‘Judenrat’ en Palestina

La nueva ‘intifada’ en Palestina ha sido sólo frenada in extremis gracias al colaboracionismo de la ‘autoridad’ de Arafat: (éste) “puso en movimiento sus mejores cuadros políticos para que visitaran escuelas, universidades y a los jóvenes militantes de las princi­pales ciudades, a quienes convencie­ron de que debía abrirse un parénte­sis de negociaciones después de las batallas entre policías palestinos y militares de Israel” (Clarín, 5/10). Con­tó, además, con “el apoyo de los líderes religiosos mulsulmanes” (ídem). En Hebron, cuya entrega a la Autoridad Pa­lestina los sionistas vienen postergando, “un insólito plan de cooperación en­tre policías palestinos y el Ejército israelí permitió mantener la calma… Grupos de policías palestinos de ci­vil, armados con pistolas, se mezcla­ron con la muchedumbre para con­trolar cualquier erupción de violen­cia contra los soldados israelíes. (Es­tos) hicieron la vista gorda ante esta irrupción. La policía palestina está desplegada en las grandes ciudades menos en Hebrón” (ídem).


La situación en los territorios es deses­perante. Un corresponsal, ‘sionista’, re­conoce que los palestinos “viven hoy peor que en el pasado bajo la conquis­ta israelí … el nivel de desocupación se elevó a más de un 50 por ciento en Gaza, donde la economía estaba vin­culada a la posibilidad de trabajo en Israel… Las cloacas en Gaza siguen abiertas y corriendo por las calles como en el pasado, el hambre crece día a día, los enfermos no reciben la atención debida en los hospitales por falta de medios (también porque está limitado el ingreso a los modernos centros hospitalarios en Israel). Si en el pasado el ‘conquistador’ israelí hospitalizaba a un enfermo de cáncer o de apendicitis, hoy uno u otro pue­de fallecer, porque la Autonomía Pa­lestina tiene una seudosoberanía, pero no medios para mantenerla” (Brecha, 4/10). En Gaza “la mortalidad infantil trepa al 30%” (Clarín, 15/5).


En Cisjordania, se inauguraron recien­temente carreteras ‘exclusivas’ para los colonos sionistas o para su Ejército, que están vedadas a la población palestina. Mientras tanto, “la separación total entre Gaza y Cisjordania sigue en pie. Es una separación que está destru­yendo el tejido social del pueblo pales­tino -dice un catedrático de la Universi­dad de Nablus- … Los palestinos que viven en una región no conocen de verdad a sus hermanos de la otra re­gión… Hice una encuesta entre un centenar de mis estudiantes … Sólo dos de ellos habían visitado Gaza, y ambos lo habían hecho cuando eran niños” (Página 12, 6/10). A pesar de los ‘acuerdos de paz’ “más de 4000” pales­tinos (Ambito, 3/10) se encuentran aún en prisiones israelíes, y se estima que alrede­dor de mil en las nuevas cárceles de la ‘Autoridad’, donde según el psiquiatra Eyad Sarraj, jefe de la Comisión Palestina Independiente por los Derechos de los Ciu­dadanos, detenido dos veces en los últimos meses, “se practican torturas sistemá­ticas”, lo que “sumía a la gente -en los territorios- en ‘un miedo abrumador’ (N. Y. Times, reproducido en Clarín, 10/7).


La nueva ‘Intifada’ ha sido un levan­tamiento nacional contra esta situación. El ejército sionista respondió con una in­usitada crueldad: desde helicópteros Co­bra americanos, las tropas sionistas ame­trallaron impunemente a los jóvenes pa­lestinos desarmados y provocaron la ma­yor matanza de palestinos en mucho tiem­po. Han implantado un ‘bloqueo inter­no’ entre las ciudades palestinas, que “tiene un impacto negativo en todos los aspectos de la vida, especialmen­te en la sanidad, la educación y el trabajo. Israel exige a los palestinos obtener permisos para moverse en­tre las ciudades de Cisjordania” (Pa­gina, idem). En Hebrón aplican un “duro toque de queda… que deja sólo tres horas a sus habitantes para poder salir a la calle” (Clarín, 5/10).


En este cuadro se produjo la “cum­bre” convocada por los yankis, a la que Arafat concurrió sin exigir nada y de la cual se fue con las manos vacías.


Esta situación, ha hecho crujir a todo el ‘establishment’ sionista. De ahí la ‘reaparición’ del laborismo. Desde “hace tiempo el laborismo, y no el Likud, expresa mejor los intereses corporativos de las empresas expor­tadoras e industriales israelíes” (Nueva Sion, 8/96).


Todo esto explica el movimiento de la ‘opinión pública’ sionista. Antes del ini­cio de la nueva ‘intifada’ los sindicatos habían protagonizado una huelga general contra Netanyahu. Ahora se han realiza­do reiteradas manifestaciones “por la paz”, con “alrededor de 40 mil perso­nas en Tel Aviv… esperándose que en una concentración prevista para dentro de dos semanas, participe un mínimo de 100 mil manifestantes” (Brecha. 4/10).