Jueves negro para el capitalismo mundial: un punto de inflexión

La decisión del presidente norteamericano, Donald Trump, de cancelar por 30 días los vuelos desde Europa a EEUU, como medida para frenar el avance del coronavirus, y los posteriores anuncios de la Reserva Federal norteamericana (Fed) y de la presidenta del Banco Central Europeo (BCE); redundaron en un hundimiento histórico de las principales bolsas de valores de Europa, Wall Street, y de la cotización del petróleo.  Fue un histórico jueves negro para el capitalismo mundial.


En Wall Street, tal como había ocurrido el lunes pasado, el pánico produjo lo que todos los diarios financieros han coincidido en catalogar como “una masacre”. En forma automática, luego de la apertura, una ola de ventas provocó la caída de los tres principales índices bursátiles y la paralización de la bolsa por unos minutos. El índice Dow Jones, que agrupa a las 30 empresas más poderosas de la bolsa de Nueva York, se derrumbó un 10%, el mayor que haya tenido desde el crash de 1987. Los anuncios de la FED, de que inyectaría 1,5 billones de dólares al sistema para garantizar liquidez, no lograron frenar el derrumbe generalizado. El “índice del miedo” de Wall Street, que mide la volatilidad del mercado, se acercó a su récord histórico alcanzado en 2008.


La cancelación de los vuelos impactó, naturalmente, sobre las empresas de línea aérea y de turismo, pero también sobre las empresas petroleras, que verán caer la demanda de crudo en un cuadro de sobreoferta, agravada por la crisis del cartel petrolero entre Rusia y la OPEP. La ausencia de un acuerdo para mantener los cupos de producción, para de esa manera sostener el precio del barril, como consecuencia de choques entre Arabia Saudita  y Rusia amenaza con inviabilizar la producción no convencional, empezando por la industria norteamericana. En pocas palabras, una guerra despiadada que apunta a lograr una mayor concentración de capital. El jueves, el precio del barril Brent se derrumbó un 7,2 % y llegó a los 33,22 dólares.    


La suspensión de los vuelos desde Europa a Estados Unidos llegó luego de la suspensión de varios vuelos internos dentro del Viejo Continente; de la cancelación de eventos  emblemáticos en gran parte de Europa, como el Mobile World Congress de Barcelona y el Salón del Automóvil de Ginebra; de las prohibiciones de grandes concentraciones, los cierres de cines y de teatros; el teletrabajo; y el aislamiento de un país entero: Italia, la tercera economía de la UE.  


Este parate forzado por la expansión del coronavirus, impacta en una economía europea fuertemente golpeada previamente por el desarrollo de la crisis capitalista. La economía  europea venía sobreviviendo con respirador artificial, para evitar su caída lisa y llana en la recesión. Desde hacía un largo tiempo, el Banco Central Europeo, había establecido tasas de interés negativas, con el objetivo de apuntalar un proceso de reactivación económica que nunca llegó, fruto del cuadro de sobreproducción mundial, agravado por la guerra comercial.  


Por eso, los anuncios del jueves por la tarde de Christine Lagarde, la ex jefa del FMI y actual presidenta del Banco Central Europeo, le “sonaron a poco” a los “mercados”. Los anuncios,  lejos de calmar las aguas las agitaron. Lagarde anunció que el organismo ampliaría la inyección de fondos a los bancos y el paquete de compra de activos financieros. Pero nada dijo sobre una mayor reducción de la tasa de interés del BCE, que era lo que esperaban el capital financiero luego de los anuncios de EEUU y Gran Bretaña, en el curso de esta semana, de que reducirán las tasas de sus propios bancos centrales.


La respuesta de “los mercados” fue una venta masiva. En consecuencia, se operó una caída histórica de las bolsas europeas. La bolsa de Milán se desplomó un 17%, Frankfurt retrocedió un 12,2%, y el principal índice bursátil de la bolsa española tuvo su mayor derrumbe de la historia en un solo día, superando el 14%.


Como consecuencia de todo este descalabro, no solo es claro que se marcha a una recesión mundial, sino que existe un temor generalizado a que se produzca una cadena de defaults de las deudas corporativas. Los inversores, durante todo el último período, ante la baja de las tasas de interés de los bancos centrales, se han volcado a prestarle a las empresas. La deuda privada ha crecido en forma exponencial, y ahora, ante el parate comercial y el derrumbe de las acciones de esas empresas, está planteada la cesación de pagos. A diferencia de 2008, la capacidad de los Estados para proceder al rescate del capital es sensiblemente inferior. 


Este jueves negro confirma que estamos atravesando un punto de inflexión en el desarrollo de la crisis capitalista mundial. Lo peor – las quiebras y despidos en masa, la agudización de los conflictos bélicos, etc. – está por venir.


Más que nunca, es necesaria una respuesta internacional de la clase obrera.