La industria de la carne de EEUU, el desquicio capitalista que desnuda la pandemia

Contagios masivos y animales sacrificados en fosas comunes

La combinación de la crisis mundial capitalista con el desarrollo creciente de la pandemia en Estados Unidos han constituido el escenario propicio para que se manifieste la barbarie a la que nos empuja cotidianamente este régimen social. El botón de muestra de la industria de la carne, vacuna, porcina y aviar es suficiente para extraer importantes conclusiones al respecto.


Ocurre que el impulso demente a la continuidad laboral y la falta de medidas de resguardo que caracterizan al gobierno de Donald Trump han llevado a una crisis extrema en una industria que está centralizada de punta a punta por cuatro firmas: Tyson, JBS, Smithfield y Cargill. Ellas concentran su producción en grandes plantas con miles de operarios, mayormente inmigrantes mal pagos. Los grandes frigoríficos norteamericanos llegan a procesar 5.000 reses enteras por día en una sola planta.


Según una investigación del Washington Post  la mayoría de las plantas de la industria siguieron trabajando sin modificación de ritmo, ni morigerando el hacinamiento entre sus trabajadores, luego de que en marzo se emitieran las primeras ordenes de “distanciamiento social”. El resultado es que por lo menos 5.000 de los empleados de estas firmas ya tienen diagnosticado coronavirus y veinte han fallecido. Sólo en una planta de procesamiento de cerdos en Misuri se encontraron 373 casos. Esto dio lugar a un abandono de los trabajadores de las plantas en defensa de sus vidas, que ha hecho caer a este punto a la producción entre un 25 y un 40%, según distintas estimaciones. Algunos funcionarios sugirieron que para poder cumplir con las normas de seguridad necesaria, debía ser reducida en un 80%.


La reacción de Trump fue dar una orden bajo criterios de emergencia nacional de que la industria fuera declarada “infraestructura crítica” y todos los trabajadores volvieran a las líneas de producción para evitar un desabastecimiento. Esta orden es en gran medida incumplible, y ya ha dado lugar a repuestas obreras, incluyendo abandonos espontáneos de los puestos de trabajo.


La concentración extrema en esta rama ha llevado a que las granjas que  alimentan los animales tienen un ritmo de producción exactamente ligado al del procesamiento de la industria y no disponen de espacio donde mantener más animales.


La caída actual del 40% de producción resulta a que en 5 días se acumulan un millón de cerdos “excedentes” (Vox, 4/5). Esto ha dado lugar desde fines de abril a que miles de aves y cerdos sean sacrificadas para solo extraerles la grasa o simplemente enterradas en fosas. La firma Allen Harim anunció que sacrificará 2 millones de pollos.


No es el petróleo, es el capitalismo


La analogía con la crisis petrolera está a la vista. Allí también se generó un cuello de botella en base a una producción que no frenó en ningún momento. La razón que aparece detrás de esto son los costos que implica reiniciarlas, lo cual incremento notablemente la sobreproducción. El petróleo llegó hace unas semanas a venderse por precios negativos, o sea a pagar para que otros reciban el crudo. En ambos casos, además, la cuestión del almacenamiento cumplió un rol fundamental.


Tanto  la industria petrolera como la de la carne valen reflejar la importancia que tiene la circulación de las mercancías y del capital en la dinámica económica. La permanencia de la mercancía en su forma de mercancía, es decir su incapacidad de transformarse en dinero producto de la venta de esa mercancía, implica costos adicionales que dependiendo de la capacidad del capitalista para afrontarlos puede llevarlos a la quiebra. 


Algo similar sucede con la leche cuyo precio mayorista ha sido impactado fuertemente por el cierre de restaurantes y comedores escolares. En todo el país los camiones recolectores están volcando leche en los campos o rellenos sanitarios. Sólo en el estado de Nueva York se destruyeron 13,25 millones de litros en el mes de abril.


En resumen, la anarquía de la producción capitalista ha llevado nuevamente a una crisis que impide, por una razón u otra, que la mercancía se realice en el mercado. La destrucción de alimentos, mientras millones de personas los necesitan es una prueba más de cómo el desarrollo productivo ha chocado con las relaciones sociales existentes. No hay metáfora más clara para explicar el agotamiento de un régimen social.