La Liga Comunista Revolucionaria anuncia su disolución

La "nueva izquierda" francesa

La Liga Comunista Revolucionaria de Francia (LCR) anunció su disolución política.


En el curso de su “universidad de verano”, Olivier Besancenot, su portavoz y candidato presidencial, llamó a “construir un nuevo partido anticapitalista (…) radical y popular” (Le Monde, 27/8).


La enviada especial de Le Monde escribe que “los dirigentes de la LCR dan vuelta dos páginas. La de la campaña del ‘no’ en el referéndum a la Constitución europea, con la búsqueda de una candidatura unitaria antineoliberal en las elecciones presidenciales, y la de su propia historia, ligada al trotskismo”. El propio Besancenot declaró que “el nuevo partido” será “mitad guevarista, mitad anarquista”. Esta definición acaba con toda referencia a la IV Internacional, la revolución socialista internacional.


La LCR sigue, tardíamente, la ‘reconversión’ política que iniciaron en los ’70 los partidos ‘euro-comunistas’, cuando declararon caducos la dictadura del proletariado y la vigencia de la revolución socialista iniciada por la Revolución de Octubre de 1917.


La LCR había venido dando pasos muy conscientes en la dirección que ahora llega a una culminación. En uno de sus últimos congresos, afirmó que el ciclo histórico abierto por la Revolución de Octubre estaba definitivamente cerrado, aunque nunca señala en qué nuevo ciclo histórico nos encontramos ahora: el mismo congreso de la LCR eliminó de su programa la reivindicación de la dictadura del proletariado, es decir el gobierno de los trabajadores.


Un partido “anticapitalista” que repudia la dictadura del proletariado es, por definición, una variante del centroizquierdismo.


“Anonimato”


Besancenot también señaló que “es tiempo de cerrar la vieja página del movimiento obrero para abrir una nueva, virgen, reagrupando por la base a personalidades anónimas (…) a todos esos héroes de la vida cotidiana que no quieren más liberalismo”. No es un partido de clase sino de “ciudadanos”; no es un partido de trabajadores sino de “personalidades anónimas”. Nadie es más “anónimo” que el votante en el cuarto oscuro…


El “nuevo partido” no será un partido de combate sino una corriente electoral. Pierre-Francois Grond, miembro de la dirección, lo deja en claro cuando afirma que “queremos acabar con nuestra imagen de organización elitista y de vanguardia”. ¿A qué se refiere? La enviada especial de Le Monde lo explica: “la Liga, con sus referencias al trotskismo, su ritmo de reuniones militantes casi profesionales y sus debates de intelectuales, tienen dificultad para atraer —y mantener— esos nuevos simpatizantes”.


Preguntamos: ¿hay algo más elitista que un partido parlamentarista? ¿Un partido donde unos pocos funcionarios del estado detentan el control del partido, sus resoluciones y sus finanzas, respaldados por una red de punteros (los “militantes casi profesionales” que seguirían existiendo) y donde la masa de los “ciudadanos anónimos” no tienen ni voz ni voto?


A la ruptura con su tradición política histórica (e incluso organizativa) los dirigentes de la LCR la califican como “una revolución interna”.


“No va a andar”


En la LCR existe una minoría que viene planteando desde hace mucho un giro hacia la derecha aun más profundo. Por eso caracteriza como muy limitada a esta “vuelta de página”. “Se nos propone —declara Alain Mathieu, uno de sus dirigentes— una organización hermafrodita, que se reproduce sin asociarse con nadie”. O sea que no alcanza con una “revolución interna”. Es menester, además, que esa organización protagonice un entrelazamiento político y organizativo con elementos probados como defensores del orden burgués. Sin esos “socios”, el proceso de disolución político no tiene futuro. “Esto no funcionará”, anticipa Mathieu.


Una tendencia internacional


La LCR expresa un fenómeno de alcances internacionales. La “nueva izquierda” del MST, por ejemplo, coincide con los planteos de la minoría de derecha de la LCR. Por ejemplo, en las últimas elecciones en Francia, la LCR rechazó formar una suerte de Frepaso, como lo pedía la minoría, y se presentó sola con la consigna “ciento por ciento de izquierda”. Otra expresión de la ‘vuelta de página’ a la IV Internacional lo representan el PSOL de Brasil y la disolución de los grupos trotskistas de Venezuela en el PSUV de Chávez.