“La guerra es la política por otros medios”

Por unanimidad, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó un verdadero ultimátum contra Irak: o permite el ingreso irrestricto de los inspectores de desarme o sufrirá, según reza el texto, “graves consecuencias”, es decir que será atacado.


La resolución es “una obra maestra de la ambigüedad diplomática”, dice el International Herald Tribune (9/11). No incluye, como pretendía inicialmente Bush, una cláusula que autorice el uso “automático” de la fuerza contra Irak en caso de incumplimiento, pero tampoco obliga a una nueva resolución del Consejo de Seguridad en ese caso. Con la resolución en la mano, el gobierno de Bush declara abiertamente que ya tiene la “base legal necesaria” –la resolución del Congreso norteamericano y del Consejo de Seguridad de la ONU– para atacar a Irak. Para el Financial Times (9/11) fue una “resonante victoria” de Bush.


La resolución de la ONU autoriza a los inspectores a moverse libremente en el territorio iraquí y a inspeccionar cualquier sitio sin la presencia de funcionarios del gobierno iraquí; además, da mano libre a los inspectores para que interroguen a los científicos iraquíes fuera del país, “lo que podría leerse como un ‘secuestro’ permitido por el Consejo de Seguridad” (ídem).


La votación abrió el debate acerca de si la resolución aleja la amenaza de una guerra o la aproxima. Pero la perspectiva de una guerra en Medio Oriente no depende del tenor de una resolución sino de la crisis explosiva de la región, que refleja una agudización de la crisis económica y política internacionales. La resolución de la ONU no altera los objetivos políticos del imperialismo norteamericano en la región: la monopolización de la riqueza petrolera iraquí y la completa reorganización política de la región en función de sus propios intereses.


Luego de dos décadas, con el “intermedio” de la guerra de 1991, el logro de los objetivos políticos de EE.UU. parece más lejano que nunca: Irak está cerrado para las petroleras norteamericanas, al igual que Irán; la crisis en Arabia Saudita amenaza con una guerra civil en el primer productor mundial de petróleo; la crisis turca se agrava; la Intifada palestina no ha sido derrotada y el Estado sionista enfrenta una crisis económica devastadora; la impasse de los regímenes árabes de Jordania, Siria, Líbano y Egipto es manifiesta.


Esta crisis de conjunto, en la que se enfrentan además los intereses contradictorios de Estados Unidos, Francia, Rusia y, crecientemente, China, plantea la perspectiva de un estallido bélico en Medio Oriente como vía para resolver una impasse que se ha revelado intratable e insoluble por la vía “diplomática”.


Como alguien explicó hace ya mucho tiempo, la guerra no es más que la continuidad de la política por otros medios.