La dislocación del Mercosur

El fin de la aventura y expresión de la crisis mundial

Tiene razón Julio Nudler, de Página/12 (28/9): “Más que las obvias asimetrías macroeconómicas”, dice, “lo que está complicando la relación entre Brasil y la Argentina son las simetrías…”. Entre ellas, señala los elevados niveles de riesgo de los dos países, el corte del crédito internacional, ninguna inversión directa, tasas de interés confiscatorias. A esto habría que agregar, por sobre todo, cuatro años de recesión en la Argentina y una nueva recesión en Brasil, luego de la del año ’99. En definitiva, la crisis del Mercosur no obedece a un desequilibrio de las relaciones económicas entre sus miembros, sino al derrumbe capitalista que es común a ellos y a toda la economía mundial. La recesión internacional en curso ha sido calificada como la primera de características sincronizadas y generales desde 1930.


Es el capitalismo


Esta interpretación no es, sin embargo, la que prevalece entre los economistas o los círculos empresariales capitalistas. Lo cual es completamente lógico, porque ningún capitalista puede concebir la salida a una crisis en términos de objetivos comunes, sino de unos capitalistas prevaleciendo sobre otros. Por eso todas las crisis capitalistas producen una destrucción de capital (y fuerza de trabajo) y una mayor concentración de su propiedad.


Que la Argentina y Brasil tengan regímenes monetarios diferentes no constituye la causa de la presente crisis, más bien es su expresión. La devaluación en Brasil y la deflación en la Argentina tienen el mismo efecto de abaratar las exportaciones, pero ninguno de los dos consigue aumentarlas debido al abarrotamiento de mercancías y de capitales en el mercado internacional.


La disparidad cambiaria entre Brasil y la Argentina esconde una homogeneidad mucho más importante *la desvalorización de sus economías*. Esta desvalorización es un resultado de la crisis mundial del capital, no de los regímenes cambiarios. En 1993, la convertibilidad llevó a la Bolsa a 900 puntos, mientras que ahora la hizo bajar a 250; el año pasado, la devaluación le permitió a Brasil crecer un 4%, pero una devaluación incluso mayor ahora lo ha llevado a la recesión. La Bolsa brasileña bajó de los 16.000 puntos, esto en 1994, a menos de 10.000, pero ahora el real vale la tercera parte (en la crisis pos-Manhattan, la Bolsa paulista perdió 100.000 millones de dólares). Manifiestamente, no son los diferentes regímenes cambiarios lo que explica el desmoronamiento del Mercosur, sino la crisis capitalista. La reducción de la producción en la fábrica de aviones Embraer, en Sao Jose dos Campos, con dos mil despedidos, ha sacado del mercado a la mitad de sus proveedores cordobeses. Si se devaluara el peso, la oleada de quiebras en la Argentina afectaría incluso a los grandes bancos; si Brasil, en cambio, optara por estabilizar su tipo de cambio, entraría en una recesión galopante. Ninguna de estas dos alternativas rescataría al Mercosur.


Argentina, con cambio fijo, se encuentra en cesación de pagos y con un índice de “riesgo-país” de 1.700 puntos; Brasil, con cambio fluctuante, está al borde de la misma situación, con un “riesgo-país” de 1.300 puntos. Brasil necesita 50.000 millones de dólares para cerrar sus cuentas internacionales en lo que falta del 2001 y tiene un déficit fiscal de 40.000 millones de dólares. Es por esto un despropósito la recomendación de los economistas de Duhalde, Carrió y Farinello, de que copiemos el “modelo” brasileño.


Tres propuestas tres


Es claro que el Mercosur ha fracasado, como lo pronosticamos cuando se inauguró, pero no por la discrepancia entre sus políticas económicas, sino porque su naturaleza capitalista ha acentuado la vulnerabilidad de la Argentina y Brasil ante la economía capitalista internacional. Los dos países ingresaron con el Mercosur en la calesita de la especulación financiera internacional, sin una base industrial ni una inserción independiente en el mercado mundial capaz de sostenerla y canalizarla. La ruta del desarrollo de los países atrasados no es su adaptación al mercado mundial, sino la estatización de los grandes medios de producción bajo la dirección de la clase obrera y con un régimen de planificación económico-social.


En los círculos capitalistas y del gobierno de la Argentina han aparecido diversas propuestas para “salvar” al Mercosur. La de Cavallo es transformarlo en una zona de libre comercio para importar bienes de capital e informática sin pagar los aranceles del Mercosur. Esto perjudicaría a las industrias respectivas de Brasil, que deberían enfrentar una mayor competencia internacional en la Argentina. La propuesta es deflacionista, porque busca un mayor abaratamiento del capital. Si obtuviera su propósito, el planteo de Cavallo acentuaría la deflación en la Argentina, porque forzaría un abaratamiento de todos los capitales instalados. Pero que no tendrá éxito lo demuestra el fracaso de todos los llamados “acuerdos de competitividad”, porque a pesar de las prometidas exenciones de impuestos no atrajeron ninguna inversión nueva. El mayor fracaso ha ocurrido con la desregulación de las telecomunicaciones. La Argentina carece de los recursos impositivos para “alentar” nuevas inversiones.


La UIA, por su lado, propone “suspender” el Mercosur, lo que seguramente provocará la quiebra oficial de la Argentina y la consiguiente devaluación del peso. Es lo que reclama claramente Daniel Carboneto, el mandamás del Polo Social, en Página/12. Tanto su transformación en zona comercial libre, como la suspensión, afectarían las exportaciones agrarias de la Argentina a Brasil, pues Brasil tendría el derecho a reducir los aranceles de importación para los cereales norteamericanos.


La posibilidad de que la Argentina devalúe hasta alcanzar una paridad de cambio con Brasil, para luego estabilizar la relación entre el peso y el real, tampoco es realista, porque, de un lado, la bancarrota financiera internacional y la inestabilidad de las principales monedas no permiten asegurar esa estabilización, y porque del otro lado la burguesía industrial brasileña y los capitales invertidos en Brasil no quieren perder el manejo del cambio como instrumento de lucha comercial. Cualquiera de las tentativas en danza precipitaría, de cualquier modo, la explosión social y económica, aunque para una defensora a muerte del status quo entre Brasil y la Argentina, la radical Beatriz Nofal, lo peor sería continuar en la presente impasse (Página/12, 28/9).


Techint-Arcor: segundos afuera


Pero la crisis del Mercosur (es decir la crisis mundial) ya ha producido una crisis vertebral en la burguesía argentina. Para Luis Pagani, del poderoso pulpo Arcor, “la devaluación (del real) complica pero no se puede destruir lo que se construyó en 10 años. Hay que salir de la crisis conjuntamente”, agregó, aunque sin decir cómo. Con el cordobés Pagani se alineó De la Sota, quien hasta hace poco iba en yunta con Cavallo. Córdoba es la más golpeada, no por la devaluación brasileña, sino por la crisis industrial de Brasil.


Sin embargo, para Paolo Rocca, el titular del pulpo Techint, “el Mercosur es insostenible como está hasta ahora. No hay razones para invertir en la Argentina si existen mejores oportunidades en Brasil” (La Nación, 28/9). Pero la inversión en la Argentina ha caído un 30% por año en los últimos cuatro años y no por Brasil, donde la inversión directa es en este momento igual a cero. Techint enfrenta el tremendo peligro de desaparecer si se acepta la posición norteamericana de reducir la capacidad mundial de producción de acero, algo que no ocurriría con los japoneses y franceses que dominan la siderurgia brasileña (en Estados Unidos han quebrado 23 siderúrgicas desde 1998; el exceso de producción es de 100 millones de toneladas, internacionalmente; la propuesta de la OECD es “reducir la producción ineficiente” (International Herald Tribune, 20/9).


El gobierno brasileño parece haber decidido en los últimos días aceptar la propuesta de convertir al Mercosur de unión aduanera en zona de libre comercio por un período, quizás en una tentativa de mostrar que la propuesta argentina perjudicaría en primer lugar a la Argentina, en especial en materia agrícola (O Estado de Sao Paulo, 29/9). Incluso en esta variante es incuestionable que librados a sí mismos, la Argentina y Brasil marchan a una ruptura de las relaciones económicas que tuvieron en los últimos años. Algo que no es sorprendente en el caso de la Argentina, que asiste a una quiebra de sus relaciones económicas nacionales con las provincias.


¿Arbitraje del imperialismo?


En estas circunstancias, han comenzado a intervenir la Unión Europea y la Secretaría de Comercio de Estados Unidos, para mantener el mercado ampliado de los países del Cono Sur. La finalidad última es convertir al Mercosur en base de operaciones del capital internacional con vistas al mercado norteamericano, al estilo de México con Estados Unidos, y, en el caso del gobierno norteamericano, para penetrar, además, los mercados agrícolas europeo y asiáticos. Todo esto supone una nueva resignación de posiciones de las burguesías locales.


El destino del Mercosur ha pasado a depender más que nunca de un arbitraje internacional. Pero no de un arbitraje imparcial, porque lo que quiere el árbitro es imponer una mayor apertura comercial y financiera que favorezca la instalación de capitales internacionales que luchan por el mercado mundial. Hay, por otro lado, no un árbitro solo sino dos y hasta tres (Japón), con intereses divergentes. Por último, el rediseño internacional afectaría a muchos capitalistas menores en Estados Unidos y Europa, o sea que plantea una depuración capitalista en las metrópolis. Antes de todo esto, sin embargo, Estados Unidos y la Unión Europea deben decidir el desenlace de la crisis de pagos de Brasil y la Argentina *probablemente el llamado “default”*. En resumen, el derrumbe del Mercosur responde a tendencias revolucionarias que se pondrán de manifiesto como consecuencia de ello. Un fracaso del arbitraje yanqui-europeo marcaría el inicio de una dislocación del comercio internacional.


Socialismo


Es claro que los trabajadores de América Latina enfrentan una perspectiva muy grave a corto plazo, encima de la situación que ya están viviendo. En estas circunstancias no hay peor cosa que defender difuntos o acoplarse a algunos de los términos patronales de la crisis. Es necesaria una nueva perspectiva. Esta es la Unión Socialista de América Latina, una conferencia obrera y campesina para trazarnos un plan de lucha por este objetivo.