La caída de Shevardnadze

“El régimen de Shevardnadze, constata un corresponsal, se hundió como un castillo de naipes” (Le Monde, 25/11). Shevardnadze, ex canciller soviético con Gorbachov, llegó al poder en Georgia en 1992 mediante un golpe de Estado; durante su presidencia se libró en el país una sangrienta guerra civil. El fraude en las elecciones del 2 de noviembre desató un amplio movimiento de protestas. Frente a las movilizaciones que reclamaban su renuncia, Shevardnadze había dictado el estado de sitio y amenazado con entregar el poder a las fuerzas armadas. Preparaba un baño de sangre para continuar en el poder.


El secreto de la “revolución sin sangre” que terminó con su gobierno es q ue, a la hora de las definiciones, Shevardnadze no encontró un solo respaldo entre las fuerzas armadas y de seguridad. Tampoco entre las potencias, grandes o pequeñas, con influencia en Georgia. El Departamento de Estado norteamericano, después de condenar el fraude electoral, intimó a Shevardnadze a no usar la fuerza contra la oposición; en octubre, en una visita semi-oficial, el ex secretario de Estado norteamericano James Baker “lo había incitado a ceder el poder” (Le Monde, 25/11). Putin, por su parte, envió a Georgia a su canciller Ivanov, que terminó siendo el intermediario que negoció el traspaso del poder a la oposición. Entre los miembros del CEI (los países que integraban la ex URSS), sólo el ucraniano Kuchma expresó su respaldo a los intentos de Shevardnadze de mantenerse en el poder por la fuerza (Financial Times, 24/11).


El derrumbe económico de Georgia ha provocado una miseria generalizada. Incluso para los estándares de los países de la ex URSS, como Rusia o Ucrania, la miseria georgiana es sobrecogedora (The Moscow Times, 18/11). Georgia es un estado en desintegración. Las regiones de Abjasia y Ossetia del sur han declarado su independencia (sus fronteras están resguardadas por tropas rusas); la región de Adjara, aunque no ha declarado su independencia, ignora la autoridad central georgiana.


El poder ha pasado a manos de una oposición surgida de las entrañas del propio poder. Tanto la nueva presidenta, Nino Bourdjanadze, como el jefe del principal partido de la oposición, Mijail Saakachvili, entraron en la vida política bajo el “ala protectora” de Shevardnadze; Saakachvili, incluso, sirvió como ministro de Justicia.


La crisis georgiana tiene indudables connotaciones internacionales. Georgia constituye un engranaje clave en la “política petrolera” de Estados Unidos para Asia Central. Por allí correrán los oleoductos y gasoduc tos que llevarán el crudo y el gas de los campos de Azerbaiján (y aún de Kazajastán) a Turquía, sin pasar por Rusia. En función de este emprendimiento, Estados Unidos le brindó “ayuda” por cientos de millones (la oposición acusa a la camarilla de Shevardnadze de haberse embolsado esos fondos en su propio beneficio) y destacó una fuerzas armadas especiales, con el objetivo de “instruir” al ejército georgiano. “La excusa es la ‘lucha antiterrorista’, pero el real objetivo de este entrenamiento es el cuidado de los futuros oleoductos” (Financial Times, 25/11).


Rusia se opuso al tendido de estos gasoductos. Bajo la presión del gobierno de Putin, Shevardnadze debió acceder a entregar el manejo de la provisión de energía eléctrica a una empresa rusa; al mismo tiempo, firmó un acuerdo con la rusa Gazprom para provisión de energía a Georgia a precios subsidiados. Como esto choca con el trazado de los oleoductos impulsados por los yanquis, recientemente el Departamento de Estado criticó duramente la “expansión” de Gazprom en Georgia.


Según un corresponsal en Moscú, “la ineficacia de Shevardnadze a la hora de asegurar la estabilidad indispensable para el tendido de la red energética ha generado numerosos recelos en Washington y, según medios de prensa rusos, esta desconfianza puede estar detrás de la crisis” (La Nación, 24/11). En esta dirección, Estados Unidos anunció de manera inmediata “ayuda económica” para el nuevo gobierno, que anunció que una de sus prioridades será lograr la evacuación de las tropas rusas de su territorio.