La crisis mundial y la IVa Internacional

Llamado a una conferencia obrera y de la izquierda clasista mundial

Todo método de actuación política debe responder a la situación histórica que debe enfrentar. Si por un lado, ninguna situación concreta puede ser concretamente encarada sin un método político, el método en cuestión debe ser el producto de una caracterización correcta de esa situación.


La situación histórica se caracteriza desde hace un tiempo por un viraje político en el plano internacional. La primera expresión de ese viraje es el pasaje de una situación de euforia capitalista, que precede por poco tiempo a la disolución de la Unión Soviética y a la absorción del sector oriental de Alemania, a una clara tendencia de depresión capitalista, que se manifiesta hasta el momento en el conjunto de Asia, Oceanía y Europa del este, y que ha comenzado a extenderse a América Latina, Estados Unidos y el conjunto de Europa. La solución de las contradicciones capitalistas mediante la penetración en China y la ex URSS ha entrado en una impasse e, incluso, se está convirtiendo en un fracaso. La devaluación de las divisas china y rusa, por ejemplo, podría provocar una desvalorización de capitales de tal envergadura, que podría cancelar y hasta revertir todo el proceso de acumulación de los últimos diez años.


La segunda expresión del viraje es la modificación que se va produciendo entre los distintos sectores de la economía mundial; en primer lugar entre Estados Unidos y Asia, en particular Japón; y entre Estados Unidos y Europa y América Latina. La crisis asiática se va desarrollando según una línea general impuesta por el imperialismo yanqui, que básicamente consiste en liquidar a una parte importante de sus rivales económicos, en especial de la banca de inversión y de la industria de alta tecnología. Al gobierno de Clinton no le ha temblado hasta ahora el pulso para acentuar el derrumbe de los países del sudeste asiático y lo mismo está haciendo ahora con Japón, incluso a pesar de las consecuencias que este derrumbe puede tener sobre la bolsa neoyorquina y la economía norteamericana. Un sometimiento de la economía asiática al capital financiero norteamericano modificará sus relaciones con Europa y acentuará la tendencia a una asociación yanqui-alemana dentro de la Unión Europea. En este caso la crisis política tomará cuenta de países como Francia e Italia y de la mayoría de los europeo-orientales.


Este agravamiento extraordinario de las tensiones económicas internacionales se manifiesta en una acentuación de la presión del capital norteamericano sobre la clase obrera de su país. Para manejar la crisis mundial en beneficio propio, el imperialismo yanqui necesita una completa libertad de maniobra frente a la clase obrera de su país. El furioso intento de la General Motors, así como de otros pulpos, de tercerizar al máximo su producción, está llevando a un enfrentamiento estructural con el sindicato automotriz. Las huelgas y las luchas sindicales han venido creciendo sin pausa en los Estados Unidos en los últimos dos o tres años.


Otra manifestación del viraje político mundial es la transformación de las crisis económicas en políticas e incluso revolucionarias. Es lo que ocurrió el año pasado en Albania, Yugoslavia y Ecuador y este año en Indonesia, Corea y Rusia; es lo que se encuentra en gestación en este momento en Brasil, Argentina, México, Venezuela y Chile. Es indudable que la revolución albanesa ha influido en los levantamientos en Kosovo, dentro de Yugoslavia, y de este modo, ha puesto en jaque los acuerdos imperialistas de Dayton, referidos a Bosnia. La Otan no esconde que uno de sus principales objetivos en la actual crisis en los Balcanes es la recomposición del ejército albanés barrido durante la crisis pasada. Lo que los teóricos imperialistas califican como crisis ‘geo-políticas’ son, en realidad, las consecuencias de la hecatombe económica capitalista sobre los débiles o artificiales estados o federaciones nacionales montados en los pactos de posguerra entre el imperialismo y el stalinismo.


Las crisis políticas o revolucionarias han demolido a los gobiernos y partidos de derecha (conservadores ingleses y gaullistas franceses, o la derecha coreana, indonesia y albana) y han dado lugar en casi todos lados a gobiernos de centro-izquierda o de frente popular, incluso en Europa (Italia, Francia, Gran Bretaña). Las huelgas obreras y las movilizaciones populares se han incrementado con fuerza e incluso han surgido tentativas de construir “partidos obreros” (Corea, Indonesia); incluso, en Estados Unidos, numerosos sindicatos ya han anunciado que impulsarán “candidatos obreros” distritales en las próximas elecciones. El ascenso de la izquierda democratizante al gobierno ha puesto al desnudo el completo agotamiento político del reformismo y del ex stalinismo o comunismo nacional, pues esos gobiernos ejecutan políticas de ataque a las conquistas obreras, privatizadoras y de recomposición del capital. En la mayoría de esos partidos de izquierda se manifiestan crisis internas excepcionales y en algunos casos la aparición de izquierdas de características revolucionarias (en el PC francés, probablemente en el PT de Brasil).


Los gobiernos centro-izquierdistas aparecen algunas veces para prevenir una crisis revolucionaria (en Europa y Corea) y, en otras, pueden aparecer para frenar una crisis ya desatada (Indonesia).


En todos lados, la situación política evoluciona de un modo concreto en respuesta al derrumbe económico y a la lucha de las masas.


La cuestión estratégica que plantea esta situación histórica es la construcción del partido obrero revolucionario, es decir, la superación de la crisis histórica de dirección del proletariado. Pero tal cuestión no se plantea como una cuestión de tal o cual país, más maduro desde el punto de vista de la crisis de conjunto, o de una suma de países, sino como una cuestión internacional, independientemente (aunque no aisladamente) de lo que ocurre en los diversos países. Caracterizar la crisis mundial y a las fuerzas en presencia, y señalar una salida de conjunto y un programa de reivindicaciones y de lucha para arribar a esa salida, ésta es la tarea del momento para la vanguardia obrera internacional.


Es a partir de aquí y de ningún otro lado, que debe y puede abordarse la refundación de la IV Internacional. Es la única forma concreta de hacerlo. Ante la falta de partidos revolucionarios en las inmensa mayoría de los países e incluso la ausencia de una vanguardia obrera que sea realmente tal, la tarea internacionalista por excelencia es ofrecer un punto de referencia internacional, en el plano del programa y en el plano de la organización. Si la pequeña vanguardia obrera internacional es capaz de proclamar seriamente la refundación de la IV Internacional, ella se convertirá, de este modo precisamente, en la palanca de Arquímedes que permitirá impulsar al proletariado internacional a la lucha mundial por el socialismo.


Esa pequeña vanguardia obrera internacional tiene un capital histórico y político imbatible para afrontar esta tarea. Ese capital es la verificación del acierto del programa cuartainternacionalista frente a todos los problemas cruciales del actual momento histórico. En particular de que la inevitabilidad del derrumbe de los regímenes burocráticos y de la tendencia de la burocracia a convertirse en capitalista, deberá desatar un gigantesco cataclismo social; y de que ese cataclismo social, lejos de atenuar la descomposición mundial del capitalismo, acentuará sus características catastróficas.


Esta pequeña vanguardia obrera mundial necesita, fundamentalmente, despejar su propio campo de confusiones. Una gran parte de las tendencias que se reclaman del socialismo y del internacionalismo se han convertido en democratizantes y han concluido aferradas a la pequeña burguesía académica. Esto ha ocurrido principalmente (aunque no exclusivamente) con el Secretariado Unificado de la IV Internacional, que ha pasado hace mucho tiempo a jugar un papel contrarrevolucionario. Rechaza la dictadura del proletariado para abrazar la democracia formal o abstracta; repudia la acción histórica independiente de la clase obrera y pregona el frente de colaboración de clases; abandonó el principio de construir un partido internacional obrero y lo sustituyó por una federación de grupos librepensadores; considera consumados los procesos de restauración capitalista y anuncia el fin de la época histórica abierta por la revolución internacional de 1917. Es decir que no ha dejado una piedra en pie de la política de revolución mundial. La más neta y brutal delimitación de campos con estas tendencias contrarrevolucionarias es la condición para refundar la IVª.


Pero la conjugación de la crisis mundial capitalista con el agotamiento del reformismo y del stalinismo, plantea una auténtica crisis política para una enorme masa de luchadores de todo el mundo, que actúan dentro de las organizaciones históricas de la clase obrera dominadas por aquellas direcciones. Los partidos que luchamos por la refundación de la IVª Internacional y que recientemente protagonizamos un gran acto político en Buenos Aires, hemos redactado un documento sobre la presente situación histórica y las tareas revolucionarias que emergen de ella. Llamamos a discutirlo en todos lados y a verificar en común las posibilidades de una conferencia obrera y de la izquierda clasista de todo el mundo, para poner en marcha un plan de acción y dar los pasos hacia la construcción de un partido obrero mundial, la IVª Internacional.