La crisis capitalista mundial y el camino de los obreros de la Volkswagen de Brasil

Ahora que la situación económica de cada país se encuentra condicionada por la crisis financiera internacional, ¿alcanzará el préstamo de 55 mil millones de dólares que juntó el FMI para Corea del Sur, para poner un freno a la ola de bancarrotas capitalistas que se han ido produciendo desde abril pasado entre los más diversos países del planeta?


Después del fracaso de los préstamos similares, por 45 mil millones de dólares, que recibieron Tailandia, Indonesia y Filipinas para estabilizar la situación financiera internacional, ¿tendrá éxito el socorro a Corea?


¿Podrán zafar ahora los trabajadores de una nueva ofensiva capitalista de despidos y flexibilizaciones?


Es necesario aclarar, antes que nada, que el gigantesco préstamo internacional reunido por el FMI no tiene por finalidad recuperar económicamente a Corea, sino evitar que la quiebra de los capitalistas coreanos arrastre a sus acreedores de Estados Unidos, Europa y Japón. Como ya ocurriera con la crisis de México, en 1995, son estos acreedores los destinatarios del socorro fondomonetarista. El capital internacional, incluido el gran capital coreano, que se lanzó a endeudar frenéticamente a los principales pulpos de este país a cambio de jugosos beneficios, lejos de irse a la bancarrota en virtud de las leyes del mercado, es socorrido por los Estados nacionales que, para ello, deberán apretar aún más las clavijas a sus contribuyentes y a los trabajadores.


Europa tiene el 35 por ciento de la deuda de Corea, Japón otro 30 por ciento y Estados Unidos un 25 por ciento. Los bancos norteamericanos tienen créditos contra los capitalistas coreanos por 20,2 mil millones de dólares. La mayor parte, 14,5 mil millones se encuentra en manos de sólo seis bancos norteamericanos —el Chase, el Citi, el Bankamerica, el Morgan, el Bankers Trust y el First Chicago (The New York Times, 6/12). ¡Y los ‘comentaristas’hacen responsable de la crisis a la ‘exuberancia’ asiática!


¿ Va a servir, entonces, este enésimo ‘socorro’ , para evitar un derrumbe financiero internacional?


Burlador, burlado


No habían pasado siquiera 48 horas de la firma del acuerdo de salvataje entre el FMI y Corea del Sur, cuando las informaciones dejaron entrever dos datos‘inquietantes’. Uno, que la deuda externa privada coreana de corto plazo (menos de un año) no era, como se había dicho hasta el momento, de 60 mil millones de dólares sino de 110 mil millones, ni la deuda con vencimiento a tres meses era de 36 mil millones sino de 65 mil millones de dólares. ¡El gobierno de Corea del Sur se había ‘olvidado’ de informarle al FMI de las deudas tomadas por la filiales extranjeras de los pulpos coreanos! (Financial Times, 9/12). A partir de aquí, los 55 mil millones reunidos por el FMI para Corea se han quedado simplemente cortos. Habrá que juntar otra tanda similar.


La otra ‘sorpresa’ sobrevino de las reservas del Banco de Corea, las que lejos de estar en cerca de 30 mil millones de dólares (The NYT, 4/12), simplemente son negativas, porque un poco más que esa cifra ya fue comprometido por el banco en ventas futuras de dólares (International Herald Tribune, 5/12). Todas estas revelaciones pueden no ser, sin embargo, el verdadero fin de la historia, si se tiene en cuenta otra información de las últimas horas, que dice que Japón tiene prestados a los países de Asia 258 mil millones de dólares, de los cuales 240.000 fueron al Sudeste asiático (Ambito, 3/12, citando al diario Japan Times). Si esto es así, la deuda coreana debe ser muchísimo más alta que la anunciada, porque Corea sola representa un movimiento económico similar al de los restantes países juntos.


La deuda externa conjunta del Sudeste asiático, a corto y largo plazo, suma la friolera de 890 mil millones de dólares. Steven Hanke, un asesor de Cavallo,”da dos centavos por la eficacia de la intervención del FMI en Corea del Sur. ‘El Fondo sólo sirve para resolver problemas de liquidez y el de Corea es un problema de solvencia’…”.


Es decir, que las evidencias indican que el paquete del FMI no solamente deberá llevar a Corea del Sur a una enorme recesión, sino que este precio tampoco alcanzaría para sostener a sus acreedores internacionales. Las exigencias del FMI a Corea, diseñadas por los pulpos norteamericanos, japoneses y europeos, consisten en que Corea declare la quiebra de sus bancos de inversión, que sirvieron para financiar la expansión industrial, y la de los pulpos coreanos del automóvil, el acero y los superconductores, para eliminar de este modo la sobreproducción mundial que afecta a estas industrias internacionalmente y eliminar a un competidor debilitado. Dada la envergadura de los reclamos vehiculizados por el FMI, no debería descartarse una resistencia ‘nacional’ de parte de Surcorea, que haría trastabillar más la operación rescate.


Toda esta descripción revela que la ‘sobreexpansión’ que se les atribuye, ora a los coreanos, ora a los tailandeses, etcétera, es en realidad una sobreinversión del capital especulativo internacional, que ha forzado a la toma de créditos a todas las naciones del mundo. Para que la quiebra de los deudores no provoque la simultánea bancarrota de los acreedores, éstos están imponiendo su derecho a comprar a precios de pichincha los negocios potencialmente más rentables que dejan esos deudores, es decir, una recolonización financiera mundial y un nuevo reparto de mercados, que deberá llevar, por la envergadura de los intereses en juego, a extraordinarios enfrentamientos políticos. La desvalorización de los capitales provocada por las caídas de las Bolsas y las quiebras capitalistas, ha hecho desaparecer hasta ahora de la circulación económica mundial la bonita suma de 3 billones de dólares.


Japón, China, Rusia, Brasil, oro


La crisis mayor, por supuesto, golpea a Japón, un país que no podría ser rescatado por ningún paquete del FMI. Pues bien, el Banco de Japón está emitiendo 4 mil millones de dólares todos los días, para evitar una crisis general de su sistema financiero (Financial Times, 4/12). Al mismo tiempo, como si fuera un mercado ‘emergente’ , los prestamistas del exterior le imponen un recargo del 1,16 por ciento. La moneda japonesa, el yen, ya se ha desvalorizado en un 20 por ciento en sólo dos meses, lo que perjudica a sus competidores en el mercado internacional, en particular a los pulpos de las industrias automotriz y de superconductores norteamericanas. Varios analistas coinciden en que las devaluaciones de las monedas ya están dejando de reflejar la imposibilidad de pagar la deuda externa de cada país y se están transformando en herramientas de competencia comercial para conquistar parcelas mayores del mercado mundial. Una guerra comercial, sin embargo, significaría el inicio de una gigantesca depresión mundial.


Un caso especial en esta crisis lo representan las compañías de seguro de Japón, por lejos el grupo financiero más importante. Estas compañías están sufriendo fuertes pérdidas, porque los compromisos de pagos a sus clientes son mucho más altos que el rendimiento que obtienen sus colocaciones de dinero en las bolsas o en la deuda pública de Japón. Estas aseguradoras tienen la siguiente alternativa: o liquidan los compromisos con sus clientes trayendo el dinero que tienen invertido en la Bolsa de Nueva York, o usan el dinero gratuito que emite el Banco de Japón para aumentar las inversiones en aquella bolsa, donde los rendimientos son más altos que en Tokio. En el primer caso, provocarán con seguridad el derrumbe de Wall Street, donde los japoneses tienen invertidos 400 mil millones de dólares en bonos; en el segundo caso, acentuarán la devaluación del yen, que se perjudicaría por la salida de capitales de Japón, lo cual agravaría la guerra comercial con Estados Unidos y hasta podría provocar una hiperinflación en Japón. Esta disyuntiva explica la parálisis para actuar que los norteamericanos adjudican al gobierno de Tokio.


Los especuladores internacionales ya han retirado 4 mil millones de dólares de Rusia, amenazando con un colapso del rublo (The Washington Post, 5/12), una amenaza que según el diario “no podría haber llegado en un peor momento”. Pero nadie quiere socorrer a Rusia. “Somos un solo banco, entre todo un conjunto de bancos, dispuesto a prestarle dinero a Rusia”, reveló el vocero del Deutsche Bank (IHT, 5/12), algo que no debería sorprender, porque Alemania es el principal acreedor de los rusos. Para rescatar a Rusia, la banca internacional exige la entrega incondicional y completa de los recursos energéticos del país, que son los mayores del mundo.


Pero “la crisis de los mercados puede llegar a China”, anuncia Newsweek (La Nación, 9/12). Las causas que alega son las siguientes: “Las inversiones extranjeras acordadas cayeron un 50 por ciento en la primera mitad de 1997″; ” El valor de inventarios aumentó un 12,3 por ciento durante el último año, alcanzando los 71 mil millones de dólares”; “Los préstamos incobrables representan del 15 al 30 por ciento del PBI (comparados con el 10 por ciento en Japón, antes de su actual crisis bancaria, y el 2 por ciento en Estados Unidos durante los años 80, cuando quebraban las instituciones de ahorro y préstamo)”.


El 70 por ciento de la deuda interna de Brasil, de 207 mil millones de dólares, vence en los próximos 90 días (El Cronista, 4/12); cada día le vencen mil millones. Según el Banco Morgan, el compromiso de vender dólares a futuro llega a los 28 mil millones de dólares, apenas dos mil menos de los que el propio banco califica como un nivel que significaría ataque especulativo contra el real (Folha de Sao Paulo, 5/12). En estas condiciones, el ‘experto’ Nº 1 de los especuladores internacionales, Jeffrey Sachs, denuncia a la política de Cardoso como “irreal” y reclama una devaluación del 20 por ciento de la moneda brasileña (Folha, 30/11).


Por último, la caída de los precios del oro, del cobre, del zinc, del aluminio, del titanio, están señalando una tendencia a la contracción económica internacional. La demanda de metales para la industria está cayendo, como consecuencia de la crisis asiática. El retroceso del oro es todavía más significativo, porque obedece a las ventas de reservas de los bancos centrales, que utilizan el dinero que reciben para amortizar la deuda pública o disminuir el déficit fiscal. Es decir que venden sus activos para hacer frente a la cesación de pagos. Los países de Asia amenazan ahora con hacer lo mismo, lo que hundiría el precio del oro a niveles sin precedentes, por debajo de su costo de producción. No hace falta ser muy sagaz (aunque esto es lo que le falta a la unanimidad de economistas que hablan del oro como una reliquia superada por la economía monetaria moderna) para darse cuenta que si el oro se cambiara íntegramente por bonos del Tesoro de los Estados Unidos, esto provocaría una enorme revalorización del dólar frente a las otras monedas, un gran déficit comercial norteamericano, una gran emisión de dólares y una clara tendencia a la inflación. Un acaparamiento monopólico del oro, por parte de Estados Unidos, transformaría al capital norteamericano en el árbitro monetario internacional y en el beneficiario único de una futura escasez de ese metal.


Los obreros de la VW de Brasil


La semana pasada, 10.000 obreros del turno mañana de la planta de Volkswagen de Sao Bernardo do Campo, Brasil, rechazaron con chiflatinas el reclamo de la patronal de reducir los salarios en un 20 por ciento o enfrentar el despido de 10.000 trabajadoreas. Voceros de los asambleístas anunciaron la disposición de ocupar las fábricas de la patronal alemana.


La burocracia de una de las centrales sindicales, Fuerza Sindical, manifestó que está dispuesta a aceptar una reducción de salarios si se produce una reducción de la jornada laboral. La patronal de la industria de autopartes reclama una rebaja del 15 por ciento en los sueldos. La burocracia de la CUT, con un planteo desarrollista, quiere una comisión tripartita, con el gobierno, que establezca reducción de impuestos y de intereses para mantener los niveles de producción. ¡Para la CUT, la salida pasa por ignorar la crisis!


Los diarios brasileños han sido unánimes en señalar que el planteo de VW es una maniobra para salir del retroceso que está sufriendo en la competencia con sus rivales. Para ello ignora que tiene menos cantidad de trabajadores que en 1995, pero una producción varias veces mayor. Tercerizando y bajando sueldos quiere hacer frente a la inferioridad tecnológica que tiene frente a la Fiat y a GM, las cuales, como recién llegadas, pagan además salarios inferiores a VW.


Pero si se impone la posición alemana se iniciará una escalada de reducciones salariales entre todos los competidores, los cuales ya han adelantado vacaciones y suspendido personal frente a la descomunal caída del 38 por ciento en las ventas.


El caso brasileño se repite en Asia, en Argentina y, progresivamente, en todos los países. Los préstamos del FMI rescatan a los especuladores, no a los trabajadores. Los trabajadores están llamados a pagar estos rescates. Las crisis bursátiles y monetarias deberán provocar una caída descomunal de la demanda de consumo, porque el consumo no ha sido sostenido por los salarios, bajos, de los trabajadores, sino por las rentas que la clase media ha obtenido de la especulación. Con el hundimiento de ésta cae la inversión y también el consumo, provocando despidos y reducciones de salarios.


Frente a esta perspectiva de la crisis capitalista, la verdadera salida es la que indicaron los voceros de los obreros de la VW brasileña: ocupar las fábricas y reclamar el reparto de las horas de trabajo sin tocar el salario. Nada de rescate a los capitalistas, que las empresas sigan funcionando bajo gestión obrera. Nada de rescate a los banqueros, que los bancos se pongan bajo gestión obrera. Nada de rescate a los especuladores con la plata del pueblo, por el cese del pago de la deuda externa.


Mientras burócratas y aliancistas discuten la entrega de los derechos laborales, como si se tratara de hacer negocios como es su costumbre, el polvorín de la crisis debe servir para avivar la conciencia de las masas y organizarlas para luchas de conjunto.