La crisis migratoria golpea el corazón de la Unión Europea


En mayo, el primer ministro británico David Cameron logró una victoria electoral que hizo festejar a la “City” londinense, pero que inmediatamente trajo convulsiones sociales. El 20 de junio, 200.000 personas salieron a protestar contra el ajuste (“presupuesto de emergencia”). Ahora, con el estallido de la crisis migratoria, enfrenta un segundo desafío en lo que va de su breve mandato.


 


En el paso de Calais (Francia), 5.000 inmigrantes armaron un campamento (llamado “la selva”) esperando la oportunidad para sobrepasar las medidas de seguridad e ingresar al Eurotúnel en dirección al Reino Unido o morir “como perros” en el intento, aplastados por las ruedas de los camiones o aplastados por los trenes. Desde enero, intentaron cruzar al menos 37.000 personas, y ante la protesta británica, el presidente francés François Hollande construyó un muro de alambre de púas (ahora lo están imitando del otro lado) y convocó a la policía antimotines francesa, que ya encarceló a 18.000 “sans-papier” a pesar que las cárceles no dan abasto (BBC, 30/7). Nueve personas murieron desde junio, en una situación que no tiene nada que envidiarle a Lampedusa. El alcalde de Calais, Phillipe Mignolet, dijo que “hay dos millones de personas que trabajan en negro en Reino Unido” (Financial Times, 1°/8), por lo que su frontera se convierte en un “imán” para los indocumentados.


 


Cameron tuvo que volver de su gira por Asia, para reunirse junto al comité de emergencia “Cobra”. El problema de la inmigración no logra ser resuelto con mayor represión, como tampoco mediante el plan de cupos de la Unión Europea (UE), completamente insuficiente frente al aluvión de migrantes. Hungría levanta su propio muro en la frontera con Serbia. En la incapacidad de ofrecer una salida, la UE muestra su descomposición.


 


Desde un punto de vista político, la importancia de esta crisis migratoria es que su desarrollo tendrá un impacto en las relaciones del Reino Unido con la Unión Europea y en el referéndum que debería realizarse antes de 2017, para definir la permanencia -o no- del país en la UE. Los Tories están divididos con respecto al referéndum y la política migratoria: todo un sector de la burguesía reclama seguir haciendo negocios con la UE y necesita la inmigración para abastecer a su mercado laboral; pero por otro lado, existe un sector que no se quiere hacer cargo del costo económico de un ingreso irrestricto de fuerza de trabajo.


 


La derecha Tory y el fascista Partido de la Independencia del Reino Unido (Ukip) se han lanzado a una campaña antimigratoria y anti-UE, pero las encuestas indican que si el referéndum se realizara hoy, el 61% votaría en favor de quedarse en la UE.