La conexión local del Fifagate ya es una crisis política


La entrega en Italia de Alejandro Burzaco, ex CEO de la empresa Torneos, abre un tembladeral en el gobierno argentino y la promesa de una crisis política de magnitud aún impredecible. Burzaco negoció su detención con el FBI norteamericano para ser “testigo protegido”, de modo que se compromete a dar información a cambio de aliviar su situación procesal en Estados Unidos. Y la información que Burzaco tiene en su poder es una bomba de profundidad, porque está referida a las coimas recibidas por la AFA y al papel de Julio Grondona en el manejo de los contratos de la Fifa y, además, a los negociados del gobierno argentino con Fútbol para Todos y la organización de diversos torneos.


 


Este asunto no solo afecta al gobierno nacional: también Mauricio Macri tiene razones para temblar. En su momento, cuando se desvinculó de Torneos, el empresario paraguayo Carlos Ávila denunció que era espiado por la Policía Metropolitana, cuyo jefe era Ernesto Burzaco, hermano de Alejandro y ex director de Seguridad de River Plate; es decir, vinculado íntimamente con la barra brava de ese club. Macri está involucrado hasta el tuétano en los negociados del fútbol, y conviene recordar que cuando era presidente de Boca la seguridad en el club la manejaban el “Fino” Palacios y el espía Ciro James. El manejo mafioso del fútbol es una cuestión de Estado.


 


El gobierno intentó infructuosamente proteger a Burzaco, socio de Clarín en Torneos y Competencias (tienen el 50 por ciento del paquete accionario cada uno), al acusarlo a él y a Hugo y Mariano Jinkis, propietarios de Full Play -es la empresa que maneja la televisación de campeonatos internacionales de fútbol en sociedad con la AFA y con Torneos-, por evasión impositiva y lavado de dinero; es decir, para que se los juzgue en la Argentina y no en Estados Unidos. Al cierre de esta edición, los Jinkis estaban a punto de entregarse después de negociar su situación con el gobierno y con la Justicia.


 


Toda la cuestión tiene una medida política de primer nivel. Barack Obama eligió la reunión del G-7 en Elmau, Alemania, para referirse al escándalo de la Fifa. Allí dijo que el fútbol, que según él “está ganando popularidad” (se refiere a su propio país) es un negocio que debe manejarse “con transparencia”. El presidente y la Justicia de los Estados Unidos descubrieron esa falta de transparencia cuando la Fifa eligió a Qatar para jugar el Mundial 2022, en perjuicio de los norteamericanos que también querían ese torneo. Como decía el número anterior de Prensa Obrera, el hecho de que Obama, Angela Merkel, David Cameron y Vladimir Putin intervengan personalmente en la polémica indica hasta qué punto el fútbol se ha transformado en campo de batalla entre mafias imperialistas.


 


Por otra parte, el acuerdo de Burzaco con el FBI será muy posiblemente aprovechado por el sector del Departamento de Estado menos dispuesto a conciliar con el gobierno argentino.


En definitiva, esto todavía no termina de empezar.