“La falta de luz es más grave que la censura”

Kcho, 24 años, nacido Alexis Leyva Machado no es un “gusano”: todo lo contrario, es el representante oficial de Cuba en la Bienal junto con Tonel. Su producción va a ser comparada en la Bienal con la del exiliado José Bedia . Es la prueba del nueve entre un cubano de La Habana y un cubano de Miami.


De Aachen (Alemania), donde está exponiendo en el Ludwig Forum, Kcho le dijo a  la Folha de Sao Paulo (9/9/94) por teléfono que los remos son “un símbolo de la resistencia de alguien que enfrenta la guerra de mudarse a una tierra extraña y consigue sobrevivir”.


La censura no es para él, el problema más grave del arte cubano. Es la falta de luz eléctrica, como cuenta en la entrevista que sigue:


Folha: ¿Cómo es posible hacer arte en un país que, a la distancia, parece estar desintegrándose:


Kcho: El crítico cubano Gerardo Mosquera dice que en Cuba los artistas son como hierba mala: nada puede destruirlos.


De la Revolución para aquí, hacer arte es como una respuesta a la hostilidad de la realidad cubana. Hacer arte para mí es una manera de acabar con esa especie de infierno.


Folha: ¿Infierno?


Kcho: El día que salí de La Habana ocurrió la famosa protesta del 5 de agosto. Desde ese día para acá, por lo que leo en los diarios, Cuba se convirtió en un infierno.


Es un infierno, pero me gusta ese infierno,  mi gente, mis amigos. Hacer arte en Cuba es un acto de valentía. No hay tela, no hay tinta, pero hay arte.


Folha: Muchos artistas dejaron Cuba reclamando por la falta de libertad. ¿Usted no siente ese tipo de problema?


Kcho: Es un problema complicado. Muchos artistas cubanos que huyeron fueron serviciales, oportunistas. Comían de mano del Estado, eran artistas oficiales, comunistas.


Usaron la estructura del gobierno y se fueron. Bedia nunca fue censurado.


Folha: ¿Usted es comunista?


Kcho: Soy artista.


Folha: ¿Ha sufrido censura?


Kcho: En la escuela, hice un trabajo con los símbolos patrios. El director de la escuela lo prohibió porque el Ministerio de Cultura lo vetaba.


Pero el director cayó en desgracia, fue expulsado e hice el trabajo sin problemas.


Aquí en Alemania están censurando una obra mía. Armé una instalación con botes hechos con cajas de chocolates.


Peter Ludwig, dueño del museo, es fabricante de chocolates. No quiere que yo use las cajas de chocolate de su fábrica. Eso nunca ocurrió conmigo en Cuba, pero en Cuba hay un problema más grave.


Folha: ¿Cuál?


Kcho: Falta luz eléctrica. En el verano de 1993 yo trabajaba de las 4 hasta las 9 horas, horario en que tenía luz. La libertad es preciosa, pero sin luz no se puede trabajar.


La Habana es hoy un lugar muy triste. Hay gente que no tiene para comer, pero estan haciendo hoteles y restaurantes para los turistas.


Folha: ¿Como sobrevive usted?


Kcho: No hay mercado de arte en Cuba. Vivo de las obras que vendo en el exterior. Ya vendí en Alemanía, en México, en Venezuela.


En 1993 vendí dos instalaciones para el museo de Televisa, en México, por 5.000 dólares cada una.


Folha: ¿Por qué usted va a mostrar en la Bienal un trabajo que hace referencia a los “balseros”?


Kcho: los “balseros” son la referencia más directa, pero me interesa el problema de la emigración.


La embarcación es un símbolo de la resistencia de alguien que enfrenta la guerra de mudarse para una tierra extraña y consigue sobrevivir, conservar su identidad.


El bote y el remo son elementos de la tierra, pero sin ellos usted no vive en el agua, no se mueve.


Folha: ¿Usted ya tuvo ganas de salir de Cuba?


Kcho:  No. No soy un revolucionario fervoroso, pero la patria es como la madre: no se cambia. Tengo tíos y primos en EE.UU., pero no siento atracción por ese país.


Folha: ¿Qué te interesa en el arte contemporáneo?


Kcho: Mi madre era artesana y mi padre, carpintero. Me gustan los trabajos que tienen la marca de la mano humana. Hice los 200 remos de la obra.


Fui influenciado por el arte “povera”  italiana, por Vito Acconci, pero me gusta mucho el brasileño Tunga y la norteamericana Jenny Holzer.