La crisis política en Haití

-Exclusivo de internet

El anuncio de la realización de la segunda vuelta electoral entre la candidata Mirlande Manigat y el candidato oficialista, Jude Celestin -yerno del presidente, Rene Preval-, provocó masivas movilizaciones de protesta contra el alevoso fraude electoral cometido en la primera vuelta. Los seguidores del cantante popular Michelle Martelly, quien según indicaban los sondeos debía obtener el segundo lugar, incendiaron locales del partido oficialista Unidad y se enfrentaron con las tropas de la ONU, con un saldo de dos muertos hasta el momento. En el último mes y medio, la fuerza de “estabilización” internacional a la que contribuyen con sus propias tropas Lula, Cristina y Mujica, ya asesinó a cuatro personas en distintas protestas.

El fraude cometido resulta tan escandaloso que el mismo Departamento de Estado norteamericano se vio obligado a reconocer “irregularidades” en los comicios, dejando inclusive en off-side a la OEA, que avaló los comicios en su totalidad y se limitó a pedir “un recuento”, algo rechazado por la totalidad de los candidatos por el carácter corrupto del órgano electoral. Justamente, los comicios estuvieron completamente viciados: antes de su realización, 12 de los 19 candidatos a presidente habían pedido la anulación.

Sin embargo, además del fraude, se suma la completa falta de legitimidad del régimen político de Haití, si es que siquiera existe. A la proscripción de candidatos como el ex mandatario Bertrand Aristide, se sumó la abstención -que no fue divulgada por el Consejo Electoral- que rondó niveles elevadísimos, mientras que la principal candidata obtuvo solamente el 31% de los votos. Un cuadro de disgregación completo. Quizá por este motivo, el imperialismo norteamericano y la ONU hayan reconocido las “irregularidades”, en función de llevar adelante un recambio en el gobierno que permita cierta legitimidad. Inclusive dentro de la camarilla que se encuentra al frente del gobierno se deslizó la posibilidad de reconocer una futura “derrota” en la segunda vuelta. Manigat, la principal candidata, no pidió durante todo el transcurso de la campaña la expulsión de las tropas de la ONU, es decir, que se candidatea para ser el recambio en el gobierno y poner fin así a la crisis política.

Cólera, hambre y miseria

Sin embargo, la crisis no se limita a la disgregación del régimen político ficticio, armado por el imperialismo. La población, mientras tanto, sigue sufriendo una ola de cólera que ya dejó más de 2.200 muertos y casi 100 mil afectados. Para peor, se comprobó de manera fehaciente que la cepa fue ingresada por un contingente de las fuerzas de la ONU proveniente de Nepal. La Misión de Estabilización de Naciones Unidas para Haití (Minustah) sigue rechazando la acusación.

El cuadro social de las masas de Haití es de extrema desesperación y miseria. Más de un millón y medio de refugiados sigue viviendo en campamentos tras haber perdido todo en el terremoto de principios de año, que dejó más de 240 mil muertos. Menos del 17% de la población cuenta con agua potable y el 80% de los haitianos vive con menos de dos dólares al día. La ayuda internacional llega a cuentagotas y es manejada por una camarilla corrupta sobre la que pesan acusaciones de negociados millonarios en la reconstrucción de viviendas.

Frente a esto, es necesario plantear el inmediato retiro de tropas de la ONU y de su gobierno, el control y aplicación de la ayuda internacional por parte de las organizaciones obreras y populares, y el rechazo a las elecciones armadas por el imperialismo para enero. Una asamblea popular debe elegir al nuevo gobierno, con un programa de transformación social, que contenga todas las reivindicaciones de los explotados.