Italia: crisis por arriba y por abajo

La crisis en Italia continúa desenvolviéndose a ritmo vertiginoso. Aunque la mayoría de los diarios pusieron el énfasis en el hecho de que Berlusconi logró dar media sanción al plan de ajuste en el Parlamento en forma de “voto de confianza” a su gobierno –un rechazo habría implicado la caída inmediata del premier y la convocatoria a elecciones–, detrás de esa victoria pírrica se procesa, de manera abierta, la discusión sobre las alternativas inmediatas al agotado régimen político berlusconiano. Berlusconi viene sondeando a los llamados “centristas” de UDC para que se integren al gobierno, pero tal opción fue rechazada de plano por sus aliados de la Liga Norte, que anunciaron que la presencia de ambas formaciones en el mismo gobierno sería incompatible. El resquebrajamiento de la coalición de derecha sigue profundizándose, a punto tal que ya comienzan a aparecer distintas “corrientes internas” en el llamado Partido de la Libertad.

Mientras tanto, sigue la agitación obrera –el lunes 19 fueron a la huelga médicos y empleados públicos contra el plan de ajuste- y se ha agudizado el conflicto en la Fiat. El lunes 13, centenares de trabajadores de la enorme fábrica turinesa de Mirafiori fueron a la huelga, en reclamo del pago de un bonus que la empresa debió hacer efectivo este mes, y lo propio hicieron los operarios de otras plantas de la compañía. Al día siguiente, la Fiat contraatacó con una nueva provocación y anunció el despido de varios delegados de la Fiom, acusándolos de bloquear las líneas de producción durante una huelga. La Fiom convocó a huelgas de cuatro horas en las plantas de la Fiat de todo el país, que tuvieron un acatamiento muy importante.

Los planteos de sus dirigentes, de todas maneras, continúan en la línea “negociadora” y a la defensiva: el secretario general de la Fiom se lamentó de que “siempre dijimos que estábamos dispuestos a negociar los cambios de turnos en Pomigliano (pero) nosotros hacemos propuestas concretas y la Fiat siempre hace lo que quiere”. Al día siguiente, llamó al resto de los sindicatos a organizar una jornada de movilización nacional para reabrir las negociaciones por el bonus y contra los despidos; propuesta que fue desechada por el resto de los gremios, completamente vendidos a la patronal. El secretario general de la CISL, uno de esos sindicatos, pasó incluso a la ofensiva y declaró que “estamos dispuestos a colaborar con la Cgil [la central sindical a la cual pertenece la FIOM], pero invitamos a Epifani a poner a la Fiom en el camino correcto (…) Desde hace tiempo la Fiom no es un sindicato sino un movimiento político” (Automania.it, 17/7).