Italia: Se disgrega el régimen político

Y no se ve la luz al final del túnel

En las últimas semanas se ha agudizado la crisis del régimen político italiano. Luego de que la Corte estableciera en octubre la inconstitucionalidad de una ley que le garantizaba inmunidad, las citaciones de Berlusconi ante los tribunales se han convertido en el tema casi excluyente de las primeras planas de los periódicos. El sábado 5, enormes manifestaciones convocadas a través de internet ocuparon las calles de las principales ciudades italianas pidiendo su renuncia, con la notable ausencia de la dirección del Partido Democrático, principal grupo de oposición de centroizquierda. Para ponerle la frutilla al postre, el pasado fin de semana Berlusconi fue atacado en una manifestación; le rompieron la nariz y dos dientes y tuvo que ser hospitalizado.

El rompecabezas de la crisis del régimen político italiano debe ser entendido en el contexto de la crisis económica internacional. Su inmensa deuda pública, una de las mayores de Europa, hace sobrevolar el fantasma de un default. El intento de combinar una política de rescate del capital en crisis con una “austeridad” fiscal que evite una cesación de pagos está llegando a su límite: todo un sector de la burguesía reclama subsidios -la Fiat ha amenazado con irse del país porque no le cierran los números. Son habituales los choques dentro del gabinete, que ponen de manifiesto todas las contradicciones dentro de la coalición derechista: el ministro de Economía Giulio Tremonti está sostenido fundamentalmente por la Lega Nord, que representa a la pequeña burguesía derechista del norte del país, contraria al gasto público, mientras que Gianfranco Fini y sus aliados de la ex Alleanza Nazionale son exponentes de la gran burguesía que exige una política de rescate al gran capital en crisis.

Si se amplía un poco la perspectiva, por otra parte, se observa que también tallan en la crisis italiana los entretelones de las disputas entre las grandes potencias. Con la excusa de una visita “privada” para la celebración del cumpleaños de Vladimir Putin, Berlusconi estuvo el mes pasado en San Petersburgo para asegurar contratos de la Fiat y el conglomerado industrial Finmeccanica en el mercado ruso, y ajustar detalles de un acuerdo entre Eni y Gazprom para la construcción de un gasoducto que lleve el gas ruso de Asia Central a Europa a través del Mar Negro. Según un analista citado por The Economist (3/12), “si Merkel defiende a Opel y Obama protege a Detroit. ¿Por qué Italia no va a escuchar a Eni en sus negociaciones con Rusia?”.

Aunque la crisis ya ha llegado al hueso, su resolución no parece cercana. Ha surgido una tendencia a colocar al Poder Judicial como árbitro, propia de los regímenes políticos en desintegración, al mismo tiempo que todo un sector de la burguesía manifiesta su preocupación por las permanentes citaciones judiciales a un premier en ejercicio, que pueden llevar a la “parálisis” del gobierno. El dilema del régimen político italiano es la enorme dificultad de armar un post-berlusconismo en medio del torbellino de una crisis mundial. Las tendencias a la desmembración de la coalición derechista gobernante han llegado a un punto crítico -según el diario Il Tempo, el partido fundado por Fini y Berlusconi hace apenas nueve meses “ya no existe más”. El intento de armar un recambio que tenga como eje a Fini, a la Iglesia y a sectores de la oposición de centroizquierda, por otra parte, se produce mientras esta centroizquierda se debate en una profunda crisis. El Partido Democrático -resultado de la fusión entre los ex comunistas y los católicos de la antigua Democracia Cristiana- atraviesa un proceso agudo de disgregación. Es un cero a la izquierda en las movilizaciones populares contra Berlusconi y está sufriendo una sangría de dirigentes católicos por derecha. Berlusconi parece estar sostenido por la precariedad y las contradicciones de los armados políticos de sus adversarios. La enorme debilidad de la oposición de centroizquierda permite pronosticar un triunfo del Cavaliere: es por eso que los principales interesados en evitar cualquier tipo de adelantamiento electoral son los dirigentes de la oposición y quien amenaza con recurrir a las urnas para darle una salida a la crisis es quien está en el ojo del huracán, es decir Berlusconi. En la década pasada, el colapso de los partidos tradicionales de la segunda posguerra provocó una profunda crisis del régimen político italiano. Presenciamos ahora la desintegración del cuadro político y de las principales coaliciones que parecían haber surgido de esa impasse. La crisis política italiana está en pleno desarrollo; a través de su análisis se procesa el estudio concreto de la dinámica de la crisis mundial.