La IV Internacional en la movilización de Genova

Contra la internacional de los patrones Por la internacional revolucionaria del proletariado y de los oprimidos Por la revolución mundial

La ‘cumbre’ del G-8 en Génova se reunirá en un momento de gran impopularidad de los encuentros de organizaciones supranacionales como el G-8, el FMI, el Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio, etc.; es decir, de las numerosas ‘internacionales’ de los capitalistas. Hoy más que nunca se difunde la idea que cada vez que los ‘poderosos’ se reúnen, los problemas del mundo empeoran y millones de personas sufren sus consecuencias. Esta vez, la ‘cumbre’ del G-8 tiene lugar en un período en el cual la Otan pone otra vez en llamas a los Balcanes, el sionismo enfrenta la heroica Intifada popular palestina y la crisis mundial capitalista se agrava profundamente con la recesión en los Estados Unidos.


En los últimos diez años todos los grandes problemas del planeta se han agravado: creciente pobreza, continuo empeoramiento de las condiciones de vida y de trabajo, guerras y conflictos de distinto tipo en todos los continentes, viejas y nuevas epidemias… El balance de todas las organizaciones supranacionales (incluyendo a las Naciones Unidas) y de todos los programas de ‘desarrollo’ es catastrófico: todos los problemas se han agravado al extremo.


La explicación es simple: la función de esas organizaciones supranacionales es sostener el sistema del beneficio. Son el terreno de la lucha de los intereses rivales de las multinacionales, que han alcanzado un nivel de concentración de la riqueza y el poder absolutamente sin precedentes (pero enteramente en línea con lo que Lenin pronosticó en su estudio sobre el imperialismo).


 


La política de los patrones es similar en todo el mundo


En las crisis económicas, que se suceden cada vez más estrechamente en todo el mundo, el FMI interviene otorgando créditos que sólo sirven para garantizar la solvencia de los países afectados y el sistema financiero internacional (como siempre bajo el capitalismo, los beneficios son privados mientras las pérdidas se socializan).


Las condiciones impuestas para obtener los créditos son las mismas, aunque con otros métodos y otros gobiernos, incluso en Europa:


• Privatizar todo cuanto sea posible (infraestructura productiva, servicios públicos, seguridad social, salud, educación).


• Reducir los salarios directos, los salarios indirectos (el llamado ‘Estado del bienestar’) y los salarios diferidos (jubilaciones).


• Reducir los derechos de los trabajadores (sobre todo a través de la ‘flexibilización’, es decir, la extensión del trabajo precario o temporario) y en general todos los derechos democráticos.


• Aplicar los descubrimientos científicos y tecnológicos sin precauciones; disponer del medio ambiente y de la naturaleza sin control; obtener materias primas al menor costo, cuyos principales productores son los países del ‘Tercer Mundo’, que en consecuencia ven empeorar sus propias condiciones de una manera constante.


Hoy no sólo el ‘Tercer Mundo’ es devastado por una miseria terrible, que constantemente genera oleadas migratorias, sino que también en los países más industrializados los trabajadores sufren un empeoramiento sistemático de sus condiciones de vida.


El capitalismo es un sistema que siempre contrapone el poder y la riqueza creciente de unos pocos a la miseria y el despojo de las mayorías. La globalización del capital financiero no es más que la última fase del imperialismo.


“Imperialismo” no es un término ideológico o pasado de moda. Es la etapa más alta del capitalismo, la época de su declinación, y hoy más que nunca amenaza a la humanidad con la barbarie.


El movimiento ‘anti-globalización’ debe reconocer claramente al imperialismo como su adversario, y esto significa tomar como un adversario a cada uno de los poderes imperialistas, no sólo al imperialismo norteamericano sino también al europeo, sus multinacionales, sus bancos, sus gobiernos, sean de centroderecha, de centroizquierda o socialdemócratas. En Europa, la lucha contra el propio imperialismo europeo es una tarea central del movimiento y una condición para su plena autonomía política.


Los ‘poderosos de la Tierra’ quieren evitar que las contradicciones que se manifiestan se tornen explosivas y pongan en cuestión en ciertos lugares el dominio de su sistema. En estas reuniones internacionales ellos discuten las herramientas a ser adoptadas, que varían de la intervención militar más o menos directa (ayer la ‘guerra humanitaria’ contra Yugoslavia; hoy el ‘Plan Colombia’ en América Latina) a las migajas de la ‘ayuda’ y la ‘cooperación’ distribuida algunas veces a través de las ONGs (organizaciones no gubernamentales).


 


Las diferentes perspectivas del movimiento


El movimiento internacional ‘anti-globalización’, que de Seattle a Praga y Génova desafía las ‘cumbres’ del imperialismo mundial, es un hecho de un gran valor político: ha mostrado y muestra que las grandes potencias del planeta y su orden pueden ser y son enfrentados por sectores crecientes de la población mundial, particularmente por las jóvenes generaciones. Demuestra que todas las causas sociales, ambientalistas, humanitarias y ‘pacifistas’, constantemente atropelladas por las políticas dominantes, que todas esas causas pueden enfrentar dichas políticas de una manera unificada a escala internacional.


Como ocurre siempre, el movimiento, en sí mismo, expresa una serie de impulsos generosos, pero frecuentemente confusos y contradictorios. En grandes líneas, pueden identificarse tres tendencias en el movimiento:


• Una tendencia pacifista ingenua que se opone sólo a las más devastadoras consecuencias del sistema, promoviendo una “economía de no-mercado” (tercer sector, intercambio “igualitario”, desarrollo sostenible, finanzas éticas) que podría cohabitar con las multinacionales: es una perspectiva absolutamente irreal o, peor, que sirve a la necesidad de consenso del sistema. Igualmente equivocadas son las campañas de boicot contra algunas multinacionales, como si hubiera multinacionales buenas y malas, o malas multinacionales y en cambio pequeñas y medianas empresas nacionales buenas. Este sector hace un peligroso fetiche de la no-violencia, que ayuda a legitimar el intento de los gobiernos de dividir al movimiento en ‘buenos’ y ‘malos’ y, en consecuencia, en el análisis final, a legitimar las medidas represivas contra el movimiento.


• Una tendencia neo-reformista, colaboracionista de clases, que identifica como enemigo al “neoliberalismo”. Pero el neoliberalismo no es una mala política del capitalismo reemplazable por una buena política del mismo capitalismo. La lucha contra el neoliberalismo sin una lucha contra el capitalismo es una frase vacía y un engaño. Si el enemigo es el neoliberalismo, la solución es una serie de reformas neo-keynesianas: la Europa “social” (o socialdemocrática) con algo menos de flexibilidad y algo más de planificación que los Estados Unidos; el ‘impuesto Tobin’, un impuesto limitadísimo sobre los movimientos de capital especulativo, propuesto hace treinta años por un asesor de Kennedy y reclamado hoy por el gran especulador financiero George Soros para hacer menos inestables los mercados financieros; o la hipocresía del “presupuesto participativo” sobre el modelo de Porto Alegre (Brasil), donde la población es llamada a pronunciarse sólo sobre una mínima parte del presupuesto municipal, mientras que la gran mayoría restante responde a las restricciones impuestas por el gobierno central o a los beneficios financieros para… las multinacionales. Quienes abogan por estas soluciones parecen abogar por métodos de lucha ‘radicales’, en agudo contraste con sus objetivos tan moderados. En realidad, este ‘radicalismo’ frecuentemente sirve simplemente a un propósito de imagen o para obtener victorias puramente simbólicas.


• Una tendencia revolucionaria que busca destruir el sistema existente, el cual por su propia naturaleza incluye la miseria, la violencia, las guerras y la destrucción del medio ambiente. No se trata de reclamar que el capital sea social, democrático, preservador del medio ambiente y pacífico. Se trata de dirigir todas las reivindicaciones, democráticas, ambientalistas y ‘pacifistas’ contra el capital, por su derrocamiento. Sólo el derrocamiento del capital puede abrir un futuro de progreso para la humanidad con el uso racional de los grandes descubrimientos de la ciencia y la tecnología al servicio de los pueblos. Lo que fracasó en la URSS no es el socialismo sino el stalinismo. Lo que fracasó no es la planificación económica, que garantizó a esos pueblos grandes conquistas sociales hoy liquidadas por la restauración capitalista. Todas las razones del movimiento ‘anti-globalización’ se reducen, en última instancia, a una necesidad fundamental: devolver a la humanidad el poder de decidir sobre la riqueza que ella misma produce y su relación con el medio ambiente y la vida.


 


Por la revolución socialista, por la Internacional revolucionaria


¿Qué es más irracional e inhumano que un sistema económico y social en el cual la guerra o un mayor número de desocupados puede causar euforia en las bolsas de valores y, viceversa, el fin de la guerra o más trabajadores empleados su depresión? ¿Qué es más irracional que un sistema en el cual el crecimiento de la pobreza (recesión y desempleo) está determinado por un exceso de riqueza producida (sobreproducción)? ¿Qué es más hipócrita que la internacionalmente celebrada ‘democracia’ en la cual doscientos colosos multinacionales en lucha por el control de la economía mundial concentran en sus manos un poder incontrolado e incontrolable?


Sólo una revolución socialista puede terminar con estas verdaderas monstruosidades. Sólo quebrando el poder de los colosos capitalistas, sólo retornando a la propiedad social de los medios de producción y reproducción de la vida, bajo el control de los trabajadores y el pueblo, sólo así es posible crear las condiciones para una planificación democrática de las economías de cada país y del mundo, una planificación que redefina las prioridades básicas según los deseos y necesidades de la amplia mayoría de la humanidad.


Este futuro tiene sentido hoy sólo desde la perspectiva de la lucha de clases internacional. Los trabajadores, el principal componente de la movilización de Seattle pero todavía una minoría en otras movilizaciones, debe unirse con los otros sectores en el movimiento.


Debemos trabajar para construir una organización revolucionaria internacional que unifique las movilizaciones globalmente y les dé una perspectiva política anticapitalista. A las numerosas ‘internacionales’ de los imperialistas, debemos oponerles una nueva Internacional revolucionaria. Debemos retomar otra vez el intento, que desafortunadamente no tu vo éxito en las décadas pasadas, de construir la IV Internacional.


Esta perspectiva, la lucha por la Internacional revolucionaria del proletariado mediante la refundación de la IV Internacional, está creciendo hoy dentro del movimiento: es la bandera y la perspectiva que puede garantizarle un futuro.


Otro mundo es ciertamente posible y necesario, pero su único nombre es socialismo internacional, construido mediante la destrucción de la dominación de la burguesía y el poder del proletariado.


¡Creemos en la lucha esta herramienta indispensable para la victoria de la revolución socialista, la nueva Internacional del proletariado y de los oprimidos: la IV Internacional refundada!


• ¡Abajo el FMI, la Otan y la Unión Europea! ¡Por los Estados Unidos Socialistas de Europa!


• ¡Fuera la Otan de los Balcanes! ¡Por una Federación Socialista Balcánica!


• ¡Abajo el Estado sionista! ¡Por la victoria de la Intifada! ¡Por una república única, laica y socialista en el territorio histórico de Palestina!


• ¡Expropiar a los expropiadores! ¡Por el socialismo mundial!


Partido Obrero (Argentina) • Asociación Marxista Revolucionaria Proposta (Oti, Italia) • Partido Obrero Revolucionario (Grecia) • Partido de la Causa Operaria (Brasil) • Liga Obrera Marxista (Turquía) • Partido de los Trabajadores (Uruguay) • Liga Trotskista (Oti-Estados Unidos) • Oposición Trotskista (Bolivia) • Colectivo “En Defensa del Marxismo” (España) • Liga Obrera Marxista (Finlandia) • Oposición Trotskista de Ucrania (Oti-Ucrania) • Comité por la Construcción del Partido Obrero (Chile) • Liga Obrera Socialista (Palestina) • Oposición Trotskista Internacional (OTI, secciones de Gran Bretaña, India, Dinamarca, Alemania)