Irak: La ocupación en un pantano

La ocupación de Irak se ha demostrado mucho más peligrosa y costosa de lo previsto por el imperialismo.

La crisis de la ocupación


Diariamente, las tropas norteamericanas son objeto de una quincena de ataques guerrilleros (Le Monde, 24/7) y sufren, en promedio, tres bajas cada dos días. “El Ejército de Estados Unidos no controla el país” (Corriere della Sera, 25/7). “Bagdad y sus alrededores presentan una imagen de caos y desorden, con los soldados norteamericanos apenas capaces de controlar las principales rutas” (Financial Times, 2/8). Pero “los soldados norteamericanos no se sienten seguros ni en sus propias bases (porque) la guerrilla está escapando cada vez más al control norteamericano” (Robert Fisk, en New Zeland Herald, 23/7). Los operativos “antisubversivos”, cada vez más duros y violentos (El País, 29/7), al atacar poblaciones enteras y detener cientos de personas siembran un odio todavía mayor contra los ocupantes.


Las manifestaciones shiítas, de cientos de miles de personas, reclaman regularmente la salida de los ocupantes. El temor a una Intifada shiíta desvela a los ocupantes.


Los servicios públicos esenciales siguen sin ser repuestos. La economía está paralizada y el desempleo golpea al 60% de la población.


Bajo la presión de la guerrilla y la hostilidad de la población, las tropas de ocupación se encuentran “sobreextendidas y descontentas” (Página/12, 20/7). El Pentágono debió sancionar a dos soldados que públicamente, en un reportaje de TV, reclamaron la renuncia de Rumsfeld. En la prensa imperialista se manifiesta una creciente preocupación por la “baja moral” de las tropas ocupantes (Financial Times, 17/7).


El “gobierno transitorio” no ha logrado ningún respaldo popular. Peor todavía, según los expertos del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), contratados por el Pentágono para evaluar la situación en Irak, “la Autoridad Provisional (norteamericana) está desconectada de la realidad (…) vive en un coco dentro de una burbuja” (Financial Times, 18/7).


Crisis política en Washington


En Estados Unidos crecen las críticas por el enorme costo financiero de la guerra y la ocupación. En una reciente visita a Washington, el procónsul Bremer no logró que el Congreso autorizara partidas presupuestarias extras para el gobierno de ocupación. “Estados Unidos no puede aumentar el contingente de tropas”, necesario para derrotar la resistencia, “sin un esfuerzo humano y financiero que este gobierno quiere evitar” (Corriere della Sera, 25/7).


El escándalo del truchaje de los “informes de inteligencia” acerca de las inexistentes “armas de destrucción masiva” del régimen iraquí se ha agravado todavía más con el “suicidio” del científico británico David Kelly, que informó secretamente a la BBC que los informes de inteligencia eran truchos.


La popularidad de Blair en Gran Bretaña cae en picada y en Estados Unidos, la de Bush “se vaporiza” (Página/12, 20/7). Para Bush, “el goteo de cadáveres se vuelve políticamente intolerable” (Corriere della Sera, 25/7). Hasta el secretario general de las Naciones Unidas, Koffi Annan, se atreve a pedir “el fin de la ocupación de Irak” (Financial Times, 23/7).


La impasse de la ocupación plantea una crisis política mayor en Washington. “El gobierno de Bush se encuentra en tal confusión que no aparece claro quién puede tomar decisiones estratégicas en este momento. Mientras tanto, los altos funcionarios de Washington maniobran unos contra otros (…) sobre quién es el responsable de los fracasos de inteligencia. La situación en Irak es difícil, pero la real amenaza para el esfuerzo de guerra de Estados Unidos es que el presidente permita que continúe la lucha interna (…) Hay una crisis en la guerra y el presidente debe comandar…” (Stratfor, 28/7). ¿Dónde está el piloto?


De vuelta a la ONU


La impasse de la ocupación representa “una crisis mayor para la estrategia norteamericana” (ídem). Para superarla, necesita aplastar la resistencia, y para ello requiere apoyo político interno e internacional.


La formación del “Consejo Interino” iraquí apunta en esta dirección. También el llamado de Bush a otros países a “colaborar militar y financieramente” en Irak. Este llamado, dice el Corriere della Sera (25/7), “no es una opción deseable; es una necesidad política y militar” para los norteamericanos. Rosemary Hollis, del británico Royal Institute of International Affairs, lo confirma: “La Otan no puede socorrer a los norteamericanos. Tiene sólo 80.000 hombres, de los cuales 37.000 ya están desplegados en Afganistán, los Balcanes, Sierra Leona y otros lugares. La única respuesta son las Naciones Unidas. Conclusión: los norteamericanos no tienen otro modo de salir de la trampa de Irak que (…) aceptando que se convierta en una operación de la Onu” (Corriere della Sera, 29/7).


Todo esto explica los crecientes reclamos de una “mayor intervención de las Naciones Unidas en Irak”. Primero Rusia, luego Francia, Alemania y la India se declararon dispuestas a enviar tropas a Irak a colaborar con la ocupación si se votara una nueva resolución de la Onu.


Las “usinas de ideas” del imperialismo también reclaman la intervención de la Onu para superar la crisis de la ocupación norteamericana. Después de reconocer que “Estados Unidos no puede reconstruir Irak por sí mismo” y que “necesita ayuda para la reconstrucción”, el Financial Times (24/7), en una nota editorial, plantea la necesidad de la “ayuda de la más amplia comunidad internacional”. Para ello es necesario, aclara, “que la comunidad internacional esté más involucrada en la reconstrucción de posguerra (y) que se establezca un cronograma para poner a los iraquíes en los puestos de mando”.


En el propio imperialismo norteamericano existe un ala partidaria de “volver a la Onu” y Colin Powell se declaró dispuesto a “examinar” una nueva resolución que permita el despliegue de tropas de terceros países.


Pero ese apoyo tiene su precio: el reparto de los negocios petroleros y de la reconstrucción de Irak, hasta ahora monopolizado por los norteamericanos. Por eso, el “regreso a la Onu” está en violenta contradicción con la política de toda un ala del imperialismo norteamericano, que vio en la invasión a Irak la oportunidad de golpear a las potencias europeas y a las “organizaciones internacionales”.


La cuestión petrolera


Otro factor que empuja hacia la intervención de la Onu: la posición de los grandes pulpos petroleros, “que han advertido a las autoridades norteamericanas que no realizarán inversiones mientras la situación respecto de la seguridad continúe siendo tan peligrosa” (Financial Times, 25/7).


Funcionarios norteamericanos de alto rango se entrevistaron con los jefes de las principales petroleras para incentivarlos a invertir en Irak, obteniendo en todos los casos la misma respuesta: su preocupación “por la falta de seguridad y de legitimidad política (dado que) la autoridad transitoria apoyada por Estados Unidos tiene muy poca representatividad” (ídem). El presidente de la Shell declaró públicamente que “debe haber una autoridad legítima y un proceso legítimo adecuados, capaces de negociar acuerdos que van a durar décadas” (ídem). Incluso compañías norteamericanas como la Exxon-Mobil y la Chevron-Texaco han decidido, por el momento, no invertir en Irak.


Las contradicciones que enfrenta la ocupación militar norteamericana en Irak son, objetivamente, explosivas.