La banca angloyanqui financió a Bin Laden

El imperialismo no puede hacer más que artificios para ‘investigar’ el financiamiento del terrorismo ‘islámico’; pues lo contrario sería inculparse a sí mismo. Las mafias del opio, como las que se vinculan a Bin Laden y los talibanes, no podrían existir sin el sistema bancario mundial, monopolizado en un 90% por yanquis y británicos.


Un documento oficial del imperialismo francés acaba de denunciar que “la city londinense (es) un refugio para miles de millones de dólares del terrorismo internacional, entre ellos los de la extensa red financiera de Osama bin Laden”; además, “acusa al gobierno británico de ‘grave complacencia’” (Ambito, 11/10). El documento “establece numerosos nexos entre Bin Laden y traficantes de armas y petróleo e incluso miembros de la élite saudita (…) muchos de los individuos señalados, varios con conexiones británicas, ocupaban cargos importantes en el BCCI (…) y la estructura de la red financiera de Bin Laden tiene una sorprendente semejanza con la utilizada ‘por el BCCI’ (ídem).


Pero ya en 1991, cuando colapsó el BCCI, se conocía la magnitud de esas operaciones ‘non sanctas’. En 1989, las 7 naciones más poderosas -el conocido G7-  adoptaron la decisión de constituir el Gafi, una institución multilateral de investigación de operaciones financieras ‘sospechosas’ (el llamado ‘dinero sucio’). Desde entonces se adoptaron una serie de 40 ‘recomendaciones’, pero hasta la fecha “apenas 10 países las refrendaron en su totalidad” (Jornal do Brasil, 30/9).


Las “finanzas del terror”, como las denomina International Herald Tribune (25/9), se han amparado en los regímenes legales de los Estados imperialistas ‘democráticos’. Los gobiernos de EE.UU. se “opusieron a las medidas” de control de los bancos ‘corresponsales’ u ‘off shore’ (ídem) que han sido las vedettes del lavado del dinero en los últimos años; precisamente el que ha llevado “a los EE.UU. los más grandes beneficios” para el negocio bancario (Le Monde, 29/9). El ahora Premio Nobel de Economía y ex funcionario del Banco Mundial, Joseph Stiglitz, acaba de recordar el rechazo del secretario del Tesoro yanqui, Paul O’Neill, a otras normas de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde) sobre lavado de dinero. “El verdadero motivo de su objeción *declaró* era claro: proteger intereses financieros. Los bancos off shore no son un accidente. Existen porque Wall Street y los demás centros financieros del mundo querían refugios seguros, a salvo de reglamentos e impuestos (…) mientras EE.UU. exigía transparencia en los mercados emergentes después de la crisis de Asia oriental, la Secretaría del Tesoro estadounidense se esforzaba en proteger a los bancos off shore y resguardar fondos” (El Cronista, 11/10).


El mismo ‘Nobel’ nos señala la convergencia de las ‘mafias rusas’ (tan útiles en la ofensiva contra Afganistán) con los intereses norteamericanos. Stiglitz revela, tardíamente claro, cómo siendo funcionario del Banco Mundial “descubrió un arreglo secreto” por el cual se pagaron “50 millones de dólares en sobornos” a funcionarios rusos que bien podrían haber entregado, insinúa, armas nucleares a cualquier Bin Laden. El “arreglo” fue encubierto con la “privatización” de la Usec, corporación que “detrás de ese nombre inocente” tenía la responsabilidad de sacar de Rusia material nuclear de las viejas ojivas soviéticas para convertirlo en uranio enriquecido para las plantas generadoras de energía, una verdadera iniciativa (que Stiglitz llama) de ‘espadas por arados’” (ídem). Los ‘demócratas’ del norte habrían ‘operado’, así, como agentes de los terroristas ‘islámicos’, en defensa de sus monopolios mineros: “Después que se dio la privatización, la Usec tuvo todos los incentivos para mantener el material fuera de los mercados estadounidenses (…), los insumos rusos disminuían precios y ganancias” (ídem).


No basta ya el reconocimiento de “la tentación de las empresas (yanquis) de poner las ganancias por encima del interés colectivo (siquiera de los americanos *Stiglitz dixit). Los grandes monopolios y bancos imperialistas, y sus Estados, son los responsables del terrorismo y del crimen organizado a escala mundial. Si una ‘biblia’ del liberalismo burgués como The Economist, reconoce que “todas las normas vigentes en materia bancaria han tenido poco efecto, (porque) el secreto bancario es lucrativo para quienes lo practican” (27/9), es hora entonces de acabar de una vez por todas con ese sacrosanto principio de la‘civilización occidental’.


El dinero sucio “que se lava en el sistema financiero es inmenso: entre 500 mil millones y 1,5 billón de dólares al año, equivalente al 5% del producto bruto mundial” (ídem). Para acabar con los que ‘ensucian’, entonces, hay que acabar con los ‘lavadores’.