La movilización del 1° de mayo en Francia

Corresponsal desde París

Represión en París el 1° de Mayo.

Este año volvieron las manifestaciones obreras por el 1° de Mayo en las ciudades francesas. Estas movilizaciones estuvieron lejos de ser desdeñables, a pesar en gran medida de su aspecto rutinario. En todo el país desfilaron más de 100.000 compañeres (150.000 según la CGT) y alrededor de 30.000 en París. En algunas capitales regionales, como Nantes, el movimiento fue numeroso, combativo y juvenil. El llamado correspondió en general a las 4 confederaciones sindicales que se reclaman formalmente de la “lucha de clases”: CGT, FO, FSU, Solidarios. Participaron también jóvenes, chalecos amarillos, inmigrantes y sin papeles e intermitentes del espectáculo, que están ocupando los teatros.

La manifestación del 1° de Mayo en París fue reprimida, como ya es una rutina, por más de 5.000 policías, que la atacaron sistemáticamente con gases, bloquearon su marcha y protagonizaron un dudoso episodio de ataque al servicio de orden (SO) de la CGT al final del trayecto.

El 1° de Mayo en Francia fue uno de los más importantes en Europa, sino el más importante. El año pasado no hubo manifestaciones porque se estaba en pleno confinamiento por la pandemia. Este año se renovó la tradición y deja lecciones e interrogantes importantes en esta etapa de la lucha de clases.

El movimiento obrero y la pandemia

La pandemia de Covid-19 ha hecho estragos en Francia. Más de 100.000 muertos, centenares de miles de afectados, sistema sanitario agotado, miseria extendida en los barrios populares, entre los trabajadores precarios y la juventud, desmoralización general de la población. Es un duro precio de una manifestación aguda del régimen capitalista y de su crisis y está todavía lejos de terminar.

El gobierno de Macron ha hecho todo mal en relación a la evolución de la crisis, con mentiras y medidas arbitrarias e improvisadas, cuyo objetivo fue que la explotación capitalista sea lo menos afectada posible, aunque implique más muertos y hospitalizados. La burocracia estatal mostró su inutilidad y el sistema hospitalario sobrevivió e impidió una catástrofe mayor gracias a enfermeras, médicos, ayudantes.

Para el gobierno fue la oportunidad de acentuar el bonapartismo del régimen, hasta la caricatura. Las decisiones fueron tomadas personalmente por Macron y un fantasmagórico Comité de Defensa Nacional, con deliberaciones secretas y del que no se sabe nada. Macron rechazó los análisis y las recomendaciones de médicos y científicos. No tuvo miedo al ridículo y se proclamó el “mejor epidemiólogo” de Francia ante sus cortesanos y ministros. Llevó adelante una política cuyo balance es el siguiente: “Hace un año que no tenemos un debate democrático sobre las medidas que hay que tomar. Lo que está en juego es un número considerable de gente hospitalizada, un número considerable de gente que tendrá secuelas y un número considerable de familias en duelo, sin hablar de las consecuencias sociales y económicas de ‘vivir con el virus’” (epidemiologista Dominique Costagliola, Le Monde, 6/5).

Las direcciones del movimiento obrero organizado han mantenido un silencio sepulcral ante la política sanitaria criminal del gobierno, las restricciones a las libertades democráticas y el dominio del Bonaparte de turno, con su desprecio de la ciencia, de la población y de los centenares de muertos diarios. En lugar de alzarse como clase para contraponer un programa contra la epidemia y la crisis, que debe afectar en sus raíces a la propiedad privada y el sistema capitalista de dominación, mantuvieron una pasividad cómplice. Acompañaron a la clase burguesa en lugar de enfrentarla.

La oposición al gobierno y a Macron se limitó a médicos y científicos y a algunos intentos aislados de docentes de no aceptar las condiciones de apertura de los establecimientos escolares. Al comienzo del 2020, en uno de sus primeros discursos, Macron utilizó intencionalmente un lenguaje guerrero e indicó que Francia “estaba en guerra”. Las organizaciones obreras se integraron a la unidad nacional, con su larga trayectoria de bancarrota.

El curso de las luchas

En estas condiciones, las luchas del movimiento obrero contra la crisis capitalista se están desarrollando en forma aislada pero tienen el gran mérito de existir. Casi no se habla de las huelgas en la prensa y en los medios; sin embargo en diversas industrias hay movimientos de resistencia contra los despidos, hay un movimiento de lucha de los repartidores por obtener el estatuto de asalariados, hay ahora un movimiento de la juventud que se extiende contra las condiciones del examen del bachillerato, reclamando su anulación. Hay que tener en cuenta que uno de los puntales de la política del gobierno fue el de las escuelas abiertas el mayor tiempo posible, a pesar de ser focos de infección, y de no entregar recursos para que puedan funcionar de la mejor manera posible. La ausencia de profesores a causa de la pandemia fue masiva y el Ministerio no contrató suplentes. La pérdida de horas de enseñanza es terrible y el ministro Jean-Michel Blanquer, que se caracterizó por sus mentiras y payasadas, insiste en mantener el examen de bachillerato y las condiciones anteriores de inscripción en la Universidad, lo que va a provocar una hecatombe en la juventud pobre y de los barrios. La enseñanza se ha convertido aceleradamente, con este gobierno, en una fuente de segregación social, de condena de una parte de la juventud al analfabetismo y al marginamiento del mercado de trabajo.

Otro terreno en el cual los activistas y sectores combativos no le dieron luz verde al gobierno es el de las libertades democráticas. El quinquenio de Macron se caracteriza, entre otro elementos, por haber sancionado un arsenal de leyes represivas sin antecedentes desde 1945, por haber reprimido brutalmente las manifestaciones obreras y populares, con heridos graves (mutilaciones) entre los chalecos amarillos; como volvió a suceder este 1° de Mayo. El prefecto de policía del gobierno tiene el propósito declarado de vaciar de manifestantes las calles de París. La policía se ha convertido en un eje de la política nacional, con críticas y movilizaciones contra el gobierno y un reclamo de “dureza” y justicia de excepción, que se burla de los mimos de Macron y su ministro de Interior.

Las maneras de avanzar

La dispersión de las luchas obreras, la retirada de los sindicatos, el predominio durante 2018-2019 del movimiento de chalecos amarillos, con su gran combatividad callejera y una ausencia de programa político, las movilizaciones juveniles, son la consecuencia de las derrotas recientes y de la política sistemática e histórica de colaboración de clases del estalinismo, la socialdemocracia, el reformismo sindical y más recientemente el movimientismo.

La crisis social y política del capitalismo y la deriva reaccionaria y represiva del gobierno de Macron requieren de  la exigencia a los sindicatos y las centrales obreras que rompan con el gobierno y el Estado capitalista.  El agrupamiento de los activistas en una tendencia clasista, la formación de comités de lucha en los conflictos y su agrupamiento local, regional y más allá si es posible servirán para unificar la combatividad del movimiento obrero, de los chalecos amarillos, de la juventud e intervenir en la lucha de clases con independencia política.