Israel y Palestina: Limpieza étnica y anexión


Netanyahu está impulsando una ley para definir al Estado de Israel como “estado nacional del pueblo judío”. Esta definición histórica del Estado sionista transforma al 25% de árabes israelíes (y de otras minorías, como los drusos) en ciudadanos de segunda categoría.


Esta iniciativa es funcional a la política de anexión y de limpieza étnica, que es intrínseca al Estado sionista. En las últimas semanas, se han autorizado nuevas construcciones de asentamientos en Jerusalén.


 


Estado de sitio


Esta política expulsiva sólo puede prosperar bajo un régimen de excepción, no sólo en los territorios ocupados donde residen los palestinos sino dentro de las fronteras de Israel. La población de origen árabe está sometida a una suerte de “libertad vigilada”.


Los choques entre jóvenes palestinos y policías israelíes han empezado a producirse también al norte de Israel, en el que reside la mayoría de ese 20% de la población que es árabe. Semanas atrás, la muerte de un joven de 22 años a manos de una patrulla policial provocó masivas manifestaciones en la región de Nazaret, donde hubo dos días de huelga en comercios y escuelas en solidaridad. También se han repetido las movilizaciones en Haifa o el barrio de Jaffa, en Tel Aviv, cada una de las cuales ha reunido a más de 5.000 personas.


Uno de los focos principales de tensión se concentra en Jerusalén, donde el régimen sionista viene llevando adelante una política de provocaciones, que incluye el cierre de la Explanada de las Mezquitas, centro emblemático de los palestinos. Esta escalada acaba de pegar un salto con el asesinato de uno de los ministros de la Autoridad Palestina (AP). La política oficial ha acicateado los ánimos de los colonos ultraortodoxos, lanzados en las últimas semanas a una campaña que ha llegado al incendio de mezquitas.


 


Elecciones adelantadas


Esta cruzada termina de pulverizar el proyecto de dos Estados. La actual política de asentamientos hace que dicho proyecto sea físicamente inviable quedando Cisjordania convertida en un territorio fragmentado sin conexión entre sí.


El canciller Liberman ha reflotado un “plan de paz”, que incluye el establecimiento de un Estado palestino, desmilitarizado. Un proyecto fantasioso, si nos atenemos al avance sionista en este último período “…la densidad de la colonización de los territorios imposibilita en teoría generar un espacio realmente sustentable donde incluir un Estado Palestino” (Clarín, 6/12).



El anuncio de convertir a Israel en el “estado nacional del pueblo judío” terminó por precipitar una crisis de la coalición gobernante: se fueron los ministros del ala “moderada”.


Netanyahu ha tomado la iniciativa de convocar a elecciones adelantadas para marzo. Apunta a un desarrollo de su propio partido, Likud (una minoría en el astillado parlamento sionista) y a liderar una nueva coalición que incluya a los partidos ultraortodoxos. Esta operación podría deparar un desenlace inesperado Por lo pronto, ya ha generando una oposición considerable en su propias filas. No está claro tampoco si otro de sus aliados clave, como el canciller Liberman, esta vez se unirá al Likud.


 


Perspectivas


En Cisjordania, la AP ha venido desarrollando denodados esfuerzos para impedir las protestas en Cisjordania y Jerusalén (Al Monitor, 26/11). Esta política de “cooperación” con Israel, sin embargo, es cada vez más difícil de sostener. En este escenario, se han reavivado los choques entre la Autoridad Palestina y Hamas, y están haciendo aguas los compromisos acordados luego de la invasión a Gaza.


En septiembre, ambos pactaron que la Autoridad Palestina se encargaría del control de los pasos de Gaza, como exigió Israel para el alto el fuego. Eso no ha ocurrido y la Franja sigue siendo gestionada de facto por Hamas.


Se recrean, en resumen, las tendencias a la rebelión palestina.


El apartheid sionista pone al rojo vivo la actualidad y la vigencia de la lucha por una Palestina única, laica y socialista.