Italia: “Cacciare il governo” Berlusconi

La huelga general del 16 pasado fue la mayor de los últimos cincuenta años en Italia: fábricas desiertas, puertos, estaciones de transporte, aeropuertos, bancos, escuelas y correos cerrados; hospitales que operaron con guardias mínimas para urgencias; no hubo diarios ni noticieros de radio o TV. El llamado “planeta Fiat” se paralizó en todo el país; lo mismo sucedió en otras grandes empresas como Telecom, Pirelli u Olivetti.


En las 21 principales ciudades, más de dos millones de trabajadores concurrieron a las manifestaciones. En Cerdeña, hubo un escrache frente a la mansión veraniega del primer ministro Berlusconi.


La huelga fue precedida por enormes manifestaciones, en las que se movilizaron tres millones de trabajadores hace apenas un mes, y por “manifestaciones y huelgas parciales espontáneas” que reclamaban la huelga general en numerosas empresas metalmecánicas, químicas y plásticas de Lombardía, Piamonte y Emilia (Corriere della Sera, 22/2). Hace poco más de un mes, en Prensa Obrera (14/3), anticipábamos que “en Italia madura la huelga general”.


La huelga repudió al intento del gobierno derechista de Berlusconi de modificar el artículo 18 de la ley laboral, que otorga una protección limitada contra los despidos. Es una declaración de guerra contra el movimiento obrero, en particular contra los trabajadores más antiguos, que serán reemplazados en masa por jóvenes empleados mediante “contratos basura”.


Aunque Berlusconi pretende arrasar con la legislación laboral, como lo hizo la Thatcher, “las grandes empresas como Fiat, Pirelli o Telecom tienen terror a la ruptura de la paz social” (El País, 17/4). No son pocos los que sostienen que, después de la huelga, “la reforma está muerta”.


El gobierno está empeñado en abrir una “brecha” entre las tres centrales. Le ha ofrecido a la CSIL (católica) y la UIL (dirigida por los ex socialistas), la creación de un subsidio para los desempleados de las pequeñas y medianas empresas (en la actualidad, sólo rige para los de las grandes empresas). Sin embargo, “no está para nada claro que el gobierno tenga fondos para financiarlo” (Financial Times, 16/4).


El éxito de la huelga sólo ha dejado en claro que el pueblo trabajador italiano lo considera su enemigo. Entre “los líderes industriales” se manifiesta, de una manera cada vez más abierta, “una creciente decepción por el fracaso de Berlusconi para cumplir sus promesas electorales”, en particular la “reforma” del sistema previsional (ídem). A los ojos de la gran burguesía, “la reforma laboral es una prueba de la capacidad del gobierno para alcanzar objetivos más amplios” (ídem).


Se ha iniciado en Italia una nueva crisis política y un ascenso obrero. La consigna de conjunto de los trotskistas italianos (Proposta) es “Fuera Berlusconi”.