Internacionales
14/5/2015|1363
La clase obrera alemana enciende motores
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La huelga de transporte convocada entre el 4 y el 10 de mayo -la más larga de toda la posguerra- desnuda la crisis y el fracaso de los planes de austeridad. Esta huelga ha inmovilizado una economía altamente tecnificada e interdependiente, basada en el “just in time”. Cualquier desajuste en la circulación de mercancías conduce a un descalabro económico. La parálisis de las industrias química, automotriz y energética costará a la burguesía alemana 500 millones de euros. La clase capitalista está dispuesta a absorber esas pérdidas con tal de darle una lección al conjunto de los trabajadores alemanes.
En 2014, el gremio minoritario GDL (excluido de la mesa de negociaciones por la ley laboral alemana) llevó adelante paros escalonados para exigir la reducción de la jornada laboral (de 39 a 37 horas) y el 5% de aumento salarial. Con mucha demora por parte del sindicato se convocó, en abril de 2015, a una huelga de tres días y, luego de su fracaso, llamaron al reciente paro de seis días (la octava huelga de transporte en un año). El otro gremio, EVG (parte de la DGB, la “CGT oficialista” alemana), defiende los intereses patronales.
La reacción de la empresa Deutsche Bahn AG (el principal operador ferroviario de Alemania) fue la misma que en la huelga de 2007, cuando buscó respaldo jurídico del Estado para declarar la ilegalidad. Hoy, la huelga se ve reforzada por el movimiento ascendente de la clase obrera europea en su lucha contra la austeridad. Se suma a los procesos huelguísticos de la rama: la huelga de pilotos y operadores aéreos en Portugal y Francia en abril (también de Lufthansa), la huelga de transporte en Bélgica de diciembre del año pasado y la huelga general en Italia, promovida por los sindicatos transportistas en octubre.
Alemania viene de una década de salarios bajos que permitieron impulsar sus exportaciones, pero la presión de la crisis financiera, la deflación y el crecimiento de la desocupación generaron un aumento exponencial de las luchas obreras. En 2010 se perdieron alrededor de 25.000 días de trabajo, mientras que en 2014 se sextuplicaron a 155.000 (The Wall Street Journal, 4/5). Esto preanuncia grandes movilizaciones sindicales y políticas. Tampoco su economía fue inmune al fenómeno global de la precarización y tercerización. Una de las disputas que traba las negociaciones es la cláusula para incorporar al acuerdo, no sólo a los maquinistas, sino también al conjunto del personal ferroviario que se encontraban con convenios y sueldos inferiores. Esta precarización significa ingentes ganancias para la empresa.
La situación retrata muy claramente quiénes son los beneficiados y los perjudicados por la política de austeridad de Merkel.