Huelga general en Chile

Las bravatas del gobierno de Lagos acerca del cumplimiento “parcial” de la huelga general del pasado 13 de agosto no tienen ninguna importancia.


Lo que importa de la huelga general chilena es otra cosa: que por primera vez los trabajadores salieron a la huelga contra los “demócratas”; que en los sectores sindicalizados el cumplimiento de la huelga fue abrumador – 70% en el transporte público, 90% en las escuelas y 95% en los hospitales – , y que tuvo un carácter activo, con manifestaciones, piquetes y cacerolazos.


Bajo los gobiernos de la “Concertación” DC-PS, los trabajadores chilenos fueron sometidos a un salario mínimo muy por debajo de la canasta familiar, jornadas laborales extensísimas, ritmos de trabajo dictados unilateralmente por la voracidad patronal, sin protección frente a los despidos o el desempleo, y un Estado que sistemáticamente tolera las violaciones patronales. El régimen laboral es tan salvaje que “Chile es excluido de las comparaciones regionales” (Financial Times, 13/8), por la simple razón de que supera todo lo conocido en nuestra flexibilizada América Latina. Algunos consideran, incluso, que las condiciones de trabajo en Chile son más parecidas a las existentes en China.


Este infierno, agravado por las medidas de “austeridad” y “liberalización” que pretende imponer el gobierno de Lagos para entrar al Alca, entre los que se cuenta una nueva ley laboral todavía más flexibilizadora, llevaron a la burocracia de la Cut a declarar la huelga.


Una amplia vanguardia obrera, a la que se sumaron miles de jóvenes estudiantes, le dio un carácter activo a la huelga y enfrentó valientemente la represión ordenada por el gobierno “socialista”.


“Desde las cinco de la mañana y haciendo un guiño a lo que realizan los piqueteros argentinos, se cortaron las principales rutas de ingreso al centro de la capital. Ello con el fin de demorar los ingresos a los lugares de trabajo. (…)


“Un punto importante dentro de la jornada de movilización nacional fue el cruce de las avenidas Américo Vespucio y Vicuña Mackenna, un puerto de embarque al metro de Santiago que conecta a la capital y que utilizan trabajadores del sector Sur de la capital. (Allí), los colectiveros, desde las siete de la mañana, se enfrentaron con carabineros, esquivaron y recibieron palos, se resistieron al arresto y utilizaron sus propios autos como barricadas móviles.


“Entre las once de la mañana y las tres de la tarde, el centro de Santiago se convirtió en un campo de batalla. Cerca de 4 mil manifestantes – trabajadores de la Cut, y estudiantes universitarios – hicieron retroceder a las fuerzas policiales e implementaron formas de lucha tan variadas como la amplitud de la convocatoria. Los jóvenes arrojaban piedras e incluso incendiaron una patrulla de carabineros vacía, mientras mujeres y pacifistas se sentaban en las calles y recibían con gran esfuerzo los embates del chorro de agua del ‘Huanaco’ que los arrojaba a metros más allá. La noche de el 13, las mismas poblaciones que combatieron a Pinochet, apagaron sus luces, encendieron velas y neumáticos y sacaron sus ollas viejas a sonar” (Luis Klener Hernández, Argenpress, 15/8).


Después de trece años, la primera huelga general no paralizó totalmente a Chile, ni tampoco derrotó frontalmente al gobierno hambreador. Pero ha puesto nuevamente en la escena política a la clase obrera chilena. No es un hecho menor en una América Latina convulsionada por los levantamientos populares.