La guerra en Medio Oriente en una nueva etapa

De guerras parciales a la amenaza de un conflicto generalizado

El reciente asesinato del jefe militar iraní Qasem Soleimani en un atentado ordenado desde el Pentágono ha significado un salto en el escenario bélico de Medio Oriente, que por sus magnitudes podría resultar catastrófico.


El hecho sucedió luego de una escalada de choques y enfrentamientos en territorio iraquí que tuvo por protagonistas a las milicias proiraníes -las cuales en mayor medida respondían a Soleimani-, por un lado, y al imperialismo norteamericano, por el otro. Estados Unidos e Irán vienen acumulando tensiones desde la ruptura unilateral de Donald Trump del pacto nuclear suscripto con Irán y otras cinco potencias mundiales (China, Rusia, Francia, Reino Unido y Alemania) que establecía un precario acuerdo en la región luego de la derrota de las fuerzas de ISIS, las cuales se habían extendido por gran parte del territorio de Siria e Irak.


Irán y sus milicias jugaron un papel determinante en la derrota del Estado Islámico, ampliando su extensión a Siria, Irak y reforzando su penetración en el Líbano y Yemen. De allí que el acuerdo alcanzado en 2015 significara el establecimiento de un status quo en una región dominada por el conflicto y la inestabilidad alimentada por el propio imperialismo.


Irak en el centro


La ruptura de este pacto por parte de Trump, a principios del 2018, se inscribió en una serie de sanciones económicas orientadas a poner en su lugar al régimen iraní, limitando su influencia en la zona, pero sin asumir el costo de un mayor despliegue militar en la región. Sin embargo, lo que ha logrado es consolidar la influencia iraní en la zona sobre la base de la política de repliegue norteamericana. Así, las milicias chiítas proiraníes operan como un doble mando de las fuerzas armadas iraquíes, donde también tienen su influencia. En Siria actúan junto al gobierno de Bashar al-Ásad y Rusia contra los resabios de los yihadistas. En el Líbano lideran las fuerzas de Hezbollah. En Yemen apoyan a las milicias contra las fuerzas saudíes y norteamericanas.


El parlamento iraquí acaba de reclamar la expulsión de las tropas norteamericanas del país, aunque con la ausencia de los diputados kurdos y la mayoría de los diputados sunitas –se trata de un régimen político sectario donde se divide el poder entre chiítas, sunitas y kurdos. Si bien la medida no es vinculante, el primer ministro Adel Abdel Mahdi se ha pronunciado en la misma línea.


El asesinato de Soleimani ha desatado masivas movilizaciones antiimperialistas en Irak y en Irán. Hace solo unos pocos meses el pueblo iraquí se había levantado contra el régimen corrupto obteniendo la renuncia de Mahdi -la cual no se ha consumado aun a falta de relevo- y enfrentando el papel criminal y sangriento de las milicias proiraníes integradas al Estado. El conflicto desatado por los Estados Unidos ha servido para postergar, parcialmente, el desenlace de un gobierno en crisis y de un régimen iraní bajo dificultades, también acosado por distintas movilizaciones populares.


Desde el Departamento de Defensa norteamericano anunciaron que tienen previsto enviar unas 3.500 tropas de refuerzo a Medio Oriente, debido a los recientes acontecimientos. A la fecha, hay unos 5.200 soldados norteamericanos en Irak bajo el pretexto de colaborar en el combate contra las fuerzas terroristas, que se han convertido en el blanco de las amenazas de las milicias chiítas.


Imperialismo en crisis


Estado Unidos sigue pagando muy caro las consecuencias de sus incursiones militares en Medio Oriente y sus alrededores, en las cuales se encuentra empantanado. Recientemente habrían anunciado el retiro de 4.000 efectivos militares de Afganistán y el repliegue de otros 2.000 soldados de Siria: “Se suponía que íbamos a permanecer en Siria solo 30 días, pero hemos estado allí 10 años. Se suponía que estaríamos en Afganistán un corto periodo de tiempo, pero estamos allí cerca de 19 años […] es hora de que salgamos de estas ridículas Guerras sin fin, muchas de ellas tribales, y que traigamos a nuestros soldados a casa” señaló Trump.


En declaraciones a principio del 2019, Trump reconoció que la guerra en Afganistán costaba unos 50 mil millones de dólares al año. Estados Unidos tiene desplegados entre 60 mil y 70 mil soldados en la zona de Medio Oriente, con mayor concentración en Afganistan (14 mil), Kuwait (13mil), Qatar (13 mil), Bahrein (7 mil) e Irak (5,2 mil). Se trata de solo una parte de un despliegue militar mundial cuyo financiamiento económico y costo político se ha vuelto un peso significativo para el imperialismo yanqui en tiempos de bancarrota.


Las pretensiones de Trump de realizar un repliegue ordenado a base de presiones económicas y apoyándose en sus aliados de la región (Israel y Arabia Saudita), no fueron satisfechas. Las sanciones económicas fueron acompañadas por ataques selectivos a Irán, y sus aliados; en Siria por los bombardeos de Israel; en Irak por los ataques de EEUU; y en Yemen por Arabia Saudita. Irán respondió a esta ofensiva saboteando embarcaciones petroleras saudíes, atacando drones e instalaciones norteamericanas y agrediendo las instalaciones petroleras de Arabia Saudita, entre otras cosas (BBC 4/1). Al escenario debemos sumarle la incursión de Turquia en Siria, particularmente en el norte donde actúan las milicias kurdas, y la reciente resolución, de este país, de enviar tropas a Libia contra la voluntad de Trump. La zona entera se encuentra atravesada por distintas guerras e incursiones bélicas de todo tipo. La idea de un tutelaje imperialista “low cost”, por parte de Trump, se desvanece en el aire.


Crisis, guerras y revoluciones


Lo que marca el desarrollo de los acontecimientos en Medio Oriente es el cuadro de la bancarrota mundial, que ha servido para agravar las tensiones políticas.


Las presiones del imperialismo yanqui sobre la región, y la crisis del régimen provisorio montado en Irak, han llevado a la irrupción de las masas, en uno y otro país, al margen de la disputa del imperialismo contra el régimen iraní y sus aliados. Capitulo que solo ha sido postergado, pero que no ha resuelto ninguna de las fuerzas en presencia.


La administración de Trump ha acentuado la línea de una mayor confrontación y rivalidad con sus socios de la OTAN. Las sanciones contra Irán han servido para bloquear las inversiones de las potencias europeas en la región, bajo la amenaza de represalias económicas: es el caso de las presiones contra Volkswagen para que retire todos sus negocios del país. Trump ha manifestado reiteradas veces que no desea iniciar una guerra en Medio Oriente, cuyos resultados serían desconocidos. La amenaza de realizar 52 ataques contra Irán -en referencia a los 52 rehenes americanos que Irán tomó hace muchos años- se inscribe en los intentos de Trump de disuadir a sus enemigos por medio del miedo a un desencadenante bélico mayor. Desde Irán han respondido que reactivarán el programa nuclear suspendido por el acuerdo de París.


Una guerra en la región traería aparejada una disparada de los precios del petróleo, mayor inestabilidad y un derrumbe de las principales bolsas y las principales economías. Es lo que sucedió en estos días con la caída de los mercados, revirtiendo la tendencia alcista tras el acercamiento económico de los Estados Unidos y China. También conllevaría una crisis política significativa para el propio Trump: el fin de semana miles de estadounidenses se movilizaron contra una eventual guerra en 80 ciudades del país.


Sin embargo, cabe destacar que ante los sucesos presentes cualquier acción aislada podría resultar en un salto de calidad, donde las tensiones acumuladas y los conflictos bélicos presentes se transformen en una guerra de mayores proporciones. El Medio Oriente se ha convertido en un polvorín que puede estallar ante la menor provocación.


La amenaza de una guerra en Medio Oriente solo podrá ser superada por una intervención independiente de los trabajadores que expulse a las fuerzas imperialistas de la región y establezca un gobierno sobre nuevas bases sociales.