La conspiración de la embajada yanqui

“Mientras los Jóvenes por la Democracia copaban la Plaza de Armas” entre la iglesia, las embajadas de los países del Mercosur y la de Estados Unidos se aceleraba una negociación para dar una salida decorosa al presidente Raúl Cubas” (.Pagina 12, 30/3). Más precisamente, el domingo, día del desenlace de la crisis, “un grupo de legisladores encabezados por Bader Rachid, presidente del partido Colorado, y por Walter Bower, titular de la Cámara de Diputados (ahora ministro del interior), estaban en reunión con la embajadora norteamericana Maura Harty” (ídem). 

La crisis en que se precipitó el Paraguay durante seis días, con una huelga general que paralizó totalmente al país, con movilizaciones campesinas y estudiantiles que enfrentaron a la policía, luego a los tanques y, finalmente, a los parapoliciales, y que culminó con la renuncia del presidente y la huida de su mentor, Lino Oviedo; tuvo un desenlace político ‘monitoreado’ por el Departamento de Estado yanqui con la complicidad de los gobiernos de Brasil y la Argentina 

El acuerdo al que se ha llegado es forzosamente precario, porque el objetivo primordial era sacar a las masas de la calle y lograr el levantamiento de la huelga. Por eso se asistió al espectáculo grotesco de un nuevo ‘presidente’ que no podía pronunciarse sobre los tiempos de su mandato ni sobre programa de gobierno alguno, pero dio fuerza de ley por sí y ante sí al pacto concebido a espaldas de las masas: preservación de los mandos militares, el estratégico ministerio del Interior para el ‘enlace’ con la embajadora yanqui y la huida —con impunidad asegurada — para los líderes de la facción desalojada del poder. Por lo apresurado del arreglo y porque la crisis política está en desarrollo “el final aún está abierto” (La Nación, 29/3). 

Diversos analistas hablaron de “golpe parlamentario”, pero esto no fue más que la fachada del verdadero golpe, ya que lo que “zanjó finalmente el conflicto” fue “el vuelco del generalato” (Ambito, 29/3). La intervención de las masas fiie canalizada por el frente ‘por la democracia’ articulado por la diplomacia norteamericana. De no haber mediado la intervención de las masas, las FF.AA., según diversas versiones, se habrían alineado en un golpe oviedista. 

Quiebra del Estado 

La ejecución del líder colorado, el stronista Argaña, que desató la crisis, es una expresión aguda de un cuadro de división y quiebra del estado paraguayo, gobernado desde hace más de 50 años por el Partido Colorado. 

En abril del ‘96 el ex general Lino Oviedo se alzó en armas, con un planteo ‘nacionalista’, ‘patriota’ y ‘enemigo del Mercosur’. Desde entonces, el ex presidente Wasmosy y el asesinado Argaña se aliaron para impedir el ascenso del militar. Ambos, al igual que los ‘opositores’ al coloradismo y los yanquis acusaron a Oviedo de ser un agente del narcotráfico, después de haberlo ensalzado por haber desalojado pistola en mano al dictador Stroessner. Los sectores colorados de Wasmosy y Argaña, según Brecha, expresan abiertamente “la inclusión de Paraguay en el universo del FMI y del Banco Mundial” (26/ 3), mientras el propio Oviedo venía renegando de su ‘paraguayismo’ y se comprometió a respetar el Mercosur y los derechos de los monopolios extranjeros. 

Precisamente, el gobierno que acaba de ser desplazado surgió de otro precario arreglo “institucional” en el que, Cubas como presidente y Argaña como vice, reproducían en el Ejecutivo la lucha entre las facciones enfrentadas. A los cien días de gobierno, en noviembre pasado, una impresionante huelga general obrera y campesina puso de manifiesto la rápida desilusión popular y planteó una crisis política aguda. El virtual ‘frente por la democracia’ comenzó a actuar entonces para llevar a prisión a Oviedo y golpear a su camarilla militar empresarial. Lo primero se logró con un fallo de la Corte Suprema, que el presidente ño acató. Por eso “en Paraguay se quebró la institucionalidad (ya) el 7 de febrero” (ídem), cuando salió ese fallo y Cubas Grau quedó sometido a un juicio político cuyo desenlace era incierto. Significativamente, además, días antes del asesinato de Argaña, fueron destituidas las cúpulas de los opositores Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA) y del Partido del Encuentro Nacional (PEN), por personajes ligados a la ofensiva de Wasmosy y los políticos democratizantes, en lo que Clarín caracterizó como “una profundización de la ofensiva opositora contra el presidente Cubas”. 

La intervención de las masas 

Fue en este cuadro que se produjo el magnicidio que se adjudicó a las huestes de Oviedo-Cubas. La facción de éstos quedó paralizada y fue barrida del escenario político por la irrupción de las masas, alentada por una campaña mediática, tras un reciente copamiento de los medios de difusión por el conjunto de intereses nucleado en tomo de Wasmosy. 

Por su envergadura, la intervención de las masas alcanzó la dimensión de otro gran levantamiento continental. La lucha democrática contra el terror se potenció desde el momento que fueron los oviedistas quienes recurrieron, primero a la acción policial, luego a los tanques y a las bandas parapoliciales, para hacer frente a la movilización democrática de los campesinos y los estudiantes. 

Las centrales obreras declararon la huelga general por tiempo indeterminado junto a las organizaciones campesinas, pero carecieron de una política independiente. Se subordinaron a la ‘salida’ pactada a espaldas de las necesidades populares, bajo la batuta yanqui. Ha sido esta inconducta lo que permitió otra vez, como sucedió en abril de 1996, que los agentes del imperialismo se presentaran como campeones de la democracia. La euforia de las masas por el desenlace de la crisis, por esto mismo, está condenada a sufrir una nueva frustración y a madurar a partir del balance de lo ocurrido. 

Un régimen en crisis 

La facción colorada que hoy detenta el poder es incapaz de estabilizarse sin el concurso de la ‘oposición’, liberal (PRLA) y centroizquierdista (PEN) y ésta a su vez está desacreditada ante las masas luego de una experiencia de cinco años de gobierno en Asunción. La crisis está planteada ya, porque el nuevo mandatario, González Macchi, considera su mandato con vigencia hasta el 2003, para lo cual ofrece cogobernar al PRLA y al EN, violando la constitución que obliga a convocar a nuevas elecciones en 180 días. 

La crisis capitalista mundial y el redoblado yugo imperialista sobre la región están en la base de esta nueva convulsión continental: “la economía paraguaya tiene crecimiento cero hace cuatro años” (Clarín, 28/3). Este retroceso se transformará en 1999 en derrumbe, en particular, en el sector de mayor gravitación social del país, el campo. La explosión paraguaya, días después de la crisis ecuatoriana, es una expresión mayúscula de que América Latina está entrando en una fase de convulsiones revolucionarias. 

Se les plantea a los trabajadores y estudiantes construir una alternativa política obrera independiente para intervenir en la crisis, frente a un ‘pacto de gobernabilidad’ que viene a reforzar el dominio imperialista a costa de las masas.