Internacionales
10/10/1996|514
‘Judenrat’ en Palestina
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La nueva ‘intifada’ en Palestina ha sido sólo frenada in extremis gracias al colaboracionismo de la ‘autoridad’ de Arafat: (éste) “puso en movimiento sus mejores cuadros políticos para que visitaran escuelas, universidades y a los jóvenes militantes de las principales ciudades, a quienes convencieron de que debía abrirse un paréntesis de negociaciones después de las batallas entre policías palestinos y militares de Israel” (Clarín, 5/10). Contó, además, con “el apoyo de los líderes religiosos mulsulmanes” (ídem). En Hebron, cuya entrega a la Autoridad Palestina los sionistas vienen postergando, “un insólito plan de cooperación entre policías palestinos y el Ejército israelí permitió mantener la calma… Grupos de policías palestinos de civil, armados con pistolas, se mezclaron con la muchedumbre para controlar cualquier erupción de violencia contra los soldados israelíes. (Estos) hicieron la vista gorda ante esta irrupción. La policía palestina está desplegada en las grandes ciudades menos en Hebrón” (ídem).
La situación en los territorios es desesperante. Un corresponsal, ‘sionista’, reconoce que los palestinos “viven hoy peor que en el pasado bajo la conquista israelí … el nivel de desocupación se elevó a más de un 50 por ciento en Gaza, donde la economía estaba vinculada a la posibilidad de trabajo en Israel… Las cloacas en Gaza siguen abiertas y corriendo por las calles como en el pasado, el hambre crece día a día, los enfermos no reciben la atención debida en los hospitales por falta de medios (también porque está limitado el ingreso a los modernos centros hospitalarios en Israel). Si en el pasado el ‘conquistador’ israelí hospitalizaba a un enfermo de cáncer o de apendicitis, hoy uno u otro puede fallecer, porque la Autonomía Palestina tiene una seudosoberanía, pero no medios para mantenerla” (Brecha, 4/10). En Gaza “la mortalidad infantil trepa al 30%” (Clarín, 15/5).
En Cisjordania, se inauguraron recientemente carreteras ‘exclusivas’ para los colonos sionistas o para su Ejército, que están vedadas a la población palestina. Mientras tanto, “la separación total entre Gaza y Cisjordania sigue en pie. Es una separación que está destruyendo el tejido social del pueblo palestino -dice un catedrático de la Universidad de Nablus- … Los palestinos que viven en una región no conocen de verdad a sus hermanos de la otra región… Hice una encuesta entre un centenar de mis estudiantes … Sólo dos de ellos habían visitado Gaza, y ambos lo habían hecho cuando eran niños” (Página 12, 6/10). A pesar de los ‘acuerdos de paz’ “más de 4000” palestinos (Ambito, 3/10) se encuentran aún en prisiones israelíes, y se estima que alrededor de mil en las nuevas cárceles de la ‘Autoridad’, donde según el psiquiatra Eyad Sarraj, jefe de la Comisión Palestina Independiente por los Derechos de los Ciudadanos, detenido dos veces en los últimos meses, “se practican torturas sistemáticas”, lo que “sumía a la gente -en los territorios- en ‘un miedo abrumador’ (N. Y. Times, reproducido en Clarín, 10/7).
La nueva ‘Intifada’ ha sido un levantamiento nacional contra esta situación. El ejército sionista respondió con una inusitada crueldad: desde helicópteros Cobra americanos, las tropas sionistas ametrallaron impunemente a los jóvenes palestinos desarmados y provocaron la mayor matanza de palestinos en mucho tiempo. Han implantado un ‘bloqueo interno’ entre las ciudades palestinas, que “tiene un impacto negativo en todos los aspectos de la vida, especialmente en la sanidad, la educación y el trabajo. Israel exige a los palestinos obtener permisos para moverse entre las ciudades de Cisjordania” (Pagina, idem). En Hebrón aplican un “duro toque de queda… que deja sólo tres horas a sus habitantes para poder salir a la calle” (Clarín, 5/10).
En este cuadro se produjo la “cumbre” convocada por los yankis, a la que Arafat concurrió sin exigir nada y de la cual se fue con las manos vacías.
Esta situación, ha hecho crujir a todo el ‘establishment’ sionista. De ahí la ‘reaparición’ del laborismo. Desde “hace tiempo el laborismo, y no el Likud, expresa mejor los intereses corporativos de las empresas exportadoras e industriales israelíes” (Nueva Sion, 8/96).
Todo esto explica el movimiento de la ‘opinión pública’ sionista. Antes del inicio de la nueva ‘intifada’ los sindicatos habían protagonizado una huelga general contra Netanyahu. Ahora se han realizado reiteradas manifestaciones “por la paz”, con “alrededor de 40 mil personas en Tel Aviv… esperándose que en una concentración prevista para dentro de dos semanas, participe un mínimo de 100 mil manifestantes” (Brecha. 4/10).