Italia, la burguesía se cocina en su propia salsa


Es poco frecuente que en el país de Maquiavelo las crisis políticas estallen imprevistamente. La última, que puso en minoría al gobierno de Prodi y lo forzó a la renuncia, tiene todos los trazos de una maniobra. La secuencia posterior de la crisis, cuando el presidente Napolitano le vuelve a confiar a Prodi la formación de un gobierno, lo confirma: Prodi es encargado de buscar, más allá de una mayoría propia, una “mayoría variable” que le consienta obtener en los partidos de la oposición de la derecha los votos necesarios para aprobar las leyes estratégicas, en especial de política exterior — mientras elabora una modificación de las leyes electorales, de modo de penalizar a los partidos pequeños y, de ese modo, favorecer mayorías estables en el Parlamento. Hay evidencias circunstanciales que abonan la tesis de una ‘cama’ auto-preparada para desplazar el eje del equilibrio parlamentario hacia la derecha: el gobierno propone una votación sobre política exterior (lo cual supone el apoyo a la presencia militar de Italia en Afganistán y en Líbano) exactamente unos días después de que una enorme manifestación repudiara la decisión de autorizar la ampliación de la base militar norteamericana en Vicenza. Asimismo, en vísperas de la presentación al parlamento, el canciller D’Alema se niega a introducir una párrafo anodino en su discurso al Senado, en la que debía prometer una reconsideración en un futuro indeterminado de la presencia en Afganistán, pedido por senador ‘trotskista’ Turigliato, de Rifondazione Comunista y del Secretariado de la IV Internacional, que ya había votado varias mociones de confianza a favor de Prodi y la ley de presupuesto. Esto empuja a Turigliato a votar en contra y contribuir así a la derrota del planteo llevado por el ministro de Relaciones Exteriores.


 


La evidencia de que se planteó ‘una crisis a la italiana’, lo muestra también la conducta de la oposición, que lejos de compactarse para pedir elecciones inmediatas, se presenta ante el presidente con dos posiciones: una, minoritaria, que plantea elecciones, y la otra, encabezada por Berlusconi y la Alianza Nazionale, que propone un ‘gobierno técnico’, a todas luces inviable.


 


Se diseña, a partir de esta maniobra, un proceso por lo menos interesante, porque marca un principio de ruptura de la alianza Prodi-Bertinotti —jefe de Rifondazione Comunista— que hasta el momento había intentado contrabalancear a los dos sectores fuertes de la coalición de gobierno —los ex comunistas de la Democracia de Sinistra y los ex democristianos agrupados en la Margherita. Prodi sale de la crisis con un mandato de gobernar “hacia el centro”; la respuesta de Bertinotti es expulsar al diputado disidente y reforzar su apoyo al gobierno, con el agudo argumento de no ofrecerle excusas para que rompa con la izquierda. El saldo de la crisis es una evolución hacia la derecha de todo el arco político oficial, sin excepciones. En los próximos días las Cámaras deberán votar el refinanciamiento de las tropas italianas estacionadas en Afganistán, con los votos de la izquierda ‘pacifista’ que dice oponerse y con los de la oposición, que dice que el gobierno está acabado. Mientras ocurre todo esto, la Cofindustria saluda el ‘liberalismo’ económico del gobierno y los norteamericanos la ‘firmeza’ de su política exterior.


 


Todo este minué legislativo sirve para destacar los extremos y que ha alcanzado el derrumbe de la alternativa de ‘centro-sinistra’, en la que pusieron todo su capital estratégico, no solamente ‘comunistas’ y ‘trotskistas, sino el gran capital italiano y europeo. Al mismo tiempo, no existe en lo inmediato una posibilidad de recambio derechista, esto porque podría provocar una reacción sin precedentes en las masas que han creído que el centroizquierda pondría fin por completo al ciclo derechista. No hay mayor ‘peligro’ que una desilusión política abrupta.


 


Antes de llegar a esta crisis de gobierno, Italia había pasado por episodios significativos, que demuestran una efervescencia subterránea llamada a intervenir en los acontecimientos. Hace tres meses, en un acto masivo en la Fiat de Turín, la burocracia sindical de la CGIL y de la Fiom (metalúrgicos) fue silbada clamorosamente, en uno de los mayores episodios de repudio de la base de la clase obrera. Este hecho ahondó la crisis latente en la burocracia, en especial entre los metalúrgicos. Las expresiones de rechazo de la clase obrera se repitieron en ocasiones siguientes. Para contrarrestar estos hechos, el gobierno acabó ‘descubriendo’ entre algunos delegados de la Fiom a miembros de las Brigate Rosse, lo que le sirvió para montar, con el apoyo de la burocracia, una ofensiva contra la ‘inflitración extremista’ en los sindicatos. Las continuas oscilaciones del péndulo político italiano, de los rechazos populares a las provocaciones derechistas, muestran una tensión política excepcional —la cual opera como el factor fundamental de toda la crisis que se desenvuelve en la superficie.


 


Todos los comentaristas italianos coinciden en que las variantes que se manejan para el período pos-prodiano son igualmente inviables. No hay un eje político para una reagrupamiento de fuerzas de los partidos patronales. Un gobierno de ‘larga intesa’, o sea de la derecha y la izquierda, como ocurre en Alemania, haría estallar a una y otra, porque no tienen la cohesión de los partidos alemanes y porque tampoco es similar la fuerza económica relativa de los países. Un gobierno de coalición con Berlusconi es una contradicción de términos. Por otro lado, si luego de la crisis bursátil reciente se deposita en Europa y en Italia una recesión, y además estalla por completo la alianza Prodi-Bertinotti, tendríamos configurada la situación más aproximada posible a la Argentina de 2000 luego de la renuncia de Chacho Alvarez. Esto significaría el fin de Rifondazione Comunista, con mucha mayor implicancia que la disolución del Frente Grande y del Frepaso en Argentina.


 


Será necesario señalar esta perspectiva y preparar a las masas para ello sobre la base de consignas sistemáticas. Nuestros compañeros italianos, que se agrupan en el Partito Comunista dei Lavoratori, están en una excelente posición para actuar porque advirtieron enseguida que la colaboración de Rifondazione Comunista con el gobierno imperialista de la centroizquierda, planteaba su liquidación política.