La “guerra humanitaria” del uranio empobrecido

La muerte por cáncer o leucemia de más de una docena de soldados europeos que participaron en las operaciones de la Otan en los Balcanes ha desatado una conmoción popular. Los aviones de la Otan dispararon 10.000 proyectiles con uranio empobrecido sobre Bosnia (en 1994 y 1995) y 30.000 sobre Kosovo (en 1999), lo que representa 3 y 9 toneladas de material radiactivo respectivamente. El envenenamiento con uranio -sea por ingestión o simple inhalación- provoca cáncer, leucemia, malformaciones genéticas y enfermedades hereditarias.


El “síndrome de los Balcanes” -así se denomina al envenenamiento de los soldados por radiactividad- le sigue al llamado “síndrome del Golfo”, donde el imperialismo arrojó un millón de proyectiles, con su carga de 300 toneladas de material radiactivo, sobre Irak.


Se calcula que 10.000 kosovares morirán en los próximos años, sin mencionar a los miles de enfermos y de nacidos con deformaciones. La cadena alimenticia en Kosovo y Bosnia está envenenada con uranio y se ha convertido en una cadena de transmisión cancerígena.


La intoxicación radiactiva es apenas un aspecto de la “espantosa degradación ambiental provocada por los bombardeos en toda la región de los Balcances, a lo largo del eje del Danubio” (Corriere della Sera, 3/1). Un estudio publicado en Inglaterra reveló la existencia de “al menos 300 casos de cáncer entre 5.000 refugiados serbios que vivían en Sarajevo cuando la Otan ametralló esa ciudad”.


La guerra limpia


Pero lo que ha conducido a la presente crisis es la evidencia de que se han intoxicado las propias fuerzas agresoras. Sólo debido a esto se derrumba ahora el mito de la “guerra limpia” con el cual los gobiernos centroizquierdistas pretendieron justificar ante la opinión pública de sus países la masacre de los Balcanes. Ahora, el anuncio de soldados enfermos ha desatado una oleada de acusaciones recíprocas entre los aliados de la Otan. Aunque los gobiernos europeos reclaman “informes” y “explicaciones” al alto mando americano, la cúpula de la Otan aclaró que su utilización “no es un secreto y no ha habido en la Otan la menor tentativa de esconderlo” (La Repubblica, 23/12/2000). Más aún, “estas municiones son moneda corriente entre los ejércitos de la Otan”, al punto que “el jefe de armamentos del ejército francés reconoció que en los últimos 10 años fueron probadas alrededor de 1.500 municiones” (Página/12, 14/1/2000). En esta línea, los jefes de la alianza atlántica descartaron la posibilidad de la destrucción de estas armas, “ya que son mucho más eficaces que las armas convencionales” (El País, 6/1/2001). Es que la inclusión de uranio permite que las municiones arrojadas desde el aire puedan perforar los tanques de guerra. Se trata entonces de un recurso crucial de la “guerra limpia”, cuyos objetivos militares podrían alcanzarse sin involucrar a las tropas propias. Los gobiernos europeos *y principalmente los centroizquierdistas* tendrán que tragarse el sapo de las secuelas radiactivas, no a pesar de la guerra “limpia” y “a distancia”, sino precisamente en su nombre.


Lucha interimperialista


La evidencia de las secuelas radiactivas ha colocado en la picota a la ocupación militar de los Balcanes por parte de la Otan, donde miles de soldados europeos conviven diariamente con la contaminación. En Italia, ya se ha abierto una agitación política a favor del retiro de las tropas de ese país. La crisis del uranio ha sacado a la luz también la disputa interimperialista que existe por el control militar de los Balcanes y Europa del Este, donde está en juego el rumbo de la restauración capitalista. Un observador destaca que “la unidad de la Otan (que) fue puesta a prueba durante la campaña de Kosovo, y los esfuerzos por salvaguardar la paz podrían ponerse en riesgo si la presión pública y los gobiernos deciden retirar, o negarse a contribuir con tropas” (Financial Times, 13/1). “Las tensiones transatlánticas” *es decir entre los imperialismos yanqui y europeo*, estarían siendo alimentadas por “los esfuerzos europeos en desarrollar una identidad de defensa independiente” (ídem). A su turno, el gobierno de Bush ha anunciado un programa nacional de defensa misilística, que para Europa “minaría a la Otan” (ídem). El caso del uranio ha puesto al rojo vivo estas rivalidades, que la etapa post Balcanes ha proyectado a una escala superior.