Internacionales

25/10/2021

India, en una etapa convulsiva

Lucha campesina, ofensiva gubernamental e injerencia imperialista.

La lucha del movimiento campesino indio se ha convertido en un verdadero dolor de cabeza para el primer ministro Narendra Modi, el líder del derechista Bharatiya Janata Party (BJP); su efecto contagio en el seno de la masa oprimida ha significado un cimbronazo para el gobierno.

El lunes pasado, durante alrededor de seis horas, miles de campesinos paralizaron el funcionamiento de casi trescientos trenes mediante el desarrollo de piquetes y cortes de vías en varios puntos del norteño estado de Uttar Pradesh. El disparador de la medida de lucha fue el asesinato, en el marco de protestas sucedidas en algunas ciudades contra las leyes agrícolas, de cuatro campesinos por parte de una banda vinculada a un ministro del oficialista partido de gobierno. Como respuesta, tres miembros de la comitiva fueron linchados hasta la muerte por los manifestantes. El Samyukt Kisan Morcha (SKM), un organismo que nuclea a alrededor de 40 organizaciones campesinas, ha denunciado la detención de varios de sus dirigentes durante la protesta (La Nación, 18/10).

Este crimen desencadenó protestas en toda la India, particularmente en el distrito de Lakhimpur Kheri. El ministro en jefe de Uttar Pradesh, Yogi Adityanath (aliado de Modi), ha respondido montando una paramilitarización de la ciudad, a la vez que suspendió la conexión a internet y el acceso a la telefonía celular.

Los acontecimientos estuvieron precedidos por un Bharat Bandh (cierre total de actividades) nacional convocado por el SKM a diez meses del comienzo de la rebelión campesina. Los sindicatos bancarios, camioneros y del transporte respaldaron el llamado a huelga y la mayoría de las oficinas, industrias y establecimientos comerciales cerraron sus persianas en todo el país.

La medida huelguística fue apoyada por un amplio abanico de partidos políticos opositores a Modi, entre ellos el Partido del Congreso (CNI) y los estalinistas Partido Comunista (PC) y Partido Comunista Marxista (PCM). El hecho de que Uttar Pradesh sea uno de los focos más intensos en cuanto a la agitación popular pone un límite relativo a las aspiraciones electorales de Modi (los comicios se llevarán a cabo el próximo año), pues se trata del estado que más diputados envía al Parlamento; las fuerzas opositoras, por su parte, también esperan obtener cierto rédito político con su intervención en la lucha campesina, a pesar de ser un escollo para su desenvolvimiento.

En este cuadro, ha tomado mucha relevancia la creciente intervención de sectores obreros contra los ataques de la clase capitalista y su gobierno. Los trabajadores bancarios (han ido a una nueva lucha este viernes, por el pase a planta permanente y en defensa del salario) y los mineros del carbón han librado en los últimos meses aguerridas batallas para enfrentar las privatizaciones impulsadas por Modi. El día 14 del pasado septiembre tuvo lugar una protesta realizada por los obreros de Ford para rechazar los despidos que se encontrara llevando adelante la patronal; el sector automotriz ya se había visto inundado de manifestaciones en el mes de mayo, con epicentro en Hyundai, Renault-Nissan y en la mencionada Ford. En las últimas semanas de septiembre, a su vez, miles de trabajadores de la sanidad rural (ASHA) fueron a la huelga para reclamar un aumento de salario, equipos de protección personal y para terminar con la precarización laboral.

Las congeladas leyes agrícolas y la reforma laboral (precariza el trabajo, cercena el derecho a huelga) aprobada en septiembre del año pasado tienen como propósito no solo establecer una modificación de la relación de fuerza entre las clases, sino también rescatar al capital en crisis. Sin embargo, la “recuperación económica gradual” de la que habla una porción significativa de la prensa enfrenta numerosos obstáculos, como la escasez de chips y de energía (los inventarios de energía están en un mínimo histórico), lo cual se halla afectando fuertemente al rezagado sector manufacturero, un eslabón clave de la estructura económica del país asiático; y la elevada inflación. India no logra sustraerse a la crisis capitalista internacional.

El gobierno reaccionario y el tablero internacional

Modi le ha impregnado al Estado un carácter policial, lo que tuvo su traducción en el plano de la política exterior a través del reforzamiento de su colaboración con el imperialismo mundial. En esta línea se inscribe su participación a fines de septiembre pasado en un cónclave del Quad, una alianza que agrupa al país asiático con Estados Unidos, Japón y Australia, al cual han concurrido el presidente norteamericano Joe Biden, el ex premier nipón Suga Yoshihide, y su par australiano, Scott Morrison. A esto debe sumársele el “nuevo Quad” en ciernes, que involucraría a la India, Estados Unidos, Emiratos Árabes e Israel, y cuyo propósito es avanzar en acuerdos comerciales.

Según altos funcionarios de la Casa Blanca, la convocatoria del Quad ha perseguido como objetivo el delineamiento de un plan de despliegue de redes 5G, y aceitar la cooperación en la cuestión pesquera y en el suministro de semiconductores, entre otros (El País, 24/9). En él se han reflejado, al mismo tiempo, los objetivos del imperialismo norteamericano en la región; los cuatro países integrantes del grupo han puesto la mira en sus deliberaciones en China y Corea del Norte.

China e India, dos potencias nucleares, han estado aumentando su presencia militar en el territorio oriental del Himalaya (mantienen disputas históricas por varias regiones; China reclama el Arunachal Pradesh controlado por Nueva Delhi y esta hace lo suyo con el Aksai Chin, en manos de Beijing). Ambos países se han cruzado duramente en junio del año anterior; India, entretanto, se enfrentó militarmente en aquel entonces con su archirrival de la región, Pakistán (cercano a China).

En medio de este complejo escenario, además, Francia y la India acaban de sentar las bases para anunciar un acuerdo económico-militar, el cual pretende fungir, desde el punto de vista de los intereses del imperialismo galo, como contrapeso de la alianza Aukus, pero que también reforzará el militarismo indio contra China y Pakistán. Si bien la letra chica del tratado no ha visto la luz, “la prensa india ha reportado que podría incluir la fabricación de submarinos con una posible transferencia de tecnología” (France 24, 22/9).

Esta reconfiguración de las alianzas globales está estrechamente ligada a la crisis capitalista mundial, que produce virajes y realineamientos políticos. Los actuales choques comerciales y el recrudecimiento de las tensiones bélicas y de las contradicciones en múltiples planos, fenómenos inherentes a la etapa imperialista del capitalismo, son el prolegómeno de guerras y revoluciones.

Una salida

El movimiento campesino y los trabajadores indios necesitan profundizar su lucha para enterrar definitivamente las leyes anti campesinas y rechazar el militarismo reaccionario de Modi. La mejora de las condiciones de vida del gigantesco campesinado indio solo puede ser obra de un gobierno de trabajadores, que a través de una planificación de la economía dé lugar a un desarrollo de las fuerzas productivas y satisfaga los intereses de las mayorías populares.