Italia: lucha de clases e impasse político

En Italia, la crisis mundial no ha producido movilizaciones populares ni un viraje político de las masas semejantes a las de Grecia. No porque la crisis sea menor. El derrumbe capitalista se manifiesta en una acelerada bancarrota industrial. El PBI continúa cayendo, mientras la deuda pública subió al 126,3% del PBI. El 23% de los jóvenes entre 15 y 29 años, oficialmente, no estudia ni trabaja, un porcentaje que en Europa sólo es superado por Bulgaria y por Grecia. La desocupación bate todos los récords, mientras los rendimientos de los jubilados han caído un 35%, al mismo tiempo que se eleva la edad mínima de jubilación.


En un país con cinco millones de trabajadores extranjeros -la gran mayoria bajo condiciones miserables-, el 40% de las familias sin techo -el número crece aceleradamente- son italianas. La Fiat atesora, en lugar de invertir: su caja pasó del 6,5% al 65,5% de su deuda, debido al ahorro de 17.000 millones de euros aportados por los despidos -y a 7.000 millones de euros inyectados por la Chrysler-, mientras caen las ventas y la productividad. El capitalismo italiano, orgullosamente "europeo", se está yendo al diablo.


Pese a esta poco envidiable performance, el gobierno "técnico" del primer ministro Mario Monti, al que nadie eligió -salvo las cámaras patronales y el Vaticano- sigue recibiendo el apoyo de la derecha y de la "izquierda". En marzo, el gobierno propuso tasar las propiedades inmobiliarias del Vaticano -oficialmente, 8.800 instituciones escolares de todo tipo, más de 4.700 centros sanitarios y asistenciales, y casi 50.000 "estructuras eclesiásticas"-, usadas abiertamente para fines comerciales. Las propiedades del Vaticano son estimadas entre el 33% y el 50% de todas las propiedades inmobiliarias del país, imprecisión que revela uno de los "agujeros negros" de la economia peninsular. En octubre, el Consejo Constitucional -en el que nadie entra sin la bendición del Papa, otra hazaña de la "República fundada sobre el Trabajo"- bochó la medida. "Super Monti", "e gli suoi sostenitori", se la tragaron callados.


El gobierno suprimió 35 provincias para bajar el gasto público y el déficit; y el Parlamento aprobó una nueva ley anticorrupción. La supresión de 35 de las 81 provincias con estatuto ordinario y de organismos intermedios entre los 8.300 municipios y las veinte "regiones" sería el primer paso para realizar una reorganización de la administración territorial, supuestamente para combatir el derroche de recursos públicos. A eso se agrega una corrupción que cuesta al menos 60.000 millones de euros anuales a los cofres públicos -con los "daños indirectos" se llegaria a 100.000 millones de euros. Desde luego, las posibilidades de Monti y sus "profesores" de enfrentar los reinos de la Mafia y de las cometas son iguales a cero. Las medidas de Monti sólo llevan a más despidos en el sector público y a la ruina de numerosos pequeños comerciantes y prestadores de servicios, y agregan más miseria a la miseria.


Dictadura tecnocrática


La dictadura tecnocrática de Monti recibe el apoyo de la derecha, del centro y de la "izquierda", en la página más vergonzosa de la historia de la República Italiana -páginas que llenarían una enciclopedia. La bronca sorda de los explotados no encuentra, sin embargo, canales reales de expresión. Hay un acuerdo implícito entre derecha, centro y seudoizquierda para dejar que Monti haga el "trabajo sucio" y disputarse después el gobierno del país, dando continuidad a esa política, incluso con la presencia de Monti en el gobierno. El "lavoro sporco" de éste no acabó: en su más reciente medida bajó en 1% el impuesto a los réditos -beneficiando, principalmente, al gran capital- y aumentó en 1% el IVA. Según los cálculos más moderados, el "paquete" completo cuesta 140 euros mensuales al 45% de las familias más pobres.


La reacción obrera, a veces explosiva -vale también para los estudiantes- no configura todavía una oposición de clase. Las direcciones sindicales -la principal es la CGIL- se limitan a paros parciales -a veces de sólo cuatro horas-, sectoriales y divididos. Aislan las ocupaciones de fábrica, decididas por las bases. La manifestación nacional convocada por la CGIL el 20 de octubre reunió a más de 100.000 personas, pero se caracterizó por su despolitización. La Piazza del Popolo -Roma- se colmó de números artísticos. Susana Camuso, secretaria general de la CGIL, se limitó a plantear un alivio impositivo para las empresas que contratasen. Exactamente una semana después, la izquierda sindical, política y "movimientista", organizada en el "Comité No a la Deuda", convocó, en el mismo lugar al No Monti Day, obviamente mucho más politizado, pero con poco más de 15.000 personas.


La ley presupuestaria -ahora llamada "de estabilidad"- de 2013, prevé cortes en los gastos públicos de 12.000 millones de euros, concentrados en los gastos sociales (sólo para la salud están previstos cortes de 1.500 millones de euros): el grueso del "ahorro" será destinado a "incrementos en la productividad" -subvenciones al gran capital- y al financiamiento de despidos. Un programa abierto de guerra social. "Cacciare Monti" es, por eso, la primera condición de una política de izquierda.


Esta consigna es evitada como la peste por casi todos los llamados "de izquierda". El viraje político -sordo- de las masas se expresa, por ahora, sólo de forma negativa, en el hundimiento político-electoral de la derecha. La inestable coalición de los ladrones de Berlusconi -transformado en un cadáver político ambulante-, los fascistoides de Fini y los xenófobos de Bossi -la Legga Nord, despedazada en escándalos múltiples de corrupción- explotó en etapas sucesivas; cada uno de sus miembros posee intenciones de voto inferiores al 7% y no se juntan más. Lo mismo sucede con la Italia dei Valori, del ex juez de Mani Pulite, Di Pietro, otrora estrella de la política italiana.


De “cómicos” y “demócratas”


A la sombra de la descomposición política de todo el régimen capitalista ha crecido el M5S -"Movimiento Cinco Estrellas"-, que encabeza el cómico de TV Beppe Grillo. No es una reedición del "populismo" -qualunquismo. Grillo se parece a una caricatura anacrónica del Duce, incluyendo sus exhibiciones patéticas de salud y fuerza física. El éxito -parcial- de la antipolítica expresa la podredumbre del régimen y opera como una válvula de escape para éste.


El Partido Democrático, con 29% de intención de voto, ha crecido electoralmente como simple efecto del derrumbe de la derecha. Venció en las recientes elecciones de Sicilia con el 10% del padrón electoral -abstenciones del… ¡53%! Su juego de escena consiste en una pelea de su líder, Pierlugi Bersani, con el intendente de Florencia, Matteo Renzi, su contrincante interno, para pulir una imagen de "progre". El gobierno "político" que se prepara, para después de las elecciones, sería la perfecta continuidad del gobierno "técnico" de Monti. El "izquierdoso" Nichi Vendola, de Socialismo y Libertad, gobernador de Puglia, prepara su ingreso al futuro gabinete.


Los restos del PRC -Refundación Comunista-, con el 2% de intención de voto, encabezan la escuálida y moribunda "Federación de las Izquierdas" (FDS). Dentro del PRC juega el papel de "bombero crítico" el grupo trotsko-chavista de Alan Woods -Falce e Martello-, que denuncia el peligro de que "una horda de 'peligrosos bolcheviques' bajará entonces a las plazas, del brazo de Cremaschi -Fiom, sindicato metalúrgico-, Ferrando -dirigente del PCL, de la CRCI- y Turigliatto -del Secretariado de la IV-, desempolvando eslóganes revolucionarios contra Monti y contra el PD… todo residuo de credibilidad sería perdido, y las elecciones terminarían en un baño de sangre" (sic). El Militante, como es conocido en América Latina, se ha transformado en un sistema de delaciones.


La izquierda revolucionaria -incluyendo al PCL- oscila entre un 0,1% y un 0,2% de intención de voto -el PCL obtuvo 0,3% en las elecciones sicilianas. El sector dirigente de la Fiom, que actúa como una suerte de oposición de izquierda en la central obrera, CGIL, se limita a pequeñas maniobras políticas semiclandestinas en el interior de la izquierda y de la centroizquierda, sin programa ni perspectivas claras.


Para quebrar la marginalidad política no bastan los planteos revolucionarios generales -incluyendo el de "gobierno de los trabajadores"-, sino que se debe elaborar una precisa caracterización política de la descomposición del régimen y del Estado capitalista italiano, de sus diversas expresiones políticas, de su vínculo con la imparable bancarrota capitalista y la crisis irremediable de la Unión Europea, huyendo de la autoproclamación sectaria -moneda corriente en la "extrema izquierda". La crisis y la atomización actuales de la izquierda podrian transformarse así en la levadura de su renacimiento sobre bases revolucionarias.