Huelgas en Europa, Asia y Estados Unidos

En las últimas semanas, la clase obrera en los grandes países capitalistas ha venido desarrollando una serie de luchas y huelgas de importancia.


En Francia, la movilización contra la “reforma previsional” y la huelga docente contra la “descentralización educativa”; en Alemania Oriental, los metalúrgicos sostuvieron un mes de huelga por la reducción de la semana laboral a 35 horas (ya vigentes en Alemania Occidental); en Austria, hubo grandes huelgas generales y movilizaciones de cientos de miles de trabajadores contra la “reforma previsional”; en Corea del Sur, los ferroviarios sostuvieron una importante huelga contra la privatización del servicio; finalmente, en Estados Unidos, importantes empresas como General Electric y Goodyear enfrentaron la renegociación de sus contratos colectivos.


Los alcances y los resultados de estos conflictos fueron, necesariamente, desiguales; de una manera general, sin embargo, los trabajadores no lograron obtener una victoria neta.


En Francia, gracias a la colaboración de la burocracia sindical, el gobierno de Raffarin-Chirac logró hacer pasar su “reforma previsional” en el parlamento. Los docentes, mediante una huelga sostenida con asambleas y movilizaciones de base, que se desarrolló desde el interior hacia París, y virtualmente impuesta a las direcciones sindicales por el movimiento de lucha de la base docente, logró poner un freno parcial al proyecto de “descentralización”, que transfiere el gasto educativo del presupuesto nacional a los de las regiones y municipios.


En Alemania, la huelga metalúrgica fue derrotada. Después de un mes de paralización, bajo la intensa presión de las patronales y el gobierno, los trabajadores volvieron al trabajo desconociendo el llamado del sindicato IG Metall a continuar la huelga.


En Corea, la huelga ferroviaria fue levantada después de que el gobierno encarcelara mil trabajadores y amenazara con despidos en masa.


En Estados Unidos, el convenio de la General Electric, aunque contempla aumentos para los jubilados, establece un aumento salarial menor que el convenio anterior y un aumento en la cotización de los propios trabajadores para su seguro de salud.


Los pobres resultados de estos conflictos, desde el punto de vista de los trabajadores, han hecho renacer la tesis de la “incapacidad” de los sindicatos para enfrentar la ofensiva capitalista en curso y hasta de su virtual “desaparición”. Según el Financial Times (2/7), la derrota de la huelga metalúrgica en el este alemán anticipa un fácil tránsito de las “reformas” antiobreras que pretende imponer el gobierno de Schroëder e, inclusive, “el fin de los convenios colectivos”. Poco antes, The Economist (7/6) había escrito que los sindicatos deben “adaptarse (a las nuevas “realidades económicas”) o morir”. Afirmaciones del mismo tipo pueden leerse en la prensa francesa sobre los resultados de la campaña contra la “reforma previsional” o en Italia sobre el fracaso del referéndum sobre el artículo 18 del Código de Trabajo (cuya reforma reduciría la protección del trabajador frente a los despidos).


En estas afirmaciones, junto a un grano de verdad (los obreros no lograron ganar) hay mucho de campaña publicitaria, con el fin de desmoralizar a los trabajadores frente a las grandes batallas que se avecinan. Es que, cualquiera sea la importancia de los combates pasados, no constituyen más que escaramuzas preparatorias de grandes combates de clase. Por ejemplo, en Alemania, que los obreros metalúrgicos del Este no hayan podido imponer la semana de 35 horas no significa, ni mucho menos, que los obreros de toda Alemania, metalúrgicos y de todos los sindicatos, acepten sin luchar la reducción de los seguros de salud y desempleo, la “reforma previsional” y la liquidación de la protección contra los despidos que pretende imponer el gobierno de Schroëder. Lo mismo puede decirse en Francia, donde la llamada “modernización de las relaciones laborales” tiene, todavía, un largo camino por delante.


Otro elemento que, con distinta fuerza, estuvo presente en estas luchas (y que la prensa patronal pasa por alto) es el desarrollo de las tendencias antiburocráticas y los choques de los trabajadores con las direcciones sindicales. Esto fue particularmente evidente en Francia en la huelga docente y, también, en la lucha contra la “reforma previsional”. En el mismo sentido, en algunos grandes sindicatos ingleses, como el GMB (el cuarto mayor de Gran Bretaña, con 700.000 miembros y que agrupa a trabajadores de distintas industrias) y el T&G (alimentación, servicios y transporte), direcciones de izquierda derrotaron a los candidatos oficiales en las elecciones de abril y mayo, respectivamente.


Más que una caracterización de la situación, la campaña de la prensa burguesa parece una expresión de deseos. Y, por las dudas, apunta a la represión del activismo sindical: The Economist (7/6) recomienda liquidar la protección legal con que cuentan los delegados y miembros de los sindicatos en las empresas..