrupción de una revolución contra los ‘nuevos ricos’ y las mafias restauracionistas.