La crisis petrolera internacional

El aumento del precio del crudo es la consecuencia de la reducción de capacidad instalada de producción y de refinación que siguió a la crisis asiática de 1997. El precio del crudo cayó entonces a 10 dólares por barril, lo que determinó el cierre de numerosos pozos y refinerías “no rentables”. En 1997/98 se liquidó una capacidad instalada de producción y refinamiento equivalente a un millón de barriles diarios. A esto hay que agregarle, además, el derrumbe de la producción petrolera rusa.


Lo notable es que a medida que empiezan a recuperarse los precios, a principios de 1999, no se recuperan las inversiones ni se reabren los viejos pozos y las refinerías cerradas. El aumento de la demanda fue satisfecho mediante la venta de las reservas acumuladas, lo que permitió que los especuladores obtuvieran fabulosos beneficios vendiendo a 20/25 dólares el barril que habían comprado a apenas 10 dólares.


¿Por qué no invertían en reabrir pozos y refinerías si los precios subían? Porque “el mercado, sostiene un especialista, supuso que el precio del crudo habría de bajar” (Ambito Financiero, 8/9), es decir que se pensaba que las ‘recuperaciones’ de Asia eran frágiles (quiebra de la coreana Hyundai, continuidad del estancamiento japonés, la crisis tailandesa y el hundimiento de Indonesia), al igual que las de Rusia y de América Latina.


A causa de la ausencia de inversiones para la reapertura de pozos cerrados, los países productores, con la excepción de Arabia Saudita, están al tope de su capacidad productiva; lo mismo sucede con la industria de refinación. Con los stocks petroleros exhaustos y en sus niveles más bajos de las últimas dos décadas, se plantea, si no se produce otra crisis antes, un largo período de altos precios del crudo.


 


Una tendencia de largo plazo


Esta situación se inscribe en una tendencia a la caída de las inversiones en la búsqueda de nuevos yacimientos.


Desde mediados de la década del ’80, “las capacidades de producción se vienen erosionando lentamente, como resultado de la falta de exploración y puesta en funcionamiento de nuevos yacimientos” (Le Monde, 27/8). La relación entre las reservas mundiales conocidas y la producción viene cayendo sistemáticamente desde 1979. “Los descubrimientos de nuevos yacimientos -dice un especialista- alcanzaron un pico en los años ’60”; desde entonces hay un déficit creciente de inversiones en la búsqueda y puesta en funcionamiento de nuevos pozos. Hoy se descubre un nuevo barril de petróleo por cada cuatro que se consumen (Le Monde, 5/9). En el último período, sólo el descubrimiento de los yacimientos del Mar Caspio, que todavía no fueron puestos en funcionamiento, abrió una nueva veta de explotación.


En estos años, las grandes compañías aumentaron sus reservas no por la exploración sino por la compra de reservas ya descubiertas (como el caso de Repsol, que duplicó sus reservas con la compra de YPF); es decir, mediante el copamiento financiero de unas empresas por parte de otras. Este proceso de centralización, como lo revela también el caso de YPF, destruyó la capacidad instalada de producción y refinamiento, en función de ‘reducir costos’.


 


Irracionalidad capitalista


El actual ciclo alcista del petróleo fue iniciado por los grandes pulpos refinadores. Desde comienzos de año, el precio del crudo aumentó 39% mientras que el de los productos refinados creció 53% (Ambito Financiero, 8/9). La especulación en los ‘mercados a término’ y la anarquía capitalista amplificaron el alza, a la cual los gobiernos no pusieron freno porque, con el aumento de los precios de los derivados, aumenta su recaudación fiscal.


Los beneficios de este aumento no han quedado en los países productores, porque “incluso ahora, en plena bonanza, los países de la Opep utilizan los recursos que les genera la venta del crudo para pagar deudas. Entre los once países acumulan una deuda externa de 360.000 millones, equivalentes al 40% del PBI conjunto” (El País, 10/9). El ejemplo de Venezuela, que atraviesa la peor recesión de su historia, revela que los beneficios del aumento de los precios del crudo no han ido a parar a los trabajadores.


¿Qué salidas plantean los distintos grupos enfrentados? Los países consumidores reclaman que se aumente la producción para bajar los precios, algo que sólo podría hacer Arabia Saudita. Los gobiernos de los países consumidores no se atreven a inducir una baja del consumo mediante un aumento de la tasa de interés (porque podría ser el detonante de una caída general de las bolsas).


Los países productores, por su parte, plantean que los países consumidores reduzcan los impuestos sobre el combustible, es decir que renuncien a su parte de la renta petrolera. Arabia Saudita ha ido privatizando su producción e Irak propone entregar la suya integralmente a la Unión Europea.


El manejo de un recurso no renovable tan vital como el petróleo es una muestra definitiva de la irracionalidad capitalista.