La “argentinización” de Uruguay

Del "Cacerolazo" a la rebelión popular

El sistema financiero uruguayo enfrenta una quiebra generalizada que plantea, incluso, la implantación de un “corralito”, es decir la confiscación de los depósitos (Brecha, 10/5). Entre comienzos de año y fin de abril, el sistema bancario perdió depósitos por 2.500 millones de dólares; ya no son sólo los grandes inversores, externos y uruguayos, los que están sacando masivamente sus depósitos, sino también los pequeños ahorristas. Cada día, ocho millones de dólares se van de los bancos para no regresar.


La situación de iliquidez de los bancos es “total”, lo que “hace imposible una intervención estatal del tipo de salvataje individual de las instituciones” (ídem). Algunos bancos la están enfrentando con préstamos del Banco Central; otros autorizan a sus clientes a realizar sólo retiros parciales, una medida que en Argentina fue el anticipo directo del corralito. Los bancos extranjeros, en particular el Citi, el ABN Amro y el Boston, que organizaron la “corrida” y la fuga de divisas, aparecen como los principales beneficiarios de la concentración que provocaría una caída masiva de los bancos.


La crisis bancaria argentina fue el disparador de la uruguaya: la corrida comenzó cuando se descubrió un “agujero” de 250 millones de dólares en el Banco Comercial, propiedad de los Rohm (del Banco General de Negocios) en asociación con bancos extranjeros. En marzo, la quiebra del Galicia uruguayo, y luego la renuncia de Remes, generalizaron la “corrida”, que ahora ha tomado vuelo propio.


Por la fuga de divisas, el Banco Central “quemó” en sólo cuatro meses la mitad de sus reservas (1.400 millones de dólares), sin atenuar el ritmo de la devaluación. Uruguay perdió su calificación como una inversión de calidad, el “riego país” se quintuplicó en sólo cuatro meses y los bonos uruguayos se derrumbaron. En el horizonte empieza a aparecer la perspectiva de la cesación de pagos (ídem)


Batlle pretende enfrentar el derrumbe financiero con la misma política que fracasó dos veces en Argentina, primero con López Murphy y más tarde con el “déficit cero” de Cavallo. El “superajuste” anunciado el domingo pasado, que agrava la recesión y derrumbará todavía más la recaudación fiscal, acercando la cesación de pagos, puso en la oposición abierta a amplios sectores de la burguesía. Aunque los principales integrantes del Frente Amplio afirman que “no es conveniente precipitar el aislamiento de Batlle” (ídem), los parlamentarios del Partido Blanco se han alejado de la bancada oficialista.


El cacerolazo que conmovió a Uruguay no cayó del cielo. Fue convocado por la Corriente de Izquierda (ala izquierda del FA) y organizaciones barriales y vecinales, y estuvo precedido por un significativo aumento de las luchas sindicales. El mes de abril fue el de mayor número de conflictos en los últimos años, con huelgas en la construcción, la enseñanza y la salud. Estas luchas provienen de la directa presión de las bases. La burocracia sindical del PIT-CNT ha establecido un bloque político con la “burguesía productiva”, que engloba a todos los sectores patronales opuestos al gobierno.


En Uruguay se plantean, objetivamente, la declaración formal de quiebra del sistema financiero, la cesación de pagos, la ruptura de la coalición de gobierno, el ascenso popular y piquetero y, finalmente, la salida anticipada de Batlle (ídem). Es decir, que entró de lleno en la senda de la crisis revolucionaria abierta por Argentina.


Próxima parada, Brasil.