Huelgas piqueteras

Ocho mil trabajadores de Alitalia – desde técnicos, pilotos y azafatas hasta personal de atención al público, encargados del transporte de equipajes y contratados de los “call centers” – bloquearon el miércoles 17, durante diez horas, el aeropuerto de Fiumicino (Roma) en repudio al “plan industrial” de la empresa que prevé el congelamiento salarial y 3.500 despidos. El efecto del paro fue inmediato: pocas horas después del “piquetazo” y de que el principal dirigente obrero de Alitalia anunciara nuevos bloqueos, el propio Berlusconi en persona “congeló” el repudiado “plan industrial”.


En Génova, en otro paro de características piqueteras, los trabajadores del transporte público paralizaron durante toda una jornada el servicio en reclamo de la renovación del convenio colectivo.


Estas huelgas son una manifestación de la creciente combatividad de la clase obrera. En lo que va del año se contabilizan cuatro millones de horas de huelga por conflictos sindicales (es decir, sin considerar las huelgas generales contra la reforma previsional), un 45% más que el año pasado (Corriere della Sera, 18/12). Los dos sectores que encabezan la “estadística” son los metalúrgicos y los trabajadores del transporte público.


El gobierno y la prensa califican estas huelgas como “salvajes” porque a su frente no están los grandes sindicatos tradicionales sino sindicatos más pequeños, “autónomos”, como el Sult en Alitalia o el sindicato Faisa-Cisal de los choferes genoveses. Estos sindicatos no cumplen las normas de “regulación de huelga” establecidas por el Estado y la burocracia tradicional. Por ejemplo, en el caso de Alitalia, el Ministerio de Trabajo ordenó “postergar” la huelga programada para el 17 de diciembre para el 17 de enero, pero el sindicato convocó a la “asamblea” y a la marcha que durante diez horas paralizó el aeropuerto.


Bruno Trentin, ex secretario general de la Confederación General del Trabajo (CGIL) y actual eurodiputado por el Partido de la Democracia de Izquierda (DS), exigió “ser muy duro en el rechazo de las medidas que toman como rehenes a los ciudadanos (…) las protestas espontáneas son inaceptables” (Corriere della Sera, 20/12).


Según el sociólogo Aris Accornero, “son los propios trabajadores los que obligan a sus representantes a aumentar la apuesta”. “Lo que está ocurriendo – dice – , no es la crisis de representación que alude al fin de los sindicatos sino la demostración de que se quiere sindicatos más combativos…” (Corriere della Sera, 18/12).